Todo empezó con un «no me siento bien», que le dijo a su mujer
«No me siento muy bien, voy a ver si puedo adelantar para mañana (por el viernes) el chequeo que me iba a hacer el lunes», le dijo anoche Fernando de la Rúa a su mujer Inés Pertiné y a alguno de sus selectos colaboradores.
Seguramente, el radical jamás imaginó la incertidumbre y el temor en el que quedarían sumidos miles de argentinos -involucrados y no con la política- cuando se enteraran que el presidente electo había ingresado por una de sus puertas principales al Instituto Argentino del Diagnóstico y Tratamiento, en esta Capital.
Mientras el «rumor» no había adquirido aún categoría de «información» -sobre el mediodía-, decenas de dirigentes radicales y aliancistas procuraron saber el «real estado» del futuro mandatario a través de los medios.
La calma comenzó a desplazar a la desesperación de muchos, cuando se supo que lo que le provocaba malestar a De la Rúa era un sencillo «neumotórax espontáneo» -una suerte de burbujita de aire en los pulmones- que será definitivamente superado en tres o cuatro días y no dejará secuelas en el presidente electo.
El ex mandatario Raúl Alfonsín y un puñado de dirigentes sumamente allegados a De la Rúa fueron rápidamente informados de la evolución del sucesor de Carlos Menem.
Rodolfo Terragno se enteró que su reunión con De la Rúa y diplomáticos americanos, prevista para las 16, había sido cancelada. Carlos «Chacho» Alvarez recibió el pedido del presidente electo para que se hiciera cargo de todas las audiencias pactadas y muchos buscadores de protección «bajo la sombrilla» delarruista comenzaron a pasear sus narices muy cerquita de la habitación en la que alojaron al «Chupete».
La Bolsa, conocida la noticia, siguió en baja, aunque no precisamente por el «neumotórax» del futuro presidente, sino como ejemplo de lo que ocurría en otros mercados del mundo.
Cuando recobró conciencia y felicidad, De la Rúa quiso elaborar «de puño y letra» un comunicado a la prensa para explicara lo que pasaba: ya era tarde.
A esa hora, todo parecía volver a la calma.
De cualquier manera, al menos dos realidades inobjetables deja la internación del jefe de gobierno: De la Rúa deberá acostumbrarse a que ser presidente electo -y después del 10 de diciembre jefe del Estado- no es lo mismo que ser intendente.
Por eso, un aviso mañanero a la prensa, confesando su intención de someterse a un chequeo, hubiera evitado preocupaciones, intrigas, especulaciones y temores en cadena. (DyN)
"No me siento muy bien, voy a ver si puedo adelantar para mañana (por el viernes) el chequeo que me iba a hacer el lunes", le dijo anoche Fernando de la Rúa a su mujer Inés Pertiné y a alguno de sus selectos colaboradores.
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