Tonos grises para el fin de mandato de Panessi

La única herramienta del pueblo para corregir, cambiar, aprobar o desaprobar el rumbo de un gobierno es el sufragio. La democracia, como los hombres, es perfectible.

En esa tarea homérica de alcanzar la perfección surge la necesidad de implementar nuevos instrumentos de control y evaluación- o hacer efectivos los existentes- en el transcurso de la gestión de un gobierno. El cumplimiento de las promesas sería un buen parámetro de «medición», mientras la transparencia comprobable tanto del gobernante como de todos sus funcionarios, una condición obligatoria para evitar el aplazo.

El ahora ex intendente Hugo Panessi finalizó su segundo mandato con varios aciertos y fracasos. En el «haber» destacan, entre otras, la ejecución y gestión de obras públicas como la construcción de un centro de día, la costanera del lago Correntoso y la ampliación de la red de agua potable, y el reclamo constante para que se concrete el nuevo hospital de La Angostura y otro jardín de infantes. Políticamente, se podría tildar de «acierto» al llamado a consulta popular para derogar o no la ordenanza que prohíbe la instalación de un casino y el reciente llamado a elecciones de estatuyentes para redactar la carta orgánica.

Pero al polo positivo le corresponde un negativo. Panessi termina su gobierno con tres funcionarios sospechados por la justicia de incurrir en malversación de fondos públicos y estafa, casos que rozan de cerca de su «mano derecha», el ex secretario de Economía, Mario Caló. En declaraciones recientes, el ex intendente aseguró que durante su mandato no hubo corrupción sino «desprolijidades». ¿Podría considerarse desprolijidad que un funcionario pretenda contratarse a sí mismo para realizar una obra falseando documentación pública?. En esa categoría entrarían, en todo caso, el uso de automóviles municipales por parte de funcionarios para beneficio propio, favoritismos en la entrega de materiales de construcción a punteros y el pretender otorgar lotes privilegiados a hijos de funcionarios.

En el «debe», además, figuran las obras frustradas, como las rimbombantes «soluciones habitacionales», de las cuales a la fecha sólo hay adjudicatarios y lotes. Si bien parte de la culpa recae en la burocracia estatal, a él y a su director de Tierras, Alejandro Calderón -devenido en diputado provincial- les cabe la responsabilidad política de haber prometido sin tener la seguridad de poder cumplir.

Capítulo aparte merece su intolerancia con la prensa no oficialista. Panessi apeló al desprestigio personal de periodistas, y en determinados casos, a la presión de los medios más pequeños mediante la pauta publicitaria.

En este contexto de grises, el ex intendente concluye una etapa. Será la historia la que se encargue de definir la inclinación de la balanza y su valor como gobernante. Por lo pronto, el veredicto del pueblo en las urnas fue contundente: desplazó a su fuerza política a un cómodo tercer lugar.

 

MARIANA FERNÁNDEZ

 


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