«Sin la música no sé qué sería de mí»

Chucho Valdés se presenta hoy a las 21.30 en el Español de Neuquén.

Pianista, compositor, líder de bandas, profesor de música y presidente del Festival de Jazz de La Habana, Valdés llegó a Buenos Aires después de tocar en Lima. Dormitó algo en el avión y de Ezeiza al hotel, saltó derechito a la cama. Al filo del mediodía de ayer salió a rehacer sus lentes, un imprevisto que alteró su apretado programa de entrevistas y trabajo musical, previo al primer concierto de su minigira por la Argentina -hoy en Neuquén- que se completa con sus presentaciones del sábado y domingo, en cuarteto y junto con su hermana y cantante Mayra Claribel Valdés, en el Sheraton BA.

«Hace tiempo que Mayra hace esto con Irakere y conmigo, y pienso que es como Sarah Vaughan y su trío o Ella Fiztgerald con el trío de Oscar Peterson. Si bien ha existido toda la vida dentro del jazz, no ocurre lo mismo en el latin jazz; aquí es la primera vez que se hace, pero como me gusta hacer lo que casi nunca se ha hecho… ¡Me encanta experimentar! Y creo que el experimento, además, ha tenido un buen resultado que ya verán en Neuquén».

– Por otro lado no es sencillo para el músico acostumbrado a tocar con la potencia de los instrumentos, incluso amplificados, adaptarse a la voz humana y su menor volumen.

-Tú recuerdas el disco Return to Forever (72) de Chick Corea, con Flora Purim o con su señora Gayle Palmoré (en Afternoon of a Georgia faun), pues ahí se hizo… De modo que dentro del latin, yo soy el primero en hacerlo. En el compacto que ganamos el Grammy, está Mayra haciendo una versión de «Drume Negrita». Fue sensacional la acogida y la innovación. Adaptarnos a la voz fue fácil, se puede hacer perfectamente sobre todo con ella, que canta el mismo estilo que hacemos nosotros. Frasea como los instrumentos.

Cuenta la leyenda que Chucho comenzó a tocar piano a los tres años -corría 1944- de la mano de su padre Bebo, también pianista y compositor, director de la orquesta del Club Tropicana de La Habana, donde lo vio actuar junto con algunas de las mayores figuras de la música norteamericana: Dizzy Gillespie, Ray Brown, Milt Jackson, Buddy Rich, Sarah Vaughan y Nat King Cole. Cuando su papá emigró a Estados Unidos en el «60, Jesús permaneció en su tierra natal y formó, en 1967, la primera Orquesta Cubana de Música Moderna; hogar para músicos como él, interesados en los ritmos tradicionales de la isla, que buscaban tocar jazz y explorar otros estilos.

El saxofonista Paquito D»Rivera y el trompetista Arturo Sandoval también la integraron hasta 1973, cuando los tres crearon Irakere para fusionar estilos cubanos, rock, funk, clásico y jazz. Fue el primer grupo cubano que firmó para un sello estadounidense y su elepé debut realizado en el «78 ganó un Grammy.

«Desde que tengo uso de razón, recuerdo haber tocado piano. Es lo más importante de toda mi vida. Hay cosas de mucha importancia, pero yo sin eso no (duda), no sé qué sería de mí».

– Como familia y siete hijos, por ejemplo.

– Tiene una importancia paralela; la misma, pero diferente. (Se detiene unos segundos) Ya están grandes mis niños… El mayor tiene 36 y el menor 16. Como yo empecé a trabajar muy joven, a los catorce años, ya profesional con la orquesta de mi papá; están adaptados a mi vida y hemos logrado -dentro de eso- pues ajustarnos y hacerlo todo sin problema.

Dos de los siete descendientes de Chucho Valdés son músicos, pianistas precisamente. ¿Cómo vivirán la relación con el padre, prestigioso artista en Cuba e internacionalmente, con el peso de su nombre y su extenso currículum? «Tiene la ventaja de que los puedo ayudar mucho y orientar mejor. Mi historia puede pesarles, pero es bueno, porque los va a obligar…»

– ¿En la relación con tu padre fue así también, te obligó?

-Entre mi padre y yo ha sido (se nota la emoción en sus ojos) una relación increíblemente bella. Ha sido un amor mutuo. Yo siempre quise que estuviera orgulloso de mí, desde que era niño, porque yo siempre (remarca elevando la voz) he estado muy orgulloso de él».

– ¿Llegó a confesártelo alguna vez?

-Sí, como no. Tuve esa suerte de que me lo dijera y de decírselo. Yo tengo una niña (Leyanis) que estudia piano clásico en Italia, la más pequeña de las hembras, tiene 19 años y en el 2002 obtiene el doctorado instrumental. Está terminando piano clásico y ya ha ganado cuatro concursos internacionales en Europa. Además toca jazz, música cubana, compone. Para mí, lo mejor de la familia…».

El tango en el piano, un reto difícil

Ya por el comienzo de los «90, el rock estaba entrando en Cuba y en La Habana se podía escuchar su beat mezclándose con la rumba, el son y la guajira. «Hoy también se suma el rap, señala Chucho Valdés. Hay público para ese ritmo, pero también para tango. Las nuevas generaciones se han volcado a la obra de (Astor) Piazzolla y Dino Saluzzi y hay también gente mayor entre los que -en los jóvenes un poco menos- sigue siendo favorito (Carlos) Gardel, Hugo del Carril, Libertad Lamarque, los hermanos (Juan y Francisco) Canaro, toda la historia linda que tienen ustedes en la música de Buenos Aires. El tango en el piano es un género bien difícil, complicado para nosotros los cubanos, quiero decir ¿tú podrías recomendarme alguna grabación para llevarme?»

– Cualquiera de Horacio Salgán con orquesta o en dúo con Ubaldo D»Elío.

-Me han hablado mucho de él, pero no tengo un solo disco y estoy loco por conocerlo.

Caminar por la cuerda sin red

Individualmente, Chucho editó dos discos de 45 rpm para RCA Victor a los 18 años; en 1993 grabó «Sólo Piano». En EE. UU. registró otros dos, «Bele Bele en La Habana» de 1998 y «Bryumba Palo Congo» del «99. En abril de 2000 editó su cuarto CD, «Live at the Village Vanguard», con el que conmemoró sus 58 años. Bryumba Palo Congo es otro capítulo de su permanente exploración en las influencias africanas, españolas y norteamericanas en el jazz afrocubano. «Mi toque ha cambiado a medida que manejo el fraseo jazzístico. McCoy Tyner y Bill Evans son enormes influencias para mí», confiesa. Como McCoy Tyner, Valdés hace tronar las cuerdas y punza con luminosos arpegios y, como Bill Evans, puede hacer que el teclado sea un arco iris de armonías impresionistas y melódicos colores.

«En los conciertos, toda la improvisación, la cosa caliente, la verdad sale, porque como lo hiciste, queda. En grabación tenemos la ventaja de ir adelante, atrás, tú miras hasta que queda como quieres. Cuando oyes un disco en vivo, tiene otra temperatura, puede que te haya salido mejor, súper mejor o no tan bueno, pero lleva la fuerza que pusimos y sentimos», explica.

– Sería algo así como caminar sobre una cuerda sin red y con ella…

«Exactamente (estirando la primera e). El vivo es como el trapecio sin red. Si caes, ya tú sabes… La emoción es más fuerte cuando te tomas de la mano de tu compañero después de volar por el aire. Es más peligroso sí, pero se goza más». Después de Neuquén y Buenos Aires, Chucho y Mayra Valdés, con el cuarteto que completan Lázaro Rivero Alarcón en bajo acústico, Ramsés Rodríguez en batería y Yaroldy Abreu Robles en percusión, viajan a San Pablo.

Eduardo Roulliet

Foto: Chucho le confesó a «Río Negro» el reto de la improvisación y habló de su infancia y sus hijos.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios