¿Tiene futuro «Lost»?

El germen de su victoria puede ser el de su derrota. Siempre ha sido así, desde que comenzó su primera temporada. Lo saben sus productores, los guionistas (especialmente estos), los actores y los dueños del aire por el cual se emite «Lost». Su oneroso piloto fue un acto de osadía y como toda aventura pudo haber salido mal o… maravillosamente bien. Ocurrió lo segundo, que es algo que por lo general no sucede. La millonaria especulación de producir un capítulo como si se tratara de la saga de un éxito ya consagrado fue una de las mayores irresponsabilidades de su tiempo.

La historia ahora cuenta que el capítulo 0 funcionó y de tal modo siguió la apuesta. Ascendente. Y, según dicta la regla, jamás se debe modificar un producto que está cosechando éxitos por discutible que pueda resultar la forma en que se lo cocina.

Hasta el momento la fórmula de la felicidad de «Lost» no ha tenido grandes modificaciones puesto que la audiencia la acompaña y en estos casos lo único que importa es cuánta gente prende el televisor a las 21. Sin embargo, al final de la tercera temporada las alarmas comenzaron a funcionar. En algún recodo del camino «Lost» había perdido unos 2 millones de telespectadores. El fantasma de «Los Expedientes X» y el de «Picos Gemelos», comenzaba a recorrer las espaldas de sus creadores.

Justamente Jeffrey Jacob Abrams ha mencionado en más de una oportunidad a esta última serie como un referente de «Lost». Cómo y por qué, la serie había perdido cierto interés entre el espectador norteamericano (el que cuenta en estos casos), en el fondo no era un secreto para nadie.

«Lost» se va haciendo sobre la marcha por el sencillo motivo de que así nació y así continuó funcionando en los ratings. Este grado de improvisación -en la vereda opuesta de «Los Simpsons» que se produce con obsesiva anticipación- representa una de las claves de su éxito pero al mismo tiempo su talón de Aquiles. Cada vez que se emite «Lost», un reloj de arena y un cámara vigía, emiten estallidos de luz sobre los escritorios de sus guionistas. Lo que dice, opina, supone y espera la audiencia es vital para el funcionamiento de la máquina que produce «Lost». Los productores del programa no operan de espaldas a su audiencia sino todo lo contrario, lo hacen de frente, auscultando igual que médicos clínicos cada uno de los numerosos foros que se tejen alrededor de la serie.

Basta una mirada a los foros internacionales en todos los idiomas para saber que la serie comenzó con éxito este año pero que terminó el anterior sin tantas expectativas.

Ahora bien, no olvidemos que otra máxima indica que no siempre las masas de consumidores quieren exactamente lo que piden. Es más, no pocas veces piden justo aquello que no necesitan.

Otro de los dilemas de la serie es que para el americano medio (el que compra Coca Cola y va a los locales de comida rápida) se ha vuelto difícil seguir el hilo conductor de la trama. ¿Estamos en una isla o en el infierno? ¿Este capítulo trata sobre el pasado, el futuro o el presente? ¿Este tipo está muerto, vivo o más o menos? Para cierto público este laberinto de relaciones humanas y fantasmales es demasiado. Según «The New York Times», la intrincada geografía de «Lost» es tanto su punta de lanza como el eslabón más débil de la cadena.

Los productores habían encontrado una manera de resolver este dilema: capítulos recopilatorios. Pero pronto descubrieron que el recurso no era suficiente o que retorcía aún más las cosas. Para la cuarta temporada pasaron de lo meramente explicativo a lo pedagógico. Por ahora «Lost» vive a este ritmo: entre capítulos para principiantes y capítulos sensacionales que ponen la piel de gallina incluso a los neófitos.

¿Continuará? Esta duda forma también parte de la leyenda de «Lost».

CLAUDIO ANDRADE

viejolector@yahoo.com


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