¿Justicia por mano propia?

María Paula Casanova*


Al papa Francisco ha dicho en una entrevista que la pandemia es una de las respuestas de la naturaleza a los seres humanos que ignoran la crisis ecológica.


La obligada cuarentena y sus consecuencias nos pueden ayudar a repensar nuestra relación con la naturaleza. (AP Photo/Francois Mori)

Las fotos de los cisnes en Venecia, los delfines en las playas de Nápoles, la visión del Himalaya nevado en la India y el agujero en la capa de ozono que se va cerrando son una buena noticia para la naturaleza que va ganando en vida gracias al freno que el coronavirus ha puesto a la industria en particular y a gran parte de la actividad humana en general.

Observando este fenómeno junto a que el virus ha hecho estragos principalmente en las zonas más ricas y desarrolladas del planeta -Lombardía en Italia, Madrid, Nueva York- me vino a la mente una pregunta: ¿será que la creación estará haciendo justicia por mano propia?

Mucho he leído en las redes sociales de gente que se alegra de que esta crisis le haya devuelto “vida” a los animales, haya purificado las aguas y el aire. Pero no es la justicia para con el medio ambiente la que resonó en mi corazón, sino la justicia para con los pobres que pagan con sus vidas, debido al aceleramiento del cambio climático, el consumo desenfrenado de nuestras sociedades “desarrolladas” y consumistas, donde el veinte por ciento de la población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesitan para sobrevivir.

El 20% de la población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesitan para sobrevivir.

Millones de pobres en todo el mundo viven en tierras sujetas a la erosión y la desertización o en suburbios contaminados de las ciudades, se ven obligados a migrar en condiciones de absoluta vulnerabilidad, sufren la escasez de agua potable y todo lo que ello lleva conexo: el incremento del precio de los alimentos, enfermedades y muertes por falta de higiene, etc.

Además, son muchos los pobres que, sumado a la situación de vivir en lugares particularmente afectados por el calentamiento del clima, subsisten gracias a reservas naturales y a los servicios ecosistémicos y no tienen otra actividad financiera o recursos que les permita adaptarse a los vaivenes climáticos y poseen poco o nulo acceso a servicios sociales.

El problema del incremento de insectos y plagas debido al cambio de temperaturas también afecta al turismo, actividad que da empleo directa e indirectamente a gran cantidad de trabajadores. En la zona tenemos el problema del hantavirus que se ha visto incrementado por el cambio climático, ya que los inviernos menos crudos han permitido la mayor sobrevivencia de las crías de los roedores transmisores.

Entre el riesgo real al contagio y el miedo de las personas, en el 2019 se vio afectado el turismo en las provincias de Chubut, especialmente en la zona de Epuyén, en Neuquén, en la zona de San Martín de los Andes y en Río Negro, donde desde El Bolsón informaron que por la causa del hantavirus se redujo en un 30% la cantidad de turistas que llegaron en relación a los esperados, lo que a su vez generó la necesidad de reformar la recaudación impositiva para los implicados, acción que seguramente habrá impactado en los servicios sociales.

Si bien las emisiones de CO2, responsables del cambio climático, se redujeron en forma significativa en los países afectados por el coronavirus, esto no significa que sea un avance significativo contra el cambio climático, especialmente porque se perderá todo lo ganado a medida que la pandemia vaya disminuyendo.

Hace unos días, el papa Francisco dijo en una entrevista que la pandemia es una de las respuestas de la naturaleza a los seres humanos que ignoran la crisis ecológica.

Debemos colegir estas declaraciones a las ya expresadas en la Laudato si’: “Un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.

Que estos tiempos de pandemia y cuarentena nos sirvan para replantearnos nuestros hábitos de consumo de manera tal que podamos comprometernos contra el uso indiscriminado de los bienes de la tierra poniéndonos límites éticos y morales de tal modo que nuestro estilo de vida no se convierta en una amenaza para los demás.

*Dra. en Teología, docente de Ucasal delegación Neuquén, misionera de la Comunidad Papa Giovanni XXII.


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