En Río Colorado crearon la única bodega patagónica que ofrece restaurante y hospedaje

Ezequiel Naumiec es un emprendedor que comparte su historia y pasión por los vinos y por la Patagonia. Es un valor agregado en la producción rionegrina.

Ezequiel Naumiec (50) es un hacedor neto. Entusiasta, vital y arriesgado. Sabe del disfrute de su ADN emprendedor aunque el pronóstico alerte de la peor helada que esté por caer. El desafío es lo suyo. Se ha convertido en uno de los principales bodegueros de la Patagonia: crear vinos de alta gama y atrevidos es su misión.

“La gente que quiero y con la que me siento cómodo me dice Kelo. Junto con mi mujer, Paula, y el apoyo incondicional de nuestra familia formamos Trina”, una de las bodegas boutiques más lindas del país.

Porteño él, ¿cómo llegó acá, a Río Colorado, a crear vinos? ¿Cuál es su apuesta? ¿Qué valor cree que le agrega a esta región rionegrina que es puerta de entrada de la Patagonia?

“Mi historia con el mundo del vino comienza en San Rafael, Mendoza. Esa provincia me atrapó por sus vinos y la Patagonia por sus viñedos. El mundo del vino tiene una camaradería muy especial y acogedora que me hace sentir cómodo”, comenta.

“Pero cuando conocés bien de cerca y experimentas el día a día de esas pequeñas maquinitas que hacen el vino, las vides, entrás por la puerta de entrada sin siquiera pensar si hay una puerta de salida. Es un mundo fascinante que te atrapa, te hace rehén y cómplice de esa locura llamada “hacer vino”, resalta.

Ezequiel Naumiec, alma mater de la bodega y viñedos Trina, en Río Colorado.

Hay que creer en las casualidades. “O en las causalidades del universo”, aclara Ezequiel. “Vinimos con mi familia a Río Colorado a festejar un fin año en el 2010.
Y en ese festejo, post asado, de esos que te querés acostar vestido, el dueño de casa me dice una frase que creo que nunca la voy a olvidar: “Kelo ¿vamos a visitar bodegas abandonadas, a vos que te gusta tanto el vino y que tampoco dormís siesta?”. Desde ese momento, sin saberlo, empezábamos a formar parte de un gran proyecto”, relata.

En ese recorrido supo que Río Colorado fue, hace mucho tiempo atrás, un polo vitivinícola de excelente calidad y que por los rindes en volumen no eran los buscados en esa época. Sumado a cuestiones políticas y combinadas con otras malas jugadas lo terminaron de borrar del mapa vitivinícola. “Una industria y una historia borrada del mapa me volaron la cabeza y pensé en ese iInstante: ¡que bueno que esto me esto pasando a mí! Desde ese instante supe que volver a Río Colorado a la ruta del vino sería el mejor reto de mi vida”, asegura.

Paula, la pareja de Ezequiel, es otro de los puntales de Trina. Ahora está en plena elaboración de proyectos de bienestar y mindfulness para concretar en la bodega. De este modo amplían la oferta turística de este enclave productivo a la vera del Colorado, en Río Negro.

Estuvo tres años viendo que bodegas abandonadas y chacras de viejos parrales estaban a la venta. De algo estaba convencido: la chacra que ambicionaba tendría que ser costa de río.

“La búsqueda fue extensa y divertida que nos hizo conocer más aún la historia de esta tierra, imaginar la calidad obtenida en aquel momento. La cantidad de hectáreas plantadas con exquisitas variedades, cómo se respetaba el terroir y miles de anécdotas que hoy todavía muchos vivientes de aquella época dorada, susurran en sus visitas a Trina”, comparte.

Atardecer en la bodega, un plan para un fin de semana de paz.

Cuando encontró esta chacra donde estamos haciendo la entrevista supo al instante que “es esta, no es otra”. Era la primera que vio cuando todo comenzó: “después de ver muchas pero muchas más las vueltas de la vida me pusieron nuevamente ahí, en el mejor lugar, para que la vuelta a la vitivinicultura sea fuerte. Con toda la pasión del mundo y con el apoyo incondicional de la gente que nos quiere, era imposible pensar en la rendición. Una chacra en la costa del río, frente a las bardas, rodeada de antiguos viñedos y una bodeguita de barro casi derrumbada con olor a vino y a humedad te hacían vibrar de ganas de hacer”, dice Ezequiel.

Nuestro protagonista está muy enfocado también en la energía, lo natural, la conexión de la persona con la tierra… quizás esta visión hace que su relato fluya de modo mágico y potente.

“Este, el mejor lugar, para que la vuelta a la vitivinicultura sea fuerte”.

Lo acaba de decir. La frase parece hacer eco, retumbar en el agua del Colorado que está ahí nomás, a metros de los viñedos.

“En unos días se cumplen uno 12 años de esta frase y hoy Trina Río Colorado es la bodega que comienza el camino del vino a Río Negro. Gracias al gran apoyo familiar que contamos desde sus inicios fue posible dar inicio a este sueño”.

Agrega que “tuvimos un apoyo genuino del pueblo y en cada visita sentimos esa complicidad en la historia particular de cada uno con esa época dorada de enólogos, uvas finas por doquier, ostentosas bodegas y también para aquellos que hacer vino era parte de una juntada familiar”.

En bodega Trina todo tiene que ver con el vino, con la expresión de Trinar de los pájaros y esa comunión entre ellos y los viñedos. Ellas, las plantas más lindas e inteligentes del mundo, se esfuerzan por dar su mejor fruta para llamar la atención de las aves y depositen sus semillas lejos dando por realizado su compromiso con la continuación de su especie.

“Siendo protagonistas, intervenimos sin alterar ese ecosistema en equilibrio para hacer el mejor vino posible”.

Y él mismo, en persona se encarga día a día que así sea.

“Con la incorporación a la bodega de restaurante y luego de la hostería boutique nuestra misión se convirtió en que nuestros huéspedes puedan sentir esa experiencia siendo protagonista de cada escena. Trina es la única bodega patagónica que cuenta con un ciclo completo (bodega, hospedaje y restaurante) que permite experimentar en primera persona el encanto del mundo del vino. El restaurante y las suites de alojamiento, representando nidos de horneros, anclados sobre la costa del río y rodeados por imponentes viñedos, que les brindan un magnífico entorno”.

Estas suites son pequeñas unidades tipo tiny house separadas unas de otras ubicadas a la orilla del río, a metros de la bodega, con toda la vista del Colorado en frente y los viñedos detrás. Si te toca estar una noche de Luna llena, la escena es cinematográfica. Por ahora son cuatro y la idea es llegar a 12 en un futuro próximo. Cada suite es hasta para dos personas. Muchísimas son las amigas que deciden hacerse escapadas a este paraíso. “Las mujeres valoran muchísimos los detalles de diseño y servicios”, resalta Ezequiel.

“Nuestra vida hoy gira alrededor de Trina y nos sentimos orgullosos de ser parte del equipo que hace posible que los objetivos se vallan logrando. Decimos siempre que somos una bodega nueva entre en viejos viñedos, que recién comienzan a conocerse y juntos transitar el constante caminar y que sustentablemente se hagan los más ricos y atrevidos vinos”.

La galería del restaurante de la bodega Trina, donde también se realizan eventos particulares.

La zona de fuegos del restaurante de la bodega Trina.

Interior de la bodega, al lado del restaurante… un descanso íntimo que lleva la buena charla con una copa de vino en la mano.
El cielo nocturno en la bodega tiene un impacto especial.


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