Terrible tragedia familiar al incendiarse una casilla en una toma

Fallecieron calcinadas una joven de 19 años y su bebita de sólo ocho meses. El esposo de la víctima es bombero y llegó al lugar de la tragedia con el autobomba.

CIPOLLETTI (AC).- Mario Ricardo Díaz (22) estaba de guardia en el cuartel de bomberos cuando se recibió el aviso de que había un incendio en el barrio San Sebastián B, una de las tomas de la ciudad. Junto a dos compañeros subió a la autobomba y salió hacia allí, sin saber con qué se iba a encontrar. «Es mi casa, es mi casa», comenzó a gritar desesperado al llegar. Las llamas ya habían devorado por completo la precaria casilla, en la que estaban su mujer y su pequeña beba de 8 meses.

Ambas murieron sin posibilidad de que nadie las auxiliara. «En 15 minutos el fuego destruyó todo», contó Marina, la cuñada de Mario, que vive al lado.

Fueron apenas unos minutos terribles y una desesperación que aún ayer, a horas de lo sucedido, se mantenía intacta. En San Sebastián nadie lograba quitarse de la mente esa imagen desgarradora: los dos cuerpos calcinados y un padre inconsolable, desmayado ante tanto dolor.

Los familiares contaron que horas antes, en la casilla instalada en el lote 22, donde ocurrió el siniestro, habían prendido una salamandra en el interior, pero que la habían apagado. No se sabe si fue esta estufa o bien un cortocircuito la causa del voraz incendio. «En una semana o diez días vamos a tener el resultado de la pericia», informó Osvaldo Lavezzo, jefe del cuartel local. El comisario dijo que esperarán a que Díaz se recupere y pueda brindar algunos datos para sumarlos al estudio que ya está en marcha.

Todo comenzó a las a las 0.10 de ayer. Julio Sosa, hermano de María José Sosa (19), la víctima, estaba en su vivienda cuando notó que bajaba la tensión eléctrica. Le dijo a su mujer que desconectara todo y salió para ver qué sucedía. Allí se encontró con la casa de su hermana, que estaba en el lote aledaño, en llamas.

Sabiendo dónde dormían María José y su beba Loreley Rocío («Loli»), de ocho meses, lo primero que atinó fue a derrumbar a patadas la pared de madera. Y lo logró. Pero en esa dependencia, separada sólo por unos muebles de otra, no había nadie. No se explican por qué, pero justo ayer María José y su bebita se habían recostado en la otra improvisada habitación, donde acostumbraban a dormir su madre y su hermana. Las mujeres no estaban allí porque se habían ido, sino la tragedia podría haber sido peor. La mamá se estaba bañando en una vivienda vecina.

«Fue imposible hacer algo», comentaban todos. Y eso que no sólo los vecinos de San Sebastián sino también los del barrio Mercantil, que está al lado y que más de una vez criticaron esta toma, se sumaron en la ayuda. Con matafuegos, baldes con agua y hasta barro por la lluvia caída en horas previas, intentaron en vano controlar el fuego. Cuando los bomberos llegaron sólo se podía evitar que las llamas se extendieran a tres casillas aledañas, que ya se estaban ennegreciendo por el calor. En el lote 22, no había más por hacer.

Policías y más bomberos se sumaron poco después en el lugar. «La escena era terrible», coincidieron los efectivos. Además del bombero, los familiares de la joven madre estaban todos allí, destruídos, envueltos en llanto.

 

El sueño de una casa mejor

La casilla que se quemó se encontraba instalada en el lote 22 de la toma conocida como San Sebastián B, que está ubicada detrás del barrio Mercantil. El predio lo comenzó a ocupar la mamá de María José, que vivía allí con su otra hija. La joven pareja compartía ese precario lugar de paredes de madera, techo de chapa y aislaciones de telgopor, mientras soñaba con levantar una casita más segura.

De hecho, Díaz que es albañil, tenía varios materiales comprados y apilados en el terreno. Ladrillos, una mezcladora, hierro, mallas metálicas y cemento estaban alistados para iniciar una próxima construcción, mucho más sólida. Pero la fatalidad se adelantó.

La casilla que había en el lugar tenía unos seis metros por cuatro aproximadamente, y estaba dividida en tres ambientes sólo por unos muebles.

Había dos habitaciones: una donde dormía la pareja con la bebita y otra donde pernoctaban la mamá de María José y su hermana, además de un tercer espacio que se usaba como estar-comedor.

No quedó nada. Las paredes de madera ardieron rápidamente -ayudadas por el inflamable telgopor- sin dar tiempo a rescatar lo más importante que había en el interior: la joven mamá y la bebita.

Los daños materiales fueron tan importantes que ayer apenas si se lograban distinguir los restos de chapas que se desplomaron y un lavarropas que quedó ennegrecido a un costado. El mobiliario fue devorado también por el fuego.

La familia hacía dos años que vivía en ese predio, uno de los siete que dan a la calle Juan XXIII de la toma San Sebastián B, ubicada en la zona noreste de la ciudad. Detrás, pero con acceso por una calle sin nombre, vive el resto de la familia de María José.


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