Soledad Drujera y el milagro de la muerte transformada en vida

Vive en Roca. Es la segunda argentina en recibir doble trasplante de hígado. Tiene 9 años y hace 5 recibió el último órgano. Hoy hace una vida normal.

ROCA .- La historia vuelve a repetirse. Un trasplante o una ablación de órganos sensibiliza a la población y la reacción no se hace esperar.

Seguramente más de un habitante de la región se enteró de la ablación que se produjo el domingo en la Clínica Roca luego de que los padres de un chico que se suicidó decidieran donar sus órganos, y volvió a pensar en eso que muchas veces pensó y sobre lo que nunca se decidió: donar sus órganos.

La sonrisa tímida de Soledad lo dice todo. Tal vez sólo con caminar una tarde por las calles roquenses de su mano, contando su historia y mostrando alguna de las fotos de sus primeros años y su imagen actual, con 9 añitos, sería suficiente para que el número de donantes efectivos pegue un salto y reavive la esperanza de muchas de las 6.000 personas que hoy esperan por un órgano en el país.

Soledad Drujera, de Roca, fue la segunda niña en Argentina que recibió un doble trasplante de hígado. Su enfermedad fue detectada cuando apenas tenía cuatro meses. El doctor Carlos Humberto Chiappero fue el que le dio la triste noticia a Luis y Stella, los padres de la nena, pero también el que estableció los contactos junto a los doctores Francisco López Raffo y Horacio Muñoz para que Soledad fuera trasladada al Hospital Italiano de Buenos Aires.

Tenía atrofiadas las vías biliares, es decir, no tenía los conductos internos del hígado, algo de lo que los padres se dieron cuenta cuando comenzó a ponerse amarilla y a perder peso.

La única solución era un trasplante hepático, para lo que había que juntar 75.000 pesos. Reunir el dinero para la operación era la única manera de ingresar en la lista de espera y sólo lo lograron después de que pudieron afiliarla al PAMI, para que la obra social se hiciera cargo de los casi 30.000 pesos faltantes y de los gastos de estadía e internación.

Después de cumplir 3 años y como lo habían previsto los médicos, lograron trasplantarla. Sin embargo el cuerpo de Soledad no se adaptó al órgano y a los tres meses experimentó un rechazo crónico. Los padres creyeron que el mundo volvía a caerles encima. Había que volver a empezar.

«Debíamos tener en cuenta todos los aspectos porque más allá de la salud de un hijo, que no tiene precio, los costos son altísimos y a veces no te alcanza la plata», indica Luis.

Lo cierto es que 14 meses después del primer trasplante, Soledad recibió «el hígado ideal», como lo llama su madre.

Sólo estuvo 13 días en el hospital y luego le dieron el alta.

«Que los trasplantes y las ablaciones exitosas se hagan conocidas hace que la gente se acerque a nosotros, pero todavía falta avanzar mucho, porque la gente no abandona el miedo a declarar públicamente su intención de donar», opina Renán Urdinez, integrante del Club de Leones de Roca e impulsor de la campaña de donación en la ciudad.

Campaña

El padre de la pequeña Soledad, coincide con Urdinez y por eso proyecta para un futuro en el que el trabajo de él y su mujer Stella se los permita, una campaña para dar charlas en los colegios junto a un grupo de especialistas en donación de órganos, abogados que expliquen la legislación actual y sacerdotes que informen sobre la posición de la iglesia católica.

«La intención es que la gente pierda el miedo y se decida a donar sus órganos. No es un paso difícil, basta con charlarlo profundamente en el seno de cada familia», comenta.

Durante la charla en la casa de los Drujera, en las 827 Viviendas de Roca, los padres de Soledad recuerdan la odisea que vivieron hasta hace cinco años y en el tono de sus palabras se advierten las ganas de que muchas familias puedan contar una historia similar a la de ellos.

«La difusión de los trasplantes exitosos o de las ablaciones es muy importante. Recuerdo que mientras estábamos en Buenos Aires y salía a la luz un caso resonante, el número de donantes crecía de forma impresionante y con eso las posibilidades de que apareciera la solución para Sole», dice Luis.

Sin embargo, y tal vez ahí esté el motivo de querer informar a la gente sobre los pormenores de un trasplante, saben que hay un lado oscuro en el tema de las donaciones y que perjudica mucho a quienes esperan por un órgano. «La gente es muy temerosa, siente hablar de tráfico de órganos y se retrae y eso produce que pasen meses sin que aparezca un donante», reflexiona Stella.

Sólo ellos, sus otros dos hijos, la madrina de Sole y los médicos que la atendieron acá y en el Hospital Italiano saben lo difícil que es luchar para lograr que la historia tenga un final feliz.

Hoy Sole tiene 9 años. El 14 de agosto se cumplieron cinco años del segundo trasplante de hígado que le efectuaron y lo único que la hace acordar de su enfermedad es que viaja una vez por mes a Buenos Aires para controlarse y toma algunos medicamentos para no rechazar el hígado trasplantado.

Atrás quedaron 500.000 dólares de gastos, 4 años de vida en Buenos Aires, luchas contra el tiempo y la burocracia y los sinsabores que produce la búsqueda desesperada de los padres para conseguir un órgano que le permita a su hija continuar con vida.

A cambio de eso disfruta de la atención especial que le brindan cada día sus compañeros de cuarto grado en la Escuela 32. Y sus padres, a los que les brillan los ojos cada vez que la ven dar un paso, tratan por todos los medios de difundir el caso de su hija.

Para que la gente tome conciencia de que la historia de seis mil personas en Argentina puede terminar igual que la de Sole.


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