Si se promoviera la limpieza urbana, la ciudad luciría mejor

La gente no tiene cómo ayudar. Faltan papeleros en todos lados.

CIPOLLETTI (AC).- No brilla. Pero se puede decir que el centro de Cipolletti es limpio. Casi no se ven papeles ni basura en las calles y la imagen que devuelve a sus vecinos y visitantes en general, es buena.

Pero, ¿se trata de conciencia ciudadana?, ¿es limpia la ciudad porque no se ensucia? o ¿es limpia porque se limpia?

Esta última es la respuesta. La gente ensucia y los barrenderos limpian. De todos modos, aunque haya deseos de dejar la basura en su lugar, no se sabe dónde.

Sólo en la plaza principal, recientemente reinaugurada, se ven algunos papeleros. En el resto de las calles céntricas, nada.

El municipio gasta importantes sumas de dinero para mantener al equipo de barrenderos que recorre diariamente las calles cipoleñas.

Estos empleados son necesarios, como en todas las ciudades, pero mucho más lo son los 'tachitos' para facilitar las cosas.

«Creo que habría que poner al menos un recipiente en cada calle del centro y en las principales arterias de los barrios, como en La Esmeralda y la Esquiú, que tienen mucho movimiento comercial», opinó el máximo responsable de las Juntas Vecinales de la ciudad, Luis Pradena.

El dirigente, que tiene a su cargo todas las entidades barriales, dijo que no sería mala idea proponerle a los comercios que colaboren económicamente para instalar los papeleros. «A cambio tendrían la publicidad en los tachitos», opinó.

Pero eso no basta. También hace falta un poco de docencia para evitar que la gente ensucie.

Al atardecer, luego de varias horas del paso de los empleados municipales, se descubre que la conciencia ciudadana no es tan admirable como parece. Empiezan a aparecer plásticos, papeles, paquetes de cigarrillos, y todo tipo de desperdicios. Si bien no se acumula una gran cantidad, porque en poco tiempo resurgen los escobillones municipales, demuestra que la gente no ayuda.

Y si esto sucede en el centro, qué decir de los barrios, donde además hay otras cosas de qué preocuparse.

Servicios Públicos, cuando estaba e manos del ahora intendente municipal, tuvo la ingeniosa iniciativa de colocar contenedores en diversos sectores. La idea era que la gente arrojara allí los escombros y desperdicios no orgánicos para que diariamente la municipalidad los llevara al basural. Se pretendía así evitar que se taparan de desechos los terrenos baldíos de las inmediaciones.

Pero la propuesta no fue del todo feliz. La gente empezó a tirar de todo y los lugares se fueron convirtiendo con el tiempo en mini-receptores de cirujas, quienes no sólo retiran lo que les sirve, sino que realizan quemas y desparraman. Y los perros, ayudan.

Si la intención era acercarle el basural a los vecinos, se logró. Si se quería mantener la limpieza, no.

Uno de los contenedores que más críticas genera es el que está en Circunvalación casi ruta 65, cerca del barrio residencial Los Tordos II.  Los vecinos no pueden ni abrir las ventanas cuando corre viento porque el humo les invade las casas.Y algo parecido ocurre donde están asentados los otros, también muy cerca de las viviendas. «Tienen que reubicarlos», opinan los vecinos.

Y si de quemas se trata, la basura es más compleja y peligrosa aún en el basural, donde diariamente se destruyen a cielo abierto kilos y kilos de residuos patógenos. Ahora tratan de gestionar un acuerdo con Neuquén para incinerar allí, pero todavía falta mucho para lograrlo.

Esto es problemático, engorroso. Y seguramente llevará tiempo -un peligroso tiempo si se tienen en cuenta los riesgos- hasta que se defina. Sin embargo hay otros aspectos más sencillos de abordar: tachitos en las esquinas, reubicación y control más estricto de los contenedores y, sobre todo, amplia colaboración de los vecinos. Porque la limpieza también depende de una actitud. 


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