Adiós al Gallego, el héroe de la Ruta 6

Roberto Hernández, el querido Gallego, partió de este mundo días atrás. Vivía en un puesto a 25 km de Casa de Piedra y era famoso por ayudar a quienes se quedaban en el camino con ruedas, baterías y comida. Tenía 72 años y muchos amigos que lo extrañan.

Vivía en un puesto a unos 25 kilómetros de Casa de Piedra, a la vera de la Ruta 6. Tenía 72 años, se llamaba Roberto Hernández y le decían “El Gallego”. Si algún automovilista se quedaba varado en el camino cerca de su casa, los socorría. Les regalaba alguna rueda de auxilio o una batería. Su solidaridad no conocía límites.

Era una especie de samaritano de la Ruta 6. La semana pasada sus amigos de Casa de Piedra conocieron la triste noticia. El Gallego falleció en la Clínica Roca. Lo querían mucho.

“Me enteré por un mensaje, el jueves murió”, expresó con pena Graciela Galindo, dueña del restaurante del pueblo.

“Era una persona gaucha con todas las letras, cuando uno llegaba a su casa te cocinaba huevos revueltos, te ponía pan y te cebaba unos mates”, recordó.

Desde la clínica informaron que llevaba unas dos semanas internado y que hace tiempo tenía que realizarse estudios médicos pero “no los hacía porque se negaba a dejar su puesto”.

Dos años atrás, un 6 de septiembre, cuando un equipo de “Río Negro” buscaba historias de Casa de Piedra pasó por el campo del Gallego.

El paisano abrió la tranquera y luego puso la pava en la estufa y preparó la yerba para cebar unos mates.

Anécdotas

“El otro día tuve que socorrer a un vago que andaba con la mujer. Se había quedado a 15 kilómetros, lo traje enganchado con un carro y se fue como a las 12 de la noche. Vino a pata. Los llevé al Senasa, les pase una batería, y se fueron a la mierda…”, expresó en esa oportunidad mientras calentaba el agua.

Roberto vivía en su puesto desde hace 24 años, y era oriundo del pueblo pampeano de Quehué.

Tenía dos hijos que se criaron en Roca y ahora viven en Neuquén y también dos pequeñas nietas.

Durante aquella nota, mostró los animales que tenía.

Unas 100 vacas entre toros y terneros, también algunas yeguas y unas pocas chivas.

El paisano además vendía salamines artesanales que el mismo hacía, cervezas y gaseosas.

Su familia le había pedido que vendiera todo y se fuera a la ciudad pero el prefería quedarse en su rancho, brindando ayuda al viajero que se queda en el camino, relató ese día durante la entrevista.

“Un día me enteré que vendían esta tierra. Antes no había nada. ¿Sabes lo que hemos pasado acá?: no había agua, alambre ni casas, después empecé alambrar”, recordó el Gallego.

Su lugar en el mundo. El puesto a la vera de la Ruta 6.

“No va a existir otro como el Gallego. El 1° de diciembre, en el aniversario de Casa de Piedra, haremos un homenaje como se merece”.

Graciela Galindo, dueña de un restaurante en la villa.

El recuerdo de sus vecinos

Graciela Galindo, la dueña del restaurante de Casa de Piedra, expresó que sabían que estaba delicado de salud, pero no pensaban que era tan grave.

“Se había comprado una camioneta nueva. Una vez se había quedado dormido al volante pero no le pasó nada gracias a Dios”, contó.

Galindo recordó que el Gallego solía trabajar con un peón que vivía en el puesto. Su jornada arrancaba bien temprano como todo buen trabajador de campo.

“No va a existir otro tipo como El Gallego”, dijo con mucha tristeza. La vecina anticipó que el 1 de diciembre cuando la Villa Casa de Piedra cumpla 12 años, le realizarán un homenaje.

Datos

“No va a existir otro como el Gallego. El 1° de diciembre, en el aniversario de Casa de Piedra, haremos un homenaje como se merece”.

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