Tinta
El dibujante, criado en Bariloche, cumplió un sueño: ilustra cómics para Estados Unidos. Antes de asistir al lanzamiento en Nueva York de “Fashion Beast”, de Alan Moore y Malcon McLaren, habló con “Río Negro”.
Facundo Percio, de la Patagonia a EE. UU.
claudio andrade
candrade@rionegro.com.ar
El cielo de la historieta, el Olimpo del cómic, queda muy lejos de aquí. Tocarlo con las manos, acceder a sus mullidos sillones de terciopelo donde se decide la vida y la muerte de personajes e historias que podrían convertirse en éxitos de venta y hasta en películas, es un sueño para los autores. Un imposible disfrazado con tinta y geometría.
El dibujante e ilustrador Facundo Percio nació en Trelew y se crió en Bariloche. Un espacio tan extremo que puede ser un arma de doble filo. Percio supo encontrar en el sur las herramientas necesarias para crecer más allá de sus fronteras. En el diario “El Cordillerano” dio sus primeros pasos haciendo pequeñas historietas. Después se mudó a Buenos Aires donde se ganó, a fuerza de talento, una sobresaliente reputación. Hoy desde la capital colabora con “Avatar”, una de las más prestigiosas editoriales de cómic del mundo que lo tiene involucrado en diversos proyectos.
Cine y literatura, arte y pulsión, fantasía y realidad se mezclan y combinan en la mente de este artista excepcional. El trazo de Percio tiene un relieve que sorprende. Su figuras, puestas sobre el fino papel de las publicaciones americanas, poseen la consistencia, la determinación y la energía de una película proyectada a todo color y en pantalla grande.
Percio participó de la última novela gráfica de dos auténticas leyendas: Alan Moore, el creador de “V de Vendetta” y “Watchmen”, y Malcolm McLaren, el hombre que inventó a los Sex Pistols y que murió en el 2010. “Fashion Beats” será presentada en octubre. Días antes de que asista al lanzamiento en los Estados Unidos, Percio conversó con “Río Negro”.
–Facundo, cuéntame sobre tus años de formación, tu origen como dibujante.
–Dibujo desde que tengo uso de razón, a los ocho años hacía sentar a mi familia para dibujarla. Todavía tengo esos retratos. Dibujaba por el placer que me provocaba y lo hice durante toda mi conflictiva adolescencia, no teniendo aún una idea clara sobre las posibilidades reales que tenía este oficio. A los 16 años lo conocí a Gabino Tapia. Ya lo conocía porque había dibujos suyos por todo Bariloche, y siempre te lo cruzabas en el centro con una carpeta en la mano. Un bohemio hermoso. Gabino estaba dando unos cursos de dibujo y yo me anoté inmediatamente. Estuve aprendiendo con y de él. Puedo decir que fue mi primer maestro, esas personas te enseñan a dibujar. Pero si prestás atención, te enseñan también cosas que te van a servir para la vida. Antes de terminar el secundario estábamos trabajando con unos compañeros en un taller en el que hacíamos una revista-fanzine para vender en el colegio y juntar unos mangos para el desayuno. El profesor que teníamos en ese momento de física se nos acercó con unos chistes muy buenos y me preguntó si quería ilustrarlos. Antes de terminar mi vida como estudiante, ese profesor y yo estábamos publicando una viñeta diaria en el diario El Cordillerano. Seguimos así durante un año más y luego me perdí en la ciudad de la furia (Buenos Aires) para publicar junto a ese mismo profesor un par de chistecitos en la finada revista Sex Humor. Momento de mi vida en el que tuve una serie de encuentros gramaticales a la vieja usanza –carta de puño y letra– con el negro Fontanarrosa. Menciono este hecho porque fue lo suficientemente importante como para que terminara de aceptarme como tal, gracias a su enorme aporte a mi incertidumbre.
–¿Qué te escribió?
–El Negro me había escrito en una carta sobre las vicisitudes de este oficio y sobre el enorme esfuerzo que requiere llevar adelante dicha empresa, me advirtió sobre la paciencia que debía practicar, entre otras maravillosas enseñanzas escondidas en esas letritas tan típicas y con tracción a sangre. Esas palabras quedaron tatuadas en mi cabeza hasta el día de hoy y las llevo como un talismán para no olvidarme nunca del trabajo y de la humildad de ese hombre como ejemplo.
–En tus dibujos para la novela americana se observa una inspiración cinematográfica en muchos detalles, ¿es propio de tu estilo o bien vas adaptando tu laburo a las necesidades del guión?
–Quisiera pensar que es propio de mi estilo, aunque durante todos estos años he tenido que aprender a adaptarme para cada ocasión y cada trabajo. “Fashion Beast” estuvo pensada siempre como un guión cinematográfico, que luego de unos cuantos años se decidió llevar a historieta. El problema que tuve cuando empecé a trabajar en este proyecto fue que no tenía una época específica. No sabía si estaba contada en 1980 ó 2020 y lo que hice fue intentar crear un espacio y un tiempo, como si fuera un sueño donde el tiempo pasa a velocidad eterna, algo nebuloso. Como soy curioso por naturaleza y me tomo el trabajo de investigar en textos e imágenes traté de poner mi atención y los acentos en el tipo de climas que podemos ver en un filme noir, o cine negro americano, con proyecciones de luces y de sombras, ajuste de planos, composición, etcétera. Hasta hoy ha sido el trabajo más difícil que me ha tocado realizar en el mundo de los cómics.
–¿Cómo es el día a día en el trabajo con una editorial del cómic en Estados Unidos que me imagino debe buscar maximizar su inversión y lograr un alto impacto en este negocio?
–Al principio y esto fue durante unos 2 años, me resultó sumamente difícil por mi poca experiencia en el campo de la historieta. Yo venía de hacer ilustraciones para revistas, libros, venía trabajando muchísimo en publicidad, y hasta en animación, pero nunca había hecho seriamente una historieta y, lo que es más raro aún, no tenía idea alguna sobre cómo se trabaja en el extranjero. Tuve que aprender a lidiar con su idiosincrasia y sus modos de ver el arte, el negocio y la mar en coche. Son bastante estrictos con las entregas y tuve que esforzarme mucho por entender sus modos de ver las cosas. El de la historieta es un negocio enorme que tiene como principales productores a Estados Unidos, Francia, España, Inglaterra. Con los soportes informáticos y todo este obsceno sistema de conexiones, es más factible hacer conocer tu trabajo al mundo entero, algo que por aquellos años de ingenuidad era para mí imposible de imaginar. Hoy podés enviar una carpeta con tus trabajos a Francia desde el living de tu casa tomando mate.
–Háblame de la transición entre vivir en la Argentina, en el sur, donde trabajaste, y seguir hacia un mercado como el americano?
–Los procesos transitivos suelen ser dolorosos pero edificantes. Es importante entender eso y proyectarlo mentalmente para estar preparado. Vivir en la Argentina es un desafío para cualquiera. Somos un gran pueblo, pero estamos demasiado distanciados de lo que nos sucede a unos y otros. Venir a Buenos Aires fue una aventura y lo sigue siendo. Pero necesitaba un puerto desde donde salir a navegar el mundo, aunque sea con la imaginación. Luego apareció algo llamado internet y el resto es historia.
–¿Qué ha sido lo más difícil de tu trabajo para la novela “Fashion Beast”?
–Aceptar que tenía entre manos la obra de un enorme artista como Alan Moore y Malcolm McLaren. Superar el pánico que eso me provocaba, enfrentarlo como Batman enfrenta sus miedos y sentarme a crear todos esos personajes maravillosos sin dejar de sentirme un niño a la hora de agarrar mis lápices. Tuve la enorme fortuna de ser aceptado por estos señores por mi trabajo, eso paga cualquier cosa que haga, es como si el gran druida galo me iniciara en el maravilloso mundo de la magia y de la alquimia, para aprender que nada en este mundo es imposible si se trabaja en perfecta comunión con el universo circundante. Lo más difícil ha sido superar el temor.
–¿Qué proyectos tienes?
–Aprender, evolucionar, navegar. No suelo preocuparme por lo que será porque cada vez que lo hice todo me salió mal. Trabajo todos los días de mi vida porque siento una profunda necesidad de hacerlo, amo lo que hago, pero también sufro tremendas crisis que hacen que odie aquello que amo. Algo así como la historia misma del hombre. Tengo la única certeza de que trabajando se aprende a no dejar de trabajar. Aun así pretendo seguir dibujando historietas hasta que me canse.
Facundo Percio, de la Patagonia a EE. UU.
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