Sonriéndole a la soledad

El director Wes Anderson entrega una historia que, con altibajos, rescata su humor para

Cuando Ned (Owen Wilson) le pregunta a su supuesto padre, Steve Zissou (Bill Murray), porqué nunca lo reconoció, este responde: «Porque odio a los padres y no deseo convertirme en uno». Sin lugar a dudas esta frase sintetiza la búsqueda de respuestas a las complejas relaciones familiares (y de los seres humanos en general) que profundiza Wes Anderson en «La vida acuática con Steve Zissou». Filme que retoma este tema con el peculiar humor cercano al absurdo que el realizador utilizó en sus anteriores películas.

A pesar de ser producido por un gran estudio, este director de 35 años mantiene el espíritu creativo y transgresor del cine independiente. Desde su primera realización, «Bottle rocket» (1996) con Luke y Owen Wilson (este último habitual colaborador en los guiones del realizador), Anderson ha creado un universo propio fácil de identificar. Criaturas solitarias, con serios problemas de relación social, familias disfuncionales y pequeños hechos que servirán como disparadores del conflicto anidan en su visión algo meláncolica pero no desesperanzada. Estos seres establecen vínculos difíciles de catalogar y los diálogos que entablan, en muchos casos, escapan a la comprensión de aquellos que no se zambullen sin prejuicios en el mundo privado del director. Lo que divide las aguas entre sus admiradores a ultranza y los detractores que alegan que su lenguaje es acotado y nada cine

matográfico.

El salto al reconocimiento para este realizador llegó de la mano de «Rushmore» (1998) en la que un improbable trío compuesto por un estudiante, su profesora y un hombre de mediana edad, cosechó auspiciosas críticas a nivel mundial. La soledad como eje central y el humor cercano al patetismo con que está abordada la historia transformó Anderson en uno de esos directores (como Woody Allen o Robert Altman) con los que las grandes estrellas son capaces de trabajar gratis.

Algo evidenciado en el numeroso elenco del éxito internacional, «Los excéntricos Tenenbaum», que ayudó a establecer aún más el inconfundible sello del director.

«Vida acuática» relata la historia de un explorador submarino (Murray en un claro homenaje a Jacques Costeau), que emprende un viaje por alta mar para vengar la muerte de su mejor amigo en las fauces de un extraño tiburón. En la aventura estará acompañado por su habitual tripulación (donde se destaca el personaje de Dafoe), un hijo que aparece luego de 30 años (Wilson), una periodista embarazada (Blanchett) y una esposa algo distante (Huston). El universo de Anderson sigue en pie más que nunca, lo que, en algunos tramos, perjudica a la historia tropezando con esquemas algo reiterativos que le quitan el plus de sorpresa necesario.

Sin embargo es imposible no reconocer en estos seres desolados muchas actitudes tan humanas y contradictorias como la vida misma. Tan felices como tristes. Porque no importa el lugar ni el tiempo, la soledad es una sola y no hay nada mejor que combatirla con humor. (A.L.)

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