'Contaminación acústica' factor de trastornos nerviosos y sociales

Estrés, insomnio, falta de atención, irritabilidad nerviosa y alteraciones en la audición, son algunas de las consecuencias que pueden producir los ruidos molestos y sonidos de muy alto volumen.

La contaminación sonora –que consiste en niveles y frecuencias de ruido poco salu

dable– no sólo está presente desde la Revolución Industrial y la urbanización de la población. Tampoco es una condición que caracteriza únicamente a las grandes ciudades.

Por el contrario, ya anduvo perturbando la vida cotidiana en las primeras civilizaciones.

En un documento que emitió la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1999, llamado «Guías para el ruido urbano», expresaba que «el ruido siempre ha sido un problema ambiental importante para el ser humano»: «En la antigua Roma existían normas para controlar el ruido emitido por las ruedas de hierro de los carros que golpeaban las piedras del pavimento y per

turban el sueño de los romanos. En algunas ciudades de la Europa medieval no se permitía usar carruajes ni cabalgar durante la noche.»

Los principales productores de ruido molesto hoy son el transporte automotor y aéreo, las obras en construcción, los sistemas de audio de gran potencia y, en ambientes internos, los sistemas de ventilación, las máquinas de oficina y los artefactos electrodomésticos.

La OMS preparó las mencionadas guías con el objetivo de generar conciencia en los países acerca de los trastornos de salud derivados por la contaminación sonora del ruido ambiental.

El sentido de la audición capta un sonido, que comienza como una onda sonora que ingresa por el canal auditivo, vibra en el tímpano, continúa por el oído medio y llega al oído interno. Este último es en un ambiente líquido, cuyas paredes contienen cilias o vellosidades que se mueven de acuerdo a las señales auditivas, realizando un movimiento similar al de las algas dentro del agua.

Este movimiento es el que permite traducir los sonidos escuchados en una señal nerviosa que interpreta el cerebro.

Aunque suele llamarse ruido a los sonidos no deseados, en realidad no hay diferencia entre uno y otro.

Todas las señales audibles pueden afectar el aparato auditivo y lo suficientemente molestas como para resultar irritantes para el sistema nervioso, según su frecuencia y nivel de volumen.

La determinación nociva de los sonidos o ruidos no se realiza sencillamente a través de un sistema de medición –bajo o alto volumen–, sino que se determina de acuerdo a una serie de parámetros.

Además del volumen, se determina el nivel de presión sonora, que corresponde a las vibraciones del aire que constituyen el sonido y también la permanencia en el tiempo. Los niveles de presión sonora se miden en decibeles (dB).


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