Tiempo de definiciones

Por Héctor Mauriño vasco@rionegro.com.ar

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En el tema de los Lecop, el gobierno tiene un ala dura y otra blanda. El jefe de los «halcones» es Pujante y el exponente visible de las «palomas» es el vicegobernador Jorge Sapag. Pero todo esto no importa demasiado, ayer volvió Sobisch y lo más probable es que termine resolviendo el tema de un golpe y a su manera, después de todo el MPN no ha nacido para compartir el poder con nadie.

El diputado de la Alianza Osvaldo Forsetti definió la situación que vivió su bloque durante toda la semana como «una tortura». En su exagerada metáfora sobre los «malos» y los «buenos» del gobierno, explicó, palabra más, palabra menos, que «Uno te aprieta y otro te ofrece un cigarrillo, pero es imposible ponerse de acuerdo porque la información no te la dan». Se refería a los datos sobre las franjas salariales de los empleados públicos -necesarios para evaluar una alternativa de distribución de los Lecop-, que según sostiene el bloque de la coalición del gobierno le prometió entregar una y otra vez, y nunca hizo.

En el gobierno, en cambio, dicen que la Alianza es una bolsa de gatos, y que es imposible ponerse de acuerdo porque existen tantas posiciones como miembros tiene el bloque. De paso, le enrostran su falta de coherencia en relación con el gobierno nacional, en definitiva inventor de los Lecop.

Pero más allá de que la crítica de uno y otro sector puede parecer certera, durante la semana imperó una sensación contradictoria: unos y otros coincidieron en la necesidad de que este asunto vital se resolviera en forma urgente, pero ninguno de los dos cedió lo necesario para resolver la cuestión. En lo inmediato, el resultado es que los sueldos de los empleados públicos no se podrán liquidar completos ni en fecha y que sigue creciendo la bola de nieve de la deuda con los proveedores, cuyo efecto más preocupante es la crisis de los prestadores de salud.

La impresión en la oposición es que en realidad en el gobierno no se ponían de acuerdo porque faltaba su jefe y nadie quiso correr el riesgo de tomar una decisión que podría despertar la ira del patrón, porque ataba las manos del gobierno respecto de la distribución de los antipáticos papelitos que, ya se sabe, nadie quiere en realidad.

Esta presunción se ve reforzada por el hecho de que Sobisch ejerce una conducción personalista. En lo que va de la gestión, por ejemplo, ya ha retado en público por lo menos dos veces a sus diputados.

En realidad, no sólo por el estilo de Sobisch sino por la esencia misma del MPN, siempre es difícil alcanzar acuerdos con el oficialismo. Después de todo, se trata de un partido que gobierna sin interrupción desde hace 40 años y nunca estuvo en la oposición. Y eso lo vuelve naturalmente reacio a la negociación, una práctica que implica resignar posiciones para acordar en lo sustancial.

En ese contexto, no son pocos los que pensaban en la semana que una vez que Sobisch haya venido, visto y oído, cortará por lo sano y lanzará un decreto. En definitiva, es lo que hizo el año pasado en una circunstancia similar, cuando hubo que aprobar el anterior esquema de refinanciación de la deuda provincial acordado con Nación.

Si esta alternativa no se impone, no será porque el oficialismo no tenga ganas -en sus filas hay poco espacio para grises: «Se gobierna o no se gobierna», así piensan sus hombres-, sino porque detrás de este asunto de los Lecop hay otro definitivamente mayor que es el ajuste que deberá emprender el gobierno si no quiere naufragar.

En este último plano, las versiones del oficialismo y la oposición tampoco son unívocas. Mientras algunos funcionarios y dirigentes de la Alianza coinciden en sostener que el tema está en discusión; otros, en uno y otro bando, lo niegan rotundamente.

Es que, y en esto también parece tener razón el gobierno, en la Alianza no sólo hay posiciones encontradas, sino que tampoco hay una conducción homogénea. El polo radical de la intendencia, tradicionalmente más predispuesto a acordar con el sobischismo, no dudó en levantarle el pulgar a los Lecop y no es un secreto que admite con pragmatismo la necesidad del ajuste.

No es posible determinar en qué medida esto es compartido por Massei, líder del Frepaso y jefe del gabinete municipal, pero aunque el hombre no ha hablado públicamente sobre el tema y eso es en cierta medida una definición, muchos descuentan que lo terminará asumiendo con realismo.

En cambio, entre los diputados del Frepaso, más especialmente entre los del Frente Grande, el tema suena aún a herejía.

En este contexto, la intransigencia de los gremios estatales, que se han mantenido movilizados durante toda la semana y amenazan con una gran marcha para mañana, resulta un condimento explosivo.

Por si hacía falta algo más, se produjo esta semana el desenlace en la crisis de Zanon, con el cierre de la planta de Parque Industrial y el despido de todo el personal.

Como si se hubieran juntado el hambre con las ganas de comer, la presencia en la calle de 380 desocupados más, que se han venido cocinando a fuego lento durante dos meses al calor de lo que la propia Justicia definió como un «lock out patronal», eleva la conflictividad social a un nivel crítico para el gobierno.

Es verdad, el telón de fondo de la crisis provincial es el abismo al que se ha precipitado el país, pero el panorama local es por sí mismo suficientemente grave. Tanto como para obligar a adoptar medidas radicales en los próximos días. Parece que hubiera transcurrido un siglo desde setiembre pasado, cuando el gobierno todavía predicaba a los cuatro vientos su «modelo exitoso».


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