Suman 30 los muertos y hay muchos desaparecidos

Los socorristas en una carrera contrarreloj para rescatar heridos de entre los escombros. Confirman que cedieron los cimientos del edificio donde se celebraba un casamiento.

JERUSALEN (ANSA).- Los socorristas comenzaron ayer una carrera contra-reloj para hallar sobrevivientes del derrumbe de un edificio durante una fiesta de bodas en Jerusalén, que causó 30 muertos y unos 300 heridos, mientras crece la sospecha de que fallas estructurales provocaron la tragedia.

Decenas de personas aún se encuentran desaparecidas.

Mientras los socorristas excavaban entre los escombros, se confirmó que no fue el terrorismo esta vez el que hizo correr nueva sangre inocente en la «ciudad santa», sino que cedieron los cimientos del edificio.

Cuatro columnas y una pared divisoria que se habían tirado abajo para aumentar la capacidad del salón son la probable causa del derrumbe ocurrido el jueves por la noche.

La policía detuvo a los cuatro dueños del Palacio Versailles, un ingeniero, dos constructores y un empresario que había iniciado un trabajo de reestructuración.

De los primeros interrogatorios surgió que la catástrofe podría deberse a la falla de las estructuras por los cambios para ampliar el local.

Tal vez podrá ayudar a la comprensión del hecho un video amateur que captó los dramáticos instantes en que el palacio se cae, mientras más de 650 invitados estaban comiendo y bailando.

A la luz del día siguiente, el escenario es casi apocalíptico. Los socorristas, sin embargo, no descartan hallar a gente aún viva entre los escombros: «La experiencia nos enseñó que las bolsas de aire pueden permitir a las personas atrapadas vivir incluso entre dos y tres días», dijo Haim Verter, un militar veterano de los equipos de auxilio israelíes que trabajaron en los terremotos de Turquía e India.

Un ovejero alemán ayuda a Verter, olfateando nervioso un cúmulo de basura, donde tal vez pueda haber rastros. El militar avisa a sus compañeros: los socorristas se ven animados por una luz de esperanza.

Ayer se encontraron otros cuerpos sin vida entre los escombros. Entre ellos los de un niño de entre 10 y 12 años y los de una pareja que murió abrazada.

El trabajo se ve frenado por los crujidos amenazantes que llegan de las columnas aún en pie. El riesgo de nuevos derrumbes es muy alto, y quien busca salvar vidas humanas pone en riesgo la suya propia.

El del jueves por la noche fue el desastre civil más dramático de los 53 tormentosos años de historia del estado judío. «Eramos casi 700 invitados, todo sucedió de improviso -contó Yochi Bar Zani, que escapó milagrosamente a la muerte- se abrió un agujero en el piso que tragó a todos los que estaban bailando. No consigo creer que estoy vivo».

La tragedia parece absurda. El complejo, uno de los más utilizados para fiestas de matrimonio, está intacto en sus estructuras de soporte laterales, mientras la parte central del edificio de tres pisos parece haber sido vaciada.

El cemento del tercer piso, donde los invitados celebraban a los dos jóvenes novios, se derrumbó llevándose consigo los dos pisos inferiores, afortunadamente desiertos en ese momento. Algunas mesas quedaron en pie en las partes del edificio intactas, pintando una escena surrealista para quienes se acercan al lugar por primera vez.

Oren Nissim, de 44 años, habla rodeado de periodistas. Es otro de los que se salvó milagrosamente, porque se había alejado de la sala un minuto antes del derrumbe para fumar un cigarrillo: «Y luego dicen que el tabaco hace mal», comentó esbozando una sonrisa.

Al dolor de quien perdió un amigo o un pariente, a la ansiedad de los familiares de los desaparecidos, se suma ahora la furia por las causas del derrumbe: casi un accidente buscado por quien probablemente sólo pensaba en ganar más dinero.


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