Se fue Eric Hobsbawm, una mente fértil
Ayer, a los 95 años, falleció el reconocido historiador marxista, uno de los pensadores fundamentales del siglo XX y autor de “Historia del siglo XIX”.
Carlos Torrengo
carlostorrengo@hotmail.com
Una tarde de un tiempo que ya es neblina, en el campus de la Universidad de Oxford, su amiga y filósofa Agnes Heller le develó con sencillez lo que era la historia: “Habla de los hechos que suceden vistos desde afuera…”.
Muchos años después, en 1998, en Buenos Aires, recordó aquella definición. “No hagamos de nuestro conocimiento de la historia el estúpido convencimiento de que sabemos lo que vendrá. No le restemos a ese conocimiento el valor emocionante que tiene: saber qué nos pasó antes que nosotros fuéramos algo”.
Y acotó: “Cuando reflexionamos nuestro pasado lo hacemos desde un convencimiento: no se puede huir de él. Nos habla de nuestro presente pero no de nuestro futuro. La historia nos construye una identidad desde ese pasado, pero quizá en el futuro no quede nada de esa identidad… Vamos rumbo a tiempos borrascosos; tengamos la humildad de no ser de esos bobos que dicen saberlo todo. Confunden la dialéctica de la historia con una ecuación matemática…
En su Londres, se murió Eric Hobsbawm. A los 95. Se desvanece para siempre eso rostro propio de tira cómica. Esas orejas inmensas, escabrosas de tanta vuelta y vuelta. Y esos brazos largos, colgantes y de manos nervudas. Elocuentes a la hora de ponerle pasión a esa pasión que vivió con intensidad: el rastrillaje de la historia.
Trascendió el siglo que tanto lo desveló. El “siglo corto”. El XX. El tiempo de los relatos ideológicos desbocados. El de torrentes de sangre jamás imaginados. Ese siglo que le generó a él la admiración en tanto “el período más extraordinario de la historia de la humanidad”. Porque en esos 100 años “se han dado, juntos, catástrofes humanas carentes de todo paralelismo, fundamentales progresos materiales y un incremento sin precedentes de nuestra capacidad para transformar, y tal vez destruir, la faz de la tierra”.
El “siglo corto”, heredero del XIX, el “siglo largo”. El tiempo de cocción de lo que sería el primero. En lo bueno; en lo malo.
Y un día, caminando por las gélidas y rocosas montañas de Escocia, se dio cuenta de que estaba en el siglo XXI. Y entonces sentenció: “La historia avanza hoy a una velocidad que amenaza el futuro de la raza humana y del medio natural. Queda lejos la idea de un siglo en paz…”.
Entonces frenó. Miró a los alumnos que lo seguían. Se apoyó en el largo palo de pastor que lo acompañaba en sus periplos y les dijo: “Quizá vengan tiempos desproporcionados. Pero no me hagan caso. No hago pronósticos”.
Y siguió caminando por la historia. Hasta hace pocas horas…
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