Todos los fuegos, el fuego de los jóvenes

Se desarrolló el VII Encuentro de Coros Juveniles. Fue en el Hotel Panamericano de Bariloche.

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Todos somos el fuego, decía Eduardo Galeano (y sepan disculpar si la cita no es perfecta). Debe ser el mismo fuego que nos hace cantar en la ducha por las mañanas antes de emprender la sacrosanta tarea de procurarnos el pan o silbar bajito mientras esperamos una oportunidad del destino.

En la noche del viernes el fuego sagrado de la vocación volvió a levantarse. Un grupo de chicos le puso leña a la jornada con su voz y sus ganas de decir lo suyo. Detrás de esa pasión había otra: la de sus profesores, la de los familiares que andaban dando vueltas por la sala y la de artistas y colaboradores diversos que apuntalaron el VII Encuentro de Coros Juveniles en el Hotel Panamericano. Refrescaba un poco en Bariloche después de varios días de extraño calor. Afuera, es decir, al otro lado del espejo, Ben Laden y George Bush se repartían amenazas, bombas y quién sabe si ántrax. En la dimensión desconocida, por todos conocida, el presidente desgranaba porcentajes y promesas entre la resignación y la espera de la teleaudiencia. Pero, qué suerte la nuestra, estos chicos estaban con el ánimo dispuesto para ejercer el exquisito menester de la música a pesar de las disquisiciones de los adultos y sus imperios.

«Mirá el rastas», dice una chica a su pareja. Y sí, había un muchacho de lanas duras como Bob Marley que parecía sentirse muy cómodo entre sus pares afinando arriba del escenario.

Era el turno del Coro Juvenil Municipal de Bariloche. Con la dirección de Laura Esteves el grupo interpretó un repertorio abierto e inesperado hasta cierto punto. Desde «Verbos en juego» de Silvio Rodríguez hasta el entrañable «Chiquilín de Bachín» de Astor Piazzolla, pasando por el corto pero divertido «Il est bel et bon» y, por qué no, «El imán de tus ojos», un huayno.

Un comienzo que definiría el resto de la noche: la fusión entre el saber del maestro y los intereses de sus alumnos. Si las chicas del coro de Bariloche llevaban faldas al estilo hindú (los hippies en los 60 hubieran aplaudido la idea, nosotros también), las integrantes del Coro Juvenil de El Bolsón iban con faldas negras allí en la frontera de la rodilla. Ellos, con dirección de Nidia Boland, también mostraron un repertorio universal: «Sólo luz» de Carnota y un negro spiritual sirven de ejemplo.

El final quedó en la voz del Coro Juvenil de la Escuela de Música de San Martín de los Andes, bajo la dirección de Mariela Lobato. Estos jóvenes del nuevo milenio llevaban cómodos jeans. Signos de los tiempos.

También lo fue la elección de su repertorio. Comenzaron con «Cuando ya me empiece a quedar solo», de Carlos García Moreno, mejor conocido como Charly, y concluyeron con «Detrás del muro de los lamentos», de Fito Páez. Fueron palabras de los años que nos atraviesan, dichas por una generación que sueña. Merecen llevar el fuego dentro. (C.A.)


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