Historias en el Tren Patagónico: dos vidas muy distintas se cruzan en el mismo riel

Fabiana Luz Marin vive en Clemente Onelli a metros de las vías y filmó el Tren Patagónico cuando pasaba. Alfredo Miranda Kleber y sus amigos, son de Buenos Aires e iban en un vagón, como turistas, impactados por el paisaje. Distintas realidades se cruzaban en el mismo sur.

Fabiana en la tranquilidad de su casa escuchaba que el Tren Patagónico pasaba por Clemente Onelli y salió a filmarlo. En uno de los vagones, Alfredo y sus amigos despertaban con el repiquetear de las vías y veían el paisaje solitario, que se comenzaba a pintar de blanco. Sin conocerse, sin escuchar sus voces nunca, sus vidas se cruzaban en un instante, en esas vías, donde la Patagonia se muestra tan completa, como cruda.

Según Fabiana, ese punto, es un paso obligado entre Jacobacci y Bariloche, pero además, un pueblo en el que vive gente de trabajo, curtida por el clima y el aislamiento, que hace patria en la Región Sur de Río Negro.

Uno de los tantos pueblos del país, en los que el Ferrocarril y el tren cumplió un rol primordial en su historia. En la estación, el paso del gigante de hierro, se vivía como el espectáculo público más importante en el ritmo monótono de cada día. Así era en Clemente Onelli, el lugar que alguna vez conoció la fama con un “hola vieja a no sabes de dónde te estoy llamando”, la publicidad de telefonía que lo mostraba solitario y amigable.

Tren Patagónico. Fotos: Fred Miranda Kleber

En los inviernos, el frío hace que los pobladores salgan lo justo y necesario. Fabiana vive a metros de las vías y cuando pasa el tren, escucha la locomotora y le gusta verlo surcar la nieve. Ese día, “estaba todo nevadito”, y con su celular lo retrató para hacerlo viral.

“Por acá pasa temprano, entre las 8:30 o 9. Estoy en un grupo de Facebook que se llama Fanáticos del Tren Patagónico y siempre comparto cosas. Ese día filmé y lo subí y algunos me ponían que parecía una película. Lo vi llegar y dije ‘hay que grabarlo’”, cuenta por teléfono.

En los días del video, a principios de junio, había caído hielo. “No hacía tanto frío, solo 5 grados bajo cero, pero al otro día hacían menos 15”, comenta como si no fuera nada.

Tren Patagónico. Fotos: Fred Miranda Kleber

Describe un poco de su vida en ese lugar. Dice que en el pueblo son unas 36 familias, y “no hay mucha cuadra, ni mucha casa”. Ellos viven sobre la calle principal, que por supuesto se llama Avenida San Martín. Hay un campo, el cauce seco del Arroyo de la Viuda, las vías y la ruta.

“Admiro el tren, me encantaría que volvieran a ser lo que fueron en todo el país. Dan trabajo, son económicos, son necesarios. Siempre decían que daban pérdidas, pero es un servicio. El tren tiene un pasaje económico, sale a las 6 de la mañana y a las 8 llegás a Bariloche”, retrata.

Fabiana y su esposo Pablo llegaron a vivir a Clemente Onelli hace dos años. La iglesia Cristiana Evangélica de Bariloche tiene una casita allí, y cambiaron de vida para hacer una avanzada misionera.

Fabiana y Pablo, en su trabajo de todos los días.

“Llevamos la palabra, ayudamos socialmente, cuando hay que alcanzar cosas, llevar leña, tratamos de estar”, dice. El día del censo eran 77, más algunos adolescentes que estaban en las residencias, y vecinos que estaban haciendo diligencias, cree que llegarán a 100 habitantes.

Hay gas, luz, internet, pasa el colectivo y el tren suma cada vez más servicios. “Vamos a ver como se sigue presentando el invierno. Se sale poco, pero es un lugar de gente buena y trabajadora. Nosotros tenemos un invernadero, pero por ahora, la tarea de sembrar es poca”, destaca acerca de su vida en ese lugar.


En el mismo momento


Mientras Fabiana filmaba desde la cocina tibia del pueblo al que llegó con una misión divina, Alfredo y sus tres amigos amanecían sobre el tren, admirados por la estepa patagónica que se comenzaba a pintar de blanco y entregar paisajes más bellos.

A la altura de Clemente Onelli, se sacaban el sueño de encima. “Somos de Buenos Aires. Todos tenemos cuarenta y pico años, y organizábamos el viaje cuando se rehabilitó el servicio, después del aislamiento de la pandemia. Pero hacer coincidir tiempo, familias, trabajo, fue complicado y pudimos concretarlo hace poco”, cuenta Alfredo desde la gran ciudad.

Alfredo y sus amigos en el Tren Patagónico. Fotos: Fred Miranda Kleber

Uno de los integrantes del grupo tiene un campo en Valcheta. Hace unos años, habían andado por la Meseta de Somuncurá y querían volver a esos lugares.  Por más que costó, el día de viajar juntos llegó.

Volaron a Trelew desde Buenos Aires. Fueron hasta Puerto Madryn, vieron las ballenas, y después siguieron hasta Las Grutas. Tomaron el tren en San Antonio Oeste, cruzaron la Región Sur y al final del camino se encontraron con la nieve.

“Estaba previsto salir a las 10 de la noche, pero salimos a las 11. Son 18 horas en total desde Viedma. Está bueno hacer una parte de noche, cuando amanecía empezamos a ver los lugares más copados para terminar en Bariloche que es muy lindo”, recuerda.

Viajaban dos en pullman y dos en camarotes. Después de cenar, en el comedor estuvieron tomando unas cervezas, charlando y se durmieron un poco tarde.

Los camarotes del Tren Patagónico. Fotos: Fred Miranda Kleber

“La verdad es que súper bien atendidos, rápido, con buen precio. Había menús con entrada, plato principal, en el vagón hay muy buena gastronomía. Y el flan con dulce de leche fue inolvidable. El personal del tren es re copado”.

Alfredo cuenta que el tren tardó en salir, porque estaban cargando un montón de mercadería en un furgón. Reflexiona sobre la importancia del tren para esos lugares y la sensación de lo que sintió al ver a los pobladores en las estaciones cargadas de silencio.

“Pensás, ‘guau hay gente viviendo acá’. Y cuando para de pasar el tren, un pueblo puede desaparecer. Tal vez llevan una canilla, que si no es por ese medio no consiguen, es un medio de comunicación de personas y de recursos, van dejando cosas en los pueblos”, dice.

Tren Patagónico. Fotos: Fred Miranda Kleber

Por otra parte, advierte a otros turistas que son vagones de los 60, que no esperen un lujo despampanante, porque se trata de un viaje de aventura y el valor del pasaje es muy barato.

“Hay mucha gente que le pone onda a esto, para que la experiencia suceda. Es un viaje súper recomendable, vas del Atlántico a la cordillera. Todos los climas, el viento del mar, y amanecer en Onelli con nieve. Todo el camino es lindo. No sé quien grabó el tren pasando por el pueblo, pero yo iba en ese viaje”, concluye.


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