¿Será Colombia el próximo Chile?
Préstenle atención a Colombia. Tras la aplastante victoria electoral del presidente electo Juan Manuel Santos podría seguir los pasos de Brasil, Chile y Perú y convertirse en la próxima estrella económica de Latinoamérica. Es verdad que muchas cosas pueden salir mal, incluyendo un resurgimiento de la violencia guerrillera y de las tensiones con Venezuela y Ecuador. Pero varios observadores bien situados me citaron cuatro razones por las que Colombia podría despegar bajo el gobierno de Santos. En primer lugar Santos, quien recientemente fue ministro de Defensa del presidente saliente Álvaro Uribe, ganó con casi el 70% de los votos y con dos millones de votos más que los que obtuvo Uribe en su última elección. Eso le dará una sólida mayoría en el Congreso, lo que le permitirá atraer inversiones con garantías de continuidad económica y embarcarse en ambiciosas reformas en el campo energético, de la salud y de la educación. Colombia es ya el cuarto mayor receptor de inversiones extranjeras de Latinoamérica –después de Brasil, Chile y México–, según un reciente informe de las Naciones Unidas. Y muchos economistas creen que Santos logrará cumplir su promesa de campaña de llegar a un crecimiento económico del 6% en dos años, porque su primera prioridad será la economía. A diferencia de Uribe, que es abogado de profesión, Santos es un economista graduado en la Universidad de Kansas y de la London School of Economics que empezó su carrera gubernamental como ministro de Comercio Exterior y luego fue ministro de Finanzas. No resulta sorprendente que su primera designación haya sido la de su futuro ministro de Finanzas, Juan Carlos Echeverry. En segundo lugar, es posible que Santos tenga mejores posibilidades que Uribe de conseguir que el Congreso estadounidense ratifique el acuerdo de libre comercio firmado por el ex presidente George W. Bush y Uribe en el 2006. Los demócratas en el Congreso de Estados Unidos se han negado a ratificar el acuerdo por las violaciones de los derechos humanos cometidas contra los sindicalistas en Colombia. “Santos se va a entender mejor con los demócratas porque no tiene una historia (de tensiones) con Obama y Clinton”, me dijo esta semana el ex presidente de Colombia César Gaviria. Sin embargo, fuentes del Congreso de Estados Unidos me dicen que la mayoría demócrata del Congreso no someterá a voto el acuerdo antes de las elecciones parlamentarias de noviembre y que lo que ocurra después dependerá del resultado de esas elecciones. En tercer lugar, Santos tiene una personalidad menos mercurial que Uribe y es probable que alivie las tensiones tanto a nivel nacional como con los países vecinos, afirman los observadores. “Ya hay un nuevo clima en el país, de menos polarización –me dijo Gaviria–. La gente siente que el nuevo gobierno no va a estar comprando los pleitos de Uribe con las organizaciones no gubernamentales (de derechos humanos). Y Santos tampoco se va a dejar aislar internacionalmente, como Uribe”. En cuarto lugar, Santos prometió en su discurso de aceptación luchar contra la impunidad y mejorar los vínculos presidenciales con el sistema judicial, para mejorar la situación de los derechos humanos. José Miguel Vivanco, director de asuntos latinoamericanos del grupo de monitoreo Human Rights Watch y uno de los más conocidos críticos del desempeño de Uribe en el campo de los derechos humanos, me dijo que “Santos es un pragmático, que si recibe señales fuertes de la comunidad internacional con respecto al tema de derechos humanos probablemente responda de manera más positiva que el presidente saliente”. No obstante, Vivanco añadió que en la comunidad de derechos humanos existe preocupación por la promesa de campaña hecha por Santos de permitir que sean las cortes militares las que juzguen a miembros de las fuerzas armadas acusados de violaciones de los derechos humanos y por sus declaraciones a favor de subordinar la fiscalía general al Poder Ejecutivo. Mi opinión: no comparto la opinión generalizada en Colombia de que Santos será capaz de mejorar las relaciones con el presidente venezolano Hugo Chávez, porque éste seguirá necesitando un enfrentamiento permanente con Colombia para distraer la atención de sus problemas internos y para poder justificar su gobierno cada vez más autoritario. Además, Santos me dijo en una entrevista reciente que él y Chávez son “como el agua y el aceite”, y esos dos elementos no se mezclan por más que uno trate de combinarlos. Pero creo que existe por lo menos un cincuenta por ciento de posibilidades de que Santos le dé un empujón a Colombia, aprovechando la estabilidad económica que heredó, el mandato que acaba de recibir en las urnas y su experiencia en el manejo de la economía. Si le va razonablemente bien, Colombia podría ser la próxima estrella emergente de la región. (*) Analista internacional
ANDRéS OPPENHEIMER (*)
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