Los caribeños que mantienen la pasión del softbol en la región

Llegaron por cuestiones de trabajo y se las arreglan para practicar el deporte en lugares no aptos y con horarios desacomodados.

Irse lejos de casa, dejar atrás esas raíces que formaron parte de los primeros años de vida para experimentar nuevos rumbos es un proceso que, para algunos, lleva años. Sin embargo en la ciudad de Neuquén un grupo conformado por 30 extranjeros de nacionalidades muy diversas provenientes de Venezuela, Cuba, República Dominicana y México decidieron unirse para compartir una misma pasión caribeña: el softbol.

Son los llamados Caribes Softbol Club. Una asociación que nació de la iniciativa de un grupo de venezolanos que por el año 2008 decidió juntarse para ejercitar y practicar un deporte que para ellos es “apasionante” y poco común en la zona. A pesar que la totalidad son extranjeros, no dudaron en incluir a través del tiempo a la comunidad neuquina y otras nacionalidades.

Antes y después de cada partido, los Caribes no pueden evitar reunirse en algún bar del centro de la ciudad. En ese momento, un habano, mucha cerveza y la música salsera hacen que por momentos, ese rincón, se transforme en una especie de bar caribeño. De una u otra manera este deporte hizo que vuelvan a revivir un breve momento de sus países natales.

Era la mañana de un domingo soleado de septiembre, como si la primavera viniese a ambientar la situación. Ya estaba por empezar uno de los partidos en Plottier y Luis Ordaz –cubano– tenía que batear la pelota. El habano parecía ser una parte de su cuerpo, porque hasta corriendo jamás lo soltó. “Son nuestras formas de vida comunes, nosotros jugamos a este deporte como esparcimiento, no para competir”, dijo con su peculiar tonada cubana.

Gran parte de los 30 integrantes son profesionales, en su mayoría ingenieros dedicados al trabajo en el petróleo. Por eso, reunirse para jugar solo puede suceder los fines de semana. “Nosotros buscamos la forma de poder juntarnos, algunos trabajamos mucho tiempo lejos de la ciudad, todos tenemos horarios diferentes, un día puede uno otro día otro pero vamos caminando, buscamos a quien incorporar si alguien no puede”, afirmó José Miérez, uno de los el fundadores del equipo de nacionalidad venezolana.

Los inicios

Todo empezó un día, hace diez años, cuando José Miérez iba caminando por la calle Roca donde está el Centro de Educación Física Nº 1. “Ese día me llamó la atención que un grupo de gente haya estado practicando el softbol” recordó. Sin dudarlo un segundo, entró y se sumó a ellos para “guantear pelotas un rato”. Su acento no característico de la zona hizo que los jugadores de ese día lo invitaran a sumar conocidos para practicarlo entre equipos.

“Ahí comenzó todo, contactamos más gente del ambiente, hasta llegamos a tener mexicanos norteamericanos, y claro, tuvimos que ponerle el nombre que hoy nos identifica”, aseguró Miérez.

En sus países, el softbol es un deporte nacional y los más chicos se aventuran en ese mundo jugando con cualquier elemento que les permita batear. Según comentaron, los más chicos utilizan un palo de escoba que usan como bate y unas chapitas para simular una pelota. Poder traerlo a más de 5.000 kilómetros hace que el paisaje árido y frío se convierta en una pequeña porción del caribe, con sus voces, expresiones y costumbres.

Nueve son los jugadores de campo. Los neuquinos por adopción tienen su propio merchandaising.
Juan Thomes

La bola debe tener una circunferencia de 30 centímetros.
Matías Subat

“Somos calientes en el juego y lo que pasa en la cancha queda en la cancha”.

Luis Ordaz, cubano.

La edad para acertar con el bate es lo de menos.
Matias Subat

Un juego caliente y global

Actualmente Los Caribes Softbol Club no disponen de una cancha donde puedan practicar. “Nosotros jugamos de prestado y queremos un lugar no solo para nosotros sino también para enseñarle a los niños y aportar a la comunidad”, expresó Luis Brixio, otro de los fundadores del equipo. Mientras tanto, se las ingenian en los terrenos del paseo del río Limay, o en alguna que otra plaza, donde sabiendo que no son aptas para practicar “lo hacen de todo corazón”.

En cada juego que los Caribes protagonizan, no puede faltar la música, la cerveza y la alegría. Mientras suelta el interminable habano, Luis Ordaz afirmó que como caribeños se caracterizan por tener “una sangre caliente en el juego”. Claramente eso se hace notar cuando están en medio del partido, el tono alto de cada palabra que mencionan a veces termina en un peculiar insulto “pero siempre es con buena onda”.

“Nosotros somos competitivos, y lo que pasa en la cancha queda en la cancha – describió Brixio – luego nos abrazamos nos saludamos y tomamos unas cervezas”. En el transcurso del partido todas esas reacciones particulares hicieron creer a los espectadores que algo iba a terminal mal. Pero esa postura quedó nula cuando sonó el silbato. La risa y los abrazos fueron el trofeo más allá de los resultados.

Son un club de 30 integrantes sin un espacio físico concreto y cuyos elementos se consiguen con la autogestión, donde cada quien ayuda con lo que está a su alcance. Todos los elementos que necesitan para practicar generalmente no se consiguen en el país y si los hay generalmente son muy costosos. “Cuando algún compañero tiene que viajar al exterior nosotros le encargamos que nos traigan el bate, guantes y hasta la pelota” comentó José Miérez.

A pesar de no tener una cancha adaptada a las necesidades, continúan con la práctica de un deporte que incorpora a todas la nacionalidades y generaciones. Porque como ellos mismos dicen: “lo más importante es la integración de la familia. Por que Caribes Softbol Club es una familia”.

Felices por mantener la pasión del juego de sus países de origen.
Matias Subat

Hay equipo

“Hace años estamos solicitando un espacio legal y propio para poder practicar y transmitirle el deporte a la comunidad”.

José Miérez, fundador del equipo.

Datos

“Somos calientes en el juego y lo que pasa en la cancha queda en la cancha”.
30
integrantes conforman el equipo. Hay venezolanos, cubanos, dominicanos y argentinos.
“Hace años estamos solicitando un espacio legal y propio para poder practicar y transmitirle el deporte a la comunidad”.

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