Todos ligaron sus problemas internos a la globalización

La Habana (EFE).- Los gobernantes iberoamericanos debatieron ayer en La Habana sobre los efectos de la globalización, y cada uno vinculó a ese fenómeno las situaciones internas de sus países, con énfasis en la necesidad de crear mecanismos preventivos frente a las crisis internacionales.

Los jefes de Estado y Gobierno que participaron de la IX Cumbre, suscribieron la Declaración de La Habana, un análisis que desde hace seis meses redactaron los gobiernos sobre la situación financiera internacional y la globalización económica en relación con Latinoamérica.

El presidente cubano, Fidel Castro, inauguró la jornada con un discurso cargado de ironía sobre los resultados que presentan otras economías que optaron por el camino de la apertura y las fórmulas del FMI.

Castro aseguró que es imposible que Cuba abandone la revolución o el socialismo y que escucha los consejos de otros gobernantes «con sonrisa de la Gioconda y la bíblica paciencia de Job» .

El primero en aplaudir el discurso de Castro fue el venezolano Hugo Chávez, que lo calificó de «extraordinario».

En su intervención ante los presidentes, Chávez levantó una vez más la bandera bolivariana de la integración política y no sólo económica, y agregó que «es un tema vital y estratégico para las próximas décadas».

«Nosotros o nos unimos o nos hundimos. No tenemos alternativa», sentenció, y dijo que «renace un proyecto político» y que «está en marcha, de forma democrática y pacífica».

El mexicano Ernesto Zedillo insistió en la obligación de crear «un blindaje» contra las crisis y subrayó que deben prepararse los organismos internacionales con recursos nuevos y disponibles.

Según Zedillo, hace un año se pensaba que la crisis iba a ser más negativa y, aunque causó efectos recesivos, el panorama presenta una recuperación.

El brasileño Fernando Henrique Cardoso respaldó las palabras de Zedillo y consideró la estabilidad como un «requisito indispensable para el desarrollo económico y social en bases sustentables y duraderas».

El presidente del Gobierno español, José María Aznar, explicó que ha quedado claro que la globalización no es un fenómeno «bueno o malo» sino «la consecuencia directa de la revolución tecnológica y hay que emprender las reformas necesarias para que se aprovechen los efectos positivos» que conlleva.

Estimó que ello hay que afrontarlo con estabilidad económica, en la cooperación y solidaridad financiera internacional y la lucha contra la pobreza, que exige una «visión abierta de las libertades, los derechos, la democracia y la apertura».

Aznar destacó la «expresa condena» a la ley Helms-Burton «sin ningún tipo de reserva», pero con el «deseo de que las dificultades y controversias que puedan tener entre estados enfrentados por la extraterritorialidad» y «encuentren el cauce para su resolución en el Derecho Internacional».

Como una respuesta a ello, el canciller chileno, Juan Gabriel Valdés, resaltó que la pretensión de algunos estados de juzgar los procesos políticos de América Latina «puede contribuir a que las dificultades en las relaciones internacionales se constituyan en algo inmanejable».

Se refirió al proceso abierto por la justicia española contra Pinochet, detenido en Londres, y aseguró que ello podría «conducir al caos internacional» y al «debilitamiento de la solidaridad y el entendimiento que debe existir en una comunidad».

El canciller argentino, Guido di Tella, fue más enfático y dijo que esas situaciones pueden llevar al fracaso el costoso y difícil proceso que han adelantado los chilenos.Valdés y Di Tella tienen la máxima representación de sus países en esta cumbre ya que sus respectivos presidentes, Eduardo Frei y Carlos Menem, no asistieron en protesta por el caso Pinochet.

Los puntos acordados

Los líderes de los 18 países latinoamericanos también acordaron en la IX Cumbre de La Habana respaldar siete declaraciones especiales sobre:

· El proceso de paz iniciado en Colombia.

· Los acuerdos de paz suscritos entre Ecuador y Perú.

· La necesidad de reanudar las negociaciones sobre las Islas Malvinas.

· El respaldo en la reconstrucción de Centroamérica, azotada por el huracán Mitch.

· La I Cumbre entre América Latina y el Caribe y la Unión Europea en Río de Janeiro.

· La importancia de la recuperación del Canal de Panamá como vía neutral y abierta al comercio.

· El reconocimiento post mortem al ecuatoriano Oswaldo Guayasamín como pintor de Iberoamérica

Los tres ejes clave

Fue una reunión histórica en muchos aspectos. La IX Cumbre Iberoamericana de La Habana tuvo tres vertientes que le confirieron esa condición: fue la primera celebrada en Cuba, sirvió para acoger la primera visita de los reyes de España a la isla y dio por primera vez a la disidencia un escenario privilegiado para hacerse oir.

Fidel Castro, cumplió bien con su papel de anfitrión. Limitó su discursos a lo necesario y ofreció una cumbre bien organizada, en una ciudad marcada por el deterioro, pero de singular encanto y hospitalidad.

Sin embargo, la polémica no estuvo ausente. En vísperas de la reunión las autoridades detuvieron a decenas de disidentes, que al término de la cumbre expresaron su temor a una ola de represión, una vez que los presidentes y la prensa abandonen la isla.

Pese a las «medidas preventivas», como las llamó el gobierno, la oposición interna se reunió con los mandatarios o cancilleres que quisieron hacerlo.

El diferendo que desde hace más de un año enfrenta a los gobiernos de Madrid y Santiago de Chile por Pinochet, detenido en bLondres, llegó también hasta La Habana.

El texto de la declaración final refuerza el rechazo a la aplicación extraterritorial de las leyes nacionales. (DPA)