Badiou: “En el mundo actual hay una pasión por la seguridad”

El filósofo francés Alain Badiou, sostiene en su último libro, “Elogio del amor”, que de las cuatro condiciones de la filosofía que producen verdad, ese “sentimiento” no es solidario con la hipótesis individualista que lo aleja de la ciencia, la política y el arte.

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En diálogo con Télam, el autor de “El ser y el acontecimiento”, dijo -en el campus Miguelete de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM)donde recibió el título Honoris Causa- que “el amor se construye a partir del Dos, no del Uno” y en consecuencia, en “ese encuentro se produce una suerte de nacimiento del mundo”.

“Ese mundo”, agregó, “es la diferencia misma. Es un mundo que le enseña al sujeto de qué se trata la diferencia”. En ese sentido, el amor “es la experiencia de la diferencia más radical”.

Badiou nació en Rabat en 1937; es profesor emérito de la Ecole Normale Superieure. Entre 1969 y 1999 fue maestro de conferencias y profesor de Filosofía en la Universidad de París VIII.

Publicó, entre otros libros, “El concepto de modelo”, “Teoría de la contradicción”, “De la ideología”, “¿Se puede pensar la política?”, “Teoría del sujeto”, “Manual de inestética”, “El ser y el acontecimiento”, “Lógica de los mundos” y en diálogo con el filósofo y antropólogo Nicolas Troung, “Elogio del amor”, de inminente traducción al castellano.

Además, obras de teatro, dos novelas, un ensayo sobre Samuel Beckett, una reescritura de “Los miserables”, de Victor Hugo, y un volumen dedicado a Richard Wagner.

Badiou es un caballero alto, nada ceremonioso, que cultiva un aspecto de proletario intelectual, muy de acuerdo a su currícula en la que figura su amistad (como discípulo) de Jean-Paul Sartre y de Louis Althusser, Michel Foucault y Jacques Lacan, y su pasión por la verdad revolucionaria.

Aparentemente replegado sobre un tema caro al “individualismo” como es el del amor, el francés no suscribe esa sospecha. Dice: “La verdad del amor es la verdad de la diferencia. En el amor se acepta que llegue a nuestra vida la totalidad del otro”.

La tesis que organiza su último libro “es que el amor se produce gracias a un acontecimiento, una contingencia, un encuentro entre dos sujetos que se va desarrollando como la construcción de un mundo”.

Pero ese mundo “se construye a partir del Dos, no a partir del Uno”. Así, no podría pensarse a su exposición como antiplatónica, porque para Badiou, “en Platón, el amor es una necesidad para la verdad misma”.

“Sólo en el amor se puede transmitir el saber” insiste y advierte que “se necesita una relación afectiva entre maestro y discípulo para que haya una transmisión, no sólo una relación de saber”.

“Existe un lazo entre amor y verdad que agrego, es una verdad de la diferencia, no de la fusión (entre las dos mitades que hacen un cuerpo). En ese punto sí me separo de Platón”, explica.

¿Es en el mundo de hoy una mercancía más? “Y es muy común que lo sea. Este es un mundo de consumo, mercancías y contratos. El amor está amenazado por la susceptibilidad de convertirse en un producto de consumo, como una manera de gozar del otro y también por la ideología contractualista, que mide e indica qué y cuánto se distribuye, sean ventajas o desventajas, para cada uno de los involucrados”.

Badiou, a los 78 años, piensa que “se pretende un amor sin riesgo; pero el amor es aventura y riesgo, no implica certeza. Sucede que en el mundo actual hay una pasión por la seguridad”.

“El amor es una aventura con otro, y por eso necesariamente, implica la posibilidad de sufrir, pero hoy, después de la ola conservadora y reaccionario de los 80 y 90, los sujetos prefieron blindarse contra el sufrimiento”, anota.

Y remata: “Es por esa razón que se elige el goce personal o los acuerdos jurídicos. Entre esos procedimientos, el verdadero amor, el que no es mercancía, el que es riesgo y aventura, desaparece”.

Desde otra perspectiva, Badiou invitado por la UNSAM a dar una serie de clases y conferencias, piensa que América latina es una de las zonas del planeta donde -una vez agotado el paradigma conservador de los 80 y 90 del siglo pasado- están ocurriendo novedades interesantes, y pone el acento más en las reformas estatales que en la práctica política misma.

“América latina está modernizando sus estados. Y existen cosas nuevas. La diferencia menor entre la población y el estado no es un dato para descartar”, asegura el autor de “Lógica de los mundos”.

Y agrega que “los cambios, por ahora, se están dando a nivel del estado, no en el orden político. Es cierto que hay estados mejores que otros. Eso es un avance, sin dudas. Pero no es una invención política. No es un laboratorio político”.

De conocida militancia en la izquierda, el pensador fue discípulo de Louis Althusser Y Michel Foucault, amigo de Gilles Deleuze y del escritor Philippe Sollers, admirador de Samuel Beckett y especialista en lógica modal y matemáticas.

A eso se refiere cuando muestra su interés en “la primavera árabe y los movimientos de indignados en Wall Street y en España”, a los que observa como “síntomas antes que como invenciones”.

Dice Badiou que la transformación del estado en un aparato más racional “es un progreso que conocimos en Europa, que en ese momento no necesitó una transformación política sino otra, estatal”. Esos fueron los años de la posguerra, desde 1945 a 1973, con la primera crisis del petróleo.

“América latina es un territorio interesante para pensar. Pero para eso hay que fusionar política y estado. Y esa fusión clausura la posibilidad de pensar la política en su verdad fundacional. En rigor, en el mundo, la política (reconvertida en gestión) está en crisis”, sostiene.

“Estamos sólo en el principio de una reconstrucción política, en un momento de transición. Después de muy diversas experiencias en el siglo XX. Aclaramos: esas experiencias se terminaron”. Y llegó al aluvión conservador.

“Los años 80 y 90 fueron los de la reacción. Ahora estamos llegando al final de ese momento. Entonces se empiezan a abrir nuevas posibilidades. No se sabe cuáles, pero nuevas posibilidades. Tampoco sabía Lenin que iba a pasar en la ex URSS, o Mao en China. Pero dieron el paso. En ese sentido, el de la novedad, soy muy optimista”, apunta, y retorna.

La política “es la verdad de la comunidad. Amor y política son cosas diferentes. Puedo estar unido a otros, accionar con otros, hablar con otros, pero no se está obligado a amarlos. La confusión entre amor y política siempre es peligrosa”.

“La autoridad, en política, debe someterse a verificación. Puede haber dirigentes mejores que otros, y en ese sentido no tengo críticas. Pero eso no debe ser el resultado de una transferencia amorosa. El momento fundamental de la política es el balance colectivo de la experiencia”, concluye el pensador.

Por Pablo E. Chacón

Télam)


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