«Soy el mismo flaco haciendo música»
Fito Páez vuelve a Neuquén para reencontrarse con su público, esta vez con una propuesta más íntima, ya que presentará su nuevo disco “Moda y pueblo” en dos recitales que dará hoy a las 22 y mañana a las 21 en el cine teatro Español. Antes de su arribo a la capital neuquina, el músico charló con “Río Negro” en una entrevista exclusiva para un medio patagónico. Distendido, habló sobre su disco, la búsqueda musical y su “desconexión” con la prensa.
Siete de la tarde pasadas. Descanso para los instrumentos. Desenchufe hasta después de la charla con «Río Negro». Abrazo, sonrisas tranquilas, recuerdos del último encuentro en Madrid. Cafecitos humeantes embriagan el aire del departamento de Fito, en Belgrano. La instrumentación de su último compacto «Moda y pueblo» afina las primeras preguntas alrededor de la exposición vocal, el cuidado de la afinación y los detalles que oculta la energía de su banda eléctrica.
«Es verdad», ataja Páez, «más que técnicamente, este tipo de arreglos requiere un compromiso emocional muy fuerte. En cualquier cosa en la esté haciéndome el qué… no funciona. Hay que estar en serio metido en el texto, en la interpretación, en consonancia con todos los instrumentos. Y no hay tu tía, porque es madera, cuerdas y voz humana. Todo lo que no sea (sonríe) emocionante no nos interesa. Eso requiere una, no te diría preparación, pero sí una dedicación mayor con lo que hago, a lo mejor, que la del grupo eléctrico donde estoy más cachondo, digamos, disfrutándola más para mí.»
– En la elección del repertorio aparecen otros autores y poetas, y si bien hay temas tuyos, no sos el mismo que cuando los compusiste, ni las emociones que los generaron son las que ahora te mueve cantarlos…
– Por supuesto, pero, contrariamente a algunas ideas que puede haber al respecto, textos como «Mariposa tecknicolor», por ejemplo, han adquirido una dimensión para mí muy importante. Ya la tenía cuando fueron compuestos, pero es inevitable volver a mirarse. Nos pasa a todas las personas, de una manera u otra.
– No siempre…
– Cierto; tengo la suerte de que me pase. Y eso me ha hecho más hombre… Me ha permitido comprender cosas que he escrito, me ha emocionado con la idea del paso del tiempo, y sobre todo con esta canción que habla justamente de eso. O «Muchacha ojos de papel» que podrías verla de infinitas maneras y no deja de ser una hermosa canción de amor atravesando lo tem
poral.
– Verte, ¿implica valorarte de un modo diferente?
– Sí, aunque siempre soy el mismo flaco haciendo la misma música dentro de una habitación. Eso… No lo cambia nadie. El tiempo da un poquito más de dimensión a tu trabajo, le ata un valor agregado que está ligado a la emoción, al pasar de la vida y a la calidad con la que uno aborda lo que va produciendo.
– Hablando de calidad y abordaje, ¿fue una elección trabajar con Gerardo Gandini, una cuestión de afecto, una coincidencia?
– Somos colegas. Cuando nos conocimos con el viejo, hace ya diez años, nos hicimos íntimos en poco tiempo. Nos costó muy poco acercarnos.
– Su hija (Alina) tocaba teclados con vos.
– Claro, en «Circo beat» (94), por ahí vino el contacto. Fue fácil, nada complejo, relacionarnos. El otro día veníamos de Rafaela a Mendoza con el viejo, escuchando «Matita Perê» (73) de Antonio Carlos «Tom» Jobim, arreglado por Claus Ogerman. Y… fue maravilloso. Hacía muchos años que no escuchaba música en silencio con otra persona. Fueron cuarenta y dos minutos en tranquilidad escuchando la obra de otro tipo. Un momento de gran intimidad… Espero que Gerardo no me rete por contar esto.
– ¿Por qué?
– No, bueno, ¡son momentos tan personales y tan hermosos! De paz y gran conexión. Así fue siempre con él, o sea que no podría haber existido una selección de arregladores o directores. Tenemos un vínculo, nos relacionamos hace mucho y de alguna forma, si algo ha aportado a la música popular del país, puede ser la mirada de Gandini sobre cierto cancionero nuestro, que significa una gran irrupción dentro de la historia musical argentina.
– En «Palabras» (último tema de «Moda y pueblo») hablás sobre su contradictorio uso por quienes, por momentos, te atacaron o te alabaron, en tu conexión con los medios…
– Mi «desconexión con los medios -Páez corrige y ríe-. De todos modos, la gente hace. Yo estoy más preocupado por cómo enhebrar un acorde con el siguiente, que en lo que digan algunos medios de mí. De lo contrario, me volvería loco. Y estoy má preocupado por si están bien de salud mis (dos) hijos. Lo de los medios se ha bastardeado mucho. Quiero decir, he vivido mucho en la Argentina y he visto una transformación muy poderosa. Lo único que se ve como gran eje atravesando el tiempo, es una obscenidad progresiva, en la cual cualquiera habla de cualquier cosa. En muchos medios viven charlatanes, esa es la verdad, no gente que tenga un pensamiento vivo y quiera ser parte de la sociedad que desea transformar o mejorar la vida de todos. Eso se les puede objetar, condenar, como una suerte de mirada hipócrita sobre el mundo, intentado bajar una moral que después no corresponden porque están interesados en la primicia, en la casita que se van a comprar para los fines de semana. Eso no hace a una comunidad.
– Varias veces mencionaste el paso del tiempo que se engancha con el tema de Litto («El otro cambio, los que se fueron») cuando dice «si algo ha cambiado eso es nosotros». Quizá cambiamos más que el afuera…
– ¡Qué canción hermosa!. Bueno, Nebbia, solo en un rinconcito ahí, en los últimos años, sentadito al piano, e faso, el vaso de whisky… Nos enseñó un montón de cosas. Inventó la forma de la canción popular contemporánea en castellano, nada más y nada menos. Por supuesto, cuando me vienen con el rock latino y toda esa etiqueta pelotuda del tango electrónico, me da un poco de vergüenza. La misma obscenidad que ves en los medios, se ve en el pensamiento de la época. Incluso me cuesta pensar la etiqueta en términos de producto. Si bien, por supuesto, saco un disco, va a la tienda, a la calle, siempre la idea es más interna. Ahí, en casa, se cocina todo. Aunque lo que no vende, no interesa y no funciona, no debería alarmarnos porque ha sido casi siempre así.
– ¿Seguirás buceando en otras formas musicales?
– Yo acá, en el estudio, tengo un piano acústico, un Rhodes, un Wurlitzer, una (guitarra Fender) Stratocaster y una Gibson. O sea, un día se me ocurre un octeto de cuerdas, un arreglo para lo que sea, y otro, la mayor con la Telecaster… La música es un lenguaje y el tema es saber como moverte con él.
Me he dedicado a toda esa cuestión, he disfrutado y aprendido mucho. Si se me ocurre algo, tengo el privilegio de hacerlo, y si se me plantea otra cosa, también la hago. En general, mis trabajos no me gustan. Cuando termino uno, me parece incompleto, que está mal, que no llegué al cien por ciento. Pero de eso se trata la vida. En ese punto, empezamos a hablar de verdad. Aquel que diga, hice mi mejor obra, son mariconadas, gansadas, vanidades absurdas. Todo el tiempo estamos haciendo cosas fallidas, que no son exactamente aquello que pensamos.
– La disconformidad, ¿es el motor?
– No, forma parte del circuito. Lo que no hay que hacer, es rayarse. Sí meterte al mango cuando estás haciendo y en un momento, dejarlo, y pasemos a otro tema, como decía Andrés Calamaro.
– Pasando a otro tema, ¿ya estás en el disco siguiente?
– En el verano compuse un álbum que está bueno (aún sin título).
– ¿Lo estás grabando?
– No, no, estoy con la gira de «Moda y pueblo» y empezando a producir la película que filmaré en el próximo verano, una comedia chica que voy a rodar en Rosario con muy bajo presupuesto. Me parece que va ser una linda experiencia.
– ¿Te mueve tanto como la gestación musical?
– Una vez Pedro Almodóvar me dijo que era más difícil hacer una película que un disco, después se retractó y las igualó en dificultades, y tenía razón… A lo mejor el cine es una maquinaria un poquito más sofisticada, donde hay mucha gente trabajando y debés estar atento en un montón de áreas. La música podés cocinarla solo en tu casa y después transmitirla, como la escribas, a la cantidad necesaria de músicos. Para eso se inventó el lenguaje y el cifrado musical, ¡leé lo que está escrito y listo!
Eduardo Rouillet
Siete de la tarde pasadas. Descanso para los instrumentos. Desenchufe hasta después de la charla con "Río Negro". Abrazo, sonrisas tranquilas, recuerdos del último encuentro en Madrid. Cafecitos humeantes embriagan el aire del departamento de Fito, en Belgrano. La instrumentación de su último compacto "Moda y pueblo" afina las primeras preguntas alrededor de la exposición vocal, el cuidado de la afinación y los detalles que oculta la energía de su banda eléctrica.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios