Cavernas y pinturas rupestres a sólo 15 kilómetros de Bariloche

La excursión al cerro Leones, en Dina Huapi, combina el descenso a una caverna a 130 metros de profundidad en un antiguo volcán, con vestigios milenarios y las mejores vistas donde nace la estepa.

Experimentar el interior de una caverna de 130 metros de profundidad en un antiguo volcán, circular por un túnel estrecho que conduce a una laguna subterránea en la más absoluta oscuridad y la búsqueda de pinturas rupestres luego de transitar por senderos y pasarelas, es una propuesta para los amantes de la historia y la naturaleza, a solo 15 kilómetros de Bariloche.

Al dejar atrás la localidad de Dina Huapi, transitando un kilómetro por la Ruta 23 que abre el camino hacia la estepa y la Línea Sur, se accede al cerro Leones, de 987 metros de altura.

La excursión consiste en un recorrido por el cerro a través de un sendero que aporta en todo momento una vista panorámica de la cordillera, el lago Nahuel Huapi, el río Ñirihuau y el comienzo de la estepa.

“Se acabó la comodidad. Arranca la caminata”, advierte risueño el guía de montaña, Sebastián Fricke, al inicio de la travesía delimitada por una bandera argentina. Durante todo el recorrido, aportará un relato puntilloso de la historia, los aspectos geológicos del lugar, datos de la fauna y la flora.


Tres recomendaciones forman parte del momento previo a la largada: que los fumadores se contengan en la excursión, que no se arroje basura y que siempre, sin excepción, se funcione en grupo.

No importa el calor que haga. Siempre recomiendan llevar abrigo porque las cavernas tienen una temperatura constante de 15 grados. “Puede estar nevando afuera y acá tendremos 15 grados”, advierten.

El clima es seco en el cerro Leones. “A veces en Bariloche está lloviendo y acá hay sol. Es el comienzo de la estepa patagónica. No hay tantos árboles pero sí mucha variedad de flores. Cuando llueve, se siente el aroma de todas las plantas. La más aromática es la paramela, una planta medicinal que sirve para aliviar dolores articulares. Los pueblos originarios la usaban como afrodisíaco”, relata el guía divertido.

En esta oportunidad, una familia de Córdoba y tres mujeres de Capital Federal comienzan el ascenso por un sendero de montaña no muy empinado pero que les requiere caminar despacio y observar atentamente el camino.

Algunos datos

2
horas y media, aproximadamente, dura la excursión. Se recomienda usar ropa y calzado apropiados para el sendero.
680
pesos cuesta una visita guiada a la caverna para mayores. Menores (de 4 a 12 años) abonan $340.


“Van a ver muchas mariposas plateadas porque hay una planta donde están las larvas y la famosa rosa mosqueta”, señala Fricke y de inmediato, brinda algunos tips para preparar el tradicional dulce.

En ese lugar, comentan, abundan los “animales de madriguera” como los zorros, las liebres, las mulitas. Deberían haber animales más grandes “pero no los hay porque tenemos muy cerca una localidad como Dina Huapi”.

Dos niños cordobeses prestan especial atención cuando el guía describe el vuelo del águila y la forma en que se queda quieta en el aire, como “si fuera un barrilete”, cuando no hay viento. Y lo más impactante: relata cómo atrapa a una liebre, la levanta en el aire y la suelta porque al caer, se le rompen sus huesos y sirve de alimento.

La tranquilidad de ese lugar perdido ya en la estepa se ve interrumpida cada tanto por las avionetas que salen o llegan al aérodromo.

Es el comienzo de la estepa patagónica. No hay tantos árboles pero sí mucha variedad de flores.

Sebastián Fricke, guía del recorrido.


A la primera cueva, se accede luego de subir unos 500 metros. En ese momento, se explica a los visitantes que el cerro Leones fue un volcán, una chimenea volcánica y que también en ese lugar, se encontraron restos de cenizas de 8.000 años atrás. “Para la arqueología es algo muy importante. Que hayan hecho fuego marca presencia humana. De todos modos, lo más antiguo que hay en la Patagonia son las cavernas en Santa Cruz”, les advierte Fricke.

Cada muy pocos metros, los turistas aprovechan para tomar fotografías no solo de la caverna sino del imponente y diverso paisaje.

“Aquello que ven allá es Bariloche, señala el guía, el que tiene sus cumbres blancas es el Tronador. Si logramos verlo es porque el día va a estar lindo. Las agujas son del Catedral, más allá el cerro Capilla y detrás, la parte más linda del parque nacional Nahuel Huapi”.

La segunda caverna ofrece pinturas rupestres. La gente se agacha para verlas mejor mientras el guía las ilumina con una linterna.

“Los antiguos pobladores eran cazadores y caminaban 15 kilómetros por día en la estepa, buscando alimento y agua. Cuando encontraban una linda piedra que sirviera de refugio las marcaban con dibujos geométricos. Geométricos porque eran fáciles de ver y de otra forma, se confundían las marcas naturales de la roca”, narra.


Enseña también que solo dos aves suelen ingresar a las cuevas. La lechuza del campanario que aguarda la presencia de roedores. Sin suerte porque no hay vegetación en ese sector.

También ingresan colibríes. Y los turistas lo comprueban por sí mismos. En la caverna, advierten un nido de colibrí.

Lo mejor de la excursión queda para el final: la tercera caverna de 30 metros de ancho y 130 de largo que, según relatan, fue ocupada durante más de 8.000 años por los primeros habitantes de la región.

Para llegar al interior de la cueva, es necesario arrastrarse por un túnel de 5 metros de largo. Todos los visitantes deben llevar un casco mientras el guía ilumina el camino angosto con la ayuda de un reflector. “Voy a apagar el reflector por un momento y los invito a hacer silencio unos 30 segundos. Déjense llevar”, propone. El silencio solo en ese momento es absoluto y envuelve el lugar.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios