Se profundiza la distorsión de los precios relativos
En este marco se encuadran los intentos del gobierno de mantener artificialmente bajos los precios de algunos servicios como la provisión de energía y transporte público, entre otros.
Dentro de la variada lista de desequilibrios macroeconómicos que acucian a la economía argentina se encuentra la distorsión de la estructura de precios.
Esto queda claro cuando se compara, por ejemplo, la evolución del costo de algunos productos básicos como la leche y el pan, que crecieron más que los salarios o la inflación, con lo que ocurrió con el precio de un boleto de colectivo o tren, o el dólar oficial, cuya suba está bastante por debajo de la inflación.
Es casi obvio que no todos los valores de los bienes y servicios de una economía se modifican con la misma rapidez, de hecho evolucionan de manera dispar, lo cual conduce inevitablemente a que los precios relativos no permanezcan inmutables.
Estas modificaciones llevan muchas veces a que la cotización de un producto sea mayor o menor de lo que ha sido históricamente respecto de otros productos. De ahí que las personas perciban que algo está barato y que esta situación podría ser temporal y, en consecuencia, toman sus decisiones de consumo e inversión con un sistema de precios desfasado, por no decir atrasado. Esto explica en buena parte el boom de las compras de autos en general, dado que se necesitan menos salarios que antes para acceder a un cero kilómetro. En el caso particular de los vehículos de alta gama, en su mayoría importados, el precio está más vinculado con la evolución del dólar. Los consumidores aprovecharon en este caso la distorsión en el precio del peso argentino: un tipo de cambio atrasado (“subsidiado”) favorecía el acceso a estos bienes de lujo, al achicar la brecha de precio con los nacionales. El gobierno apeló a una medida fiscal para tratar de corregir esta ineficiencia. Algo similar ocurrió en el rubro turismo, donde hasta hace unas semanas no hacía falta hacer cuentas para saber que vacacionar en el exterior podía resultar más barato que dentro de la Argentina.
Más allá del desbalance en sí, la clave pasa por los factores que operan detrás de los cambios en los precios, debido a que no es lo mismo que ocurran por movimientos en la oferta (buena o mala cosecha por efectos climáticos) o en la demanda (crecimiento de la economía mundial), que por una intervención excesiva y prolongada sobre el sistema de precios (“control de precios selectivo”).
Esto último sí es responsabilidad del gobierno nacional. Una forma de intervenir es recurrir a la estrategia de “pisar los precios” de algunos productos considerados clave (de consumo masivo o de fuerte impacto en el costo de vida), con loSe profundiza la cual busca, entre otras cosas, evitar que otros formadores de precios retoquen los suyos generando presiones alcistas sobre la tasa de inflación.
En este marco se encuadran los intentos del gobierno de mantener artificialmente bajos los precios de algunos servicios públicos como la provisión de energía eléctrica, gas natural, transporte público, entre otros; mediante una gran maraña de subsidios, lo cual luego termina por impactar en el resultado fiscal contribuyendo a un mayor déficit.
Esta forma de proceder no es una novedad, ya que ha estado siempre en el centro de la política económica del kirchnerismo como una forma de contener los efectos devastadores de un nivel elevado de inflación y contribuir al sostenimiento del poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores. Bajo una política de subsidios e inflación que se prolonga en el tiempo es casi inevitable que se generen distorsiones en los precios relativos.
Con esto no se quiere desconocer el importante rol que juegan los subsidios como herramienta en la política de ingresos, mejorando la distribución y corrigiendo inequidades y desigualdades.
El proceso inflacionario que vive la Argentina provocó que en los últimos siete años los precios de los bienes y servicios aumentaran en más del 350% (por un factor de entre 3 y 4).
El problema de la inflación es que hace que no todos los precios aumenten en la misma proporción. Además, estos movimientos no se fundamentan en un cambio en la productividad (oferta) o preferencias (demanda), sino que más bien responden a la capacidad que tiene cada sector de anticiparse y trasladar el aumento de precios de su respectivo mercado.
Asimismo, la incertidumbre generada por el aumento del nivel general de precios afecta las decisiones de inversión, inclinando la balanza sobre las de más corto plazo. Al no contar con cierta previsibilidad se torna más difícil inmovilizar capital a largo plazo, algo necesario para evitar cuellos de botella en la oferta agregada que aumenten las presiones sobre los precios.
El gobierno también distorsionó los precios relativos con regulaciones en distintos mercados, prohibiciones de exportar, restricciones a las importaciones, etc.
Algunos ejemplos
• Las tarifas de servicios públicos están hoy en el centro de la escena y la razón es que han quedado muy atrás en relación con su precio histórico gracias a la mencionada política de subsidios. En este sentido es el rubro del transporte uno de los que muestran mayores distorsiones que se reflejan, en parte, en las significativas diferencias del precio del boleto entre el área metropolitana y otras regiones del país para una misma distancia. Un ejemplo de distorsión dentro del mismo sistema de transporte se da entre los colectivos de larga distancia y las aerolíneas. Volar por LAN ida y vuelta a Buenos Aires desde Neuquén cuesta alrededor de $ 1.400, mientras que el mismo trayecto vía terrestre ronda supera los $ 1.600 en un servicio ejecutivo. Si la gente valora el tiempo que se ahorra, entonces se está incentivando la demanda de vuelos.
• Combustibles. La evolución del costo de las naftas de YPF durante el 2013 constituye un ejemplo contundente de cómo algunos precios están recuperando el tiempo perdido… y, a su vez, de la necesidad de actualizar los valores para obtener recursos para destinar a inversión. Esta actualización busca transformarse también en una señal positiva para los potenciales socios que puedan aportar los dólares que necesita Gallucio.
• Los precios agrícolas se ubican hoy, por las retenciones y las regulaciones de comercio exterior, por debajo de las cotizaciones internacionales.
Este año, el trigo le dio una lección al gobierno de cómo una distorsión de precios relativos puede llegar a generar una situación de escasez que luego impacta en el bolsillo del consumidor. La oferta insuficiente del cereal, debido en parte a la menor superficie cultivada, provocó un alza del precio de la harina en los últimos meses del 2013, con el consecuente impacto en el pan y otros subproductos. En el caso del primero, pasó de valer 10$/kg a 20 $/kg en pocos días.
• El tipo de cambio es otro de los precios desajustados, más que nada porque por mucho tiempo se lo utilizó como ancla nominal.Cuando comenzó a ser un bien escaso, el gobierno lo empezó a corregir vía cantidad a través del cepo cambiario y desde noviembre lo “liberó”. El fuerte ajuste en la tasa de devaluación durante noviembre y diciembre puede interpretarse como un intento del gobierno por empezar a corregir los desequilibrios en los precios relativos. Este aumento contribuye a mejorar la competitividad de los sectores exportadores, pero al mismo tiempo incrementa el costo de bienes e insumos importados, lo cual, en el corto plazo, puede traer una aceleración de la inflación.
Tiempo de correcciones. El gobierno es consciente de esta realidad – distorsión de precios relativos– y de a poco comenzó a abandonar el relato, aunque fue más por necesidad que por convicción.
La conexión entre precios relativos y deterioro fiscal se expresa a través de la cuenta de subsidios económicos, que alcanzaron a 99.445 millones de pesos en el 2012 y 101.281 mil millones en los primeros diez meses del 2013 (principalmente energía y transporte). Con tarifas planchadas, entre las que se destacan las de energía eléctrica, no sorprende el fuerte incremento de los subsidios otorgados al sector en el último año (65,2% interanual). Los problemas en los precios de la energía se trasladaron al sector externo disminuyendo el superávit comercial y al mismo tiempo la única fuente genuina de reservas.
Hay un cierto consenso en cuanto a la necesidad de disminuir los subsidios a la energía, que han generado pocos incentivos a la racionalización de su uso y hoy beneficia proporcionalmente más a las poblaciones de zonas urbanas de ingresos medios a altos. Su eliminación debiera ser gradual, selectiva para perseguir el objetivo de equidad y eficiencia. El Estado está casi obligado por la realidad a abandonar el relato y el modelo para avanzar en la recomposición de los precios relativos, y debe hacerlo a través del diseño de una política económica. Es el gobierno el que debe encarar, dirigir y administrar la corrección de precios relativos, de manera tal que en el proceso se contemplen aspectos como gradualismo, inequidad y minimización de costos. Lamentablemente en nuestro país prácticamente todo se hace por “shock”. (Redacción Central)
Economía en problemas
Comentarios