Todos en deuda
análisis
Marcela Marín marcelamarin@rionegro.com.ar
Todas las partes quedaron en deuda en el juicio político al juez Pablo Iribarren. El Consejo de la Magistratura no pudo justificar la tardanza de 14 años de sumario. También adeudó un fundamento para no haber realizado las audiencias en Cipolletti, lugar del triple asesinato, donde familiares y amigos de las víctimas aún dudan de que el hecho haya sido plenamente esclarecido con la condena a perpetua de Claudio Kielmasz. La procuradora Liliana Piccinini quedó en deuda por falta de claridad en la formulación de sus argumentos, fue por momentos avasallada por una defensa agresiva y desaprovechó testigos. Hasta Ulises González se quedó con detalles que esperaba aportar en la audiencia y nadie le preguntó. “Me dejó pagando…” lamentó el padre de dos víctimas. Y el juez Iribarren quedó debiendo autocrítica y humildad. Habló respaldado por dos abogados, filminas de power point, oratoria estudiada durante los últimos años de su vida dedicados a analizar el expediente que inició en 1997 y que pudo costarle el cargo. Pero no logró explicar por qué no advirtió durante más de dos años de instrucción que la prenda que había en una bolsa era un corpiño y no un calzoncillo, o por qué intervino el teléfono de Ulises González sin anoticiarlo y por qué cayó en las redes de Kielmasz cuando, ya detenido, éste pretendió involucrar a los Yacopino. Sabores amargos y críticas hacia todos los protagonistas quedaron como saldo: • 14 años: Dudosamente puede justificarse tanta demora en evaluar la labor de un magistrado. Si Iribarren no era idóneo, se le permitió ejercer a riesgo de más errores. Y, si era un investigador eficiente, se lo mantuvo más de una década bajo sospecha. Como sea, anunció su inminente renuncia. Pero si inicia acciones contra la Provincia y gana, la demora se pagará con creces y fondos públicos. • Juego desigual: Contra la avasalladora declaración de Iribarren y su descargo de 15 horas, a Piccinini se la vio en desigualdad. La oratoria de Rusconi se condimentó con ironías y frases de subestimación hacia la procuradora. • No lo vio: La defensa alegó que la procuradora Piccinini no había leído el expediente completo para sostener su acusación. Y si efectivamente ella lo hizo, al menos pasó por alto dos documentos que durante la audiencia tildó de perdidos o inexistentes. • Sobrepasado: Al presidente del jury, Jorge Bustamante, se lo vio superado por el desarrollo del debate. El defensor Maximiliano Rusconi le interrumpió la palabra o desoyó sus llamados de atención. No pudo, en reiteradas oportunidades, frenar los cruces verbales fuera de lugar entre la defensa y Piccinini. El propio Iribarren osó darle la espalda mientras intentaba ordenar la audiencia. • Cancha embarrada: La alusión de la defensa a “presiones políticas” durante la investigación, como la difusión de una escucha telefónica entre Bautista Mendioroz y Ulises González, embarró la cancha pero no sumó a la justificación de su desempeño.
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