Simón Rodríguez, un «condottiero» sudamericano

El último libro de Pedro Orgambide, "El maestro de Bolívar. Simón Rodríguez, el utopista", agrega desde el título dos nombres a su amplia galería de personajes iniciada en 1954 con Horacio Quiroga, que se continuaría luego con Ezequiel Martínez Estrada, Raúl González Tuñón, Borges, La "bella" Otero, Carlos Gardel y Leandro N. Alem.

Buenos Aires.- Desacralizando géneros literarios, cruzando la ficción con el libro de historia, la crónica periodística con la biografía, Pedro Orgambide se mueve como pez en la tinta. Su peculiaridad deviene estilo: el montaje. Esa técnica le permite orquestar diversas voces en un entramado, donde se torna difusa la frontera entre la realidad y la imaginación.

A la hora de ejemplificar elige el «Facundo» de Sarmiento que es, alega: «novela, ensayo, alegato político y también historias de vida, la de Facundo y la del gaucho».

En su nuevo libro «El maestro de Bolívar. Simón Rodríguez, el utopista», el autor de novelas como «Hacer la América» y «La convaleciente», entre otras muchas, se desliza gozoso, agitado, por la respiración de un personaje que se desdobla constantemente: escritor, hombre de acción, conspirador, obrero gráfico, mujeriego, fabulador de historias, traductor, vendedor ambulante y, sobre todo, una categoría un tanto olvidada: guía intelectual.

Para Orgambide, la impronta del venezolano Simón Rodríguez -«una especie de condottiero sudamericano»- resume a un hombre: «Que toma conciencia en qué parte del mundo le toca vivir, que necesita reunir un saber inabarcable, enciclopédico, propio de la Europa de fines del siglo XVIII comienzos del XIX, con las vivencias de Venezuela y esta tierra latinoamericana, un continente mestizo».

Quien enseña a mirar se convierte en un conductor; Simón Rodríguez se pregunta: «¿Podré enseñar lo que apenas intuyo?», sin abandonar su profunda vocación de enseñar. Añade Orgambide: «Sí, tiene un aire renacentista, podría ser un heredero de los enciclopedistas. Seguramente es contemporáneo de los primeros socialistas utópicos; él mismo es considerado como el primer socialista utópico de América Latina».

Pensamiento y acción se conjugan en la intensidad de un personaje que sorprende por un deseo desbordado de vivir y de conocer: Orgambide traza este perfil alternando la voz del narrador con la del propio personaje en una novela que alterna narrativa y periodismo, porque narra y comenta.

«Es un ardid literario que utilicé en otros libros -explica-. Hay un momento que voy contando en tercera persona como un narrador omnipresente, pero cuando estoy metido en el personaje siento la necesidad de pasar a la primera persona como si fuera él; de ponerme en su lugar, el de un personaje risueño, placentero, dionisíaco, contradictorio a veces».

La relación maestro-discípulo con Simón Bolívar entraña un diálogo de iguales, una aceptación mutua y, por ende, una intuición del libertador sobre aquel que le imparte saber.

«Incluso Bolívar admite los errores y caprichos de Simón Rodríguez, sabe que hace todo por una causa superior. Es consciente de esa manera gozosa de dar conocimiento (su maestro canta mientras enseña matemáticas) y de esa búsqueda que lo llevó a afirmar: «O inventamos o erramos»», apunta Orgambide.

El maestro de Bolívar llegó a escribir numeroso textos sueltos y un libro, «Luces y virtudes sociales»: «Un volumen de ideas por el cual fue visto como heterodoxo y que podría considerarse precursor de las Ciencias Sociales en América Latina. Era lo opuesto a un pedagogo clásico, era un heterodoxo que escribe poemas, artículos, cuentos, instala colegios en Chile, Perú, Venezuela».

Y agrega: «Le interesa sobre todo el estudio en la primaria para sacar del analfabetismo a un pueblo sojuzgado. Afirma que un labriego sin educación es prácticamente un esclavo. Dice: «El día que tenga educación el indígena dejará de ser el indito».

El autor de «El maestro de Bolívar», narra la vida del guía que a su vez cuenta la vida de su discípulo. No se puede hablar de uno, sin referirse al otro.

«Hago la biografía del biógrafo de Bolívar. Están los dos. Al inicio del libro transcribo una carta de Bolívar a Simón Rodríguez en la que expresa el corolario de esa relación: «Usted formó mi corazón para la libertad (…) no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Usted me ha regalado»»destaca.

Bolívar siente devoción por su maestro, » y a lo largo de su vida pasa de ser el hijo intelectual de Simón Rodríguez, a ser su padre protector».

De espigarse las sentencias a las que alude el libertador, podría salir de la novela de Orgambide un registro de proverbios. Una muestra de ese pensamiento conciso son estas frases: «respeto y admiro a los iluminados, a los poseídos por su verdad». «Bolívar fue la espada que prolongó mi pensamiento».

«Es curioso que al hablar de las instituciones, el único ausente sea el pueblo». (Télam).

Jorge Boccanera

Fascinación por su personalidad

Para el escritor Pedro Orgambide el personaje de su último libro, Simón Rodríguez, siempre lo atrajo por su itinerario abierto «tanto a la plenitud como al riesgo».

«Como novelista me fascinó un bastardo, un hijo natural que a los catorce años empieza una especie de gran peregrinaje por el mundo. Está en Europa cuando la revolución francesa, con grandes amores, se casa precozmente, tiene hijos, es preceptor de Bolívar, está en el primer levantamiento de Venezuela, difunde los derechos humanos, tiene diferentes aventuras políticas y amorosas», relata.

El personaje de su novela es, para Orgambide, «un precursor a veces delirante, que tiene un par en la figura del cubano José Martí, y más cerca en el tiempo, del intelectual español Rafael Barret por tierras sudamericanas, y todavía más cerca, de Ernesto Guevara, sobre todo -explica- en su peregrinaje por varios países de América Latina como hombre de varios oficios, médico, fotógrafo».

Sobre su exhaustiva investigación, dice haber contado con un apoyo invalorable: «Tuve suerte de contar con colaboradores como Javier Fernández, que fue mi preceptor en el colegio Bartolomé Mitre donde yo era uno de los peores alumnos. Pero ni él es Simón Rodríguez, ni yo Bolívar. El me dio todo el material que tenía».

Por otro lado, «Dardo Cúneo, quien dirigió el Instituto de Investigación Simón Rodríguez en Venezuela, y finalmente Miguel Unamuno, director del Archivo Gráfico de la Nación. Estas personas me dieron toda la bibliografía, inclusive documentos».

De Simón Rodríguez existen varias biografías, la más conocida es una novela del venezolano Uslar Pietri, «La isla de Robinson». Hay que tener en cuenta de que es profusa la bibliografía sobre Bolívar y que allí siempre se está hablando de su maestro». (Télam).


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