Tres mujeres, tres historias de abuso en Florida

Son tres mujeres con historias similares: se les ofreció trabajo como meseras y una vida mejor. Pero una vez que llegaron a Florida, Estados Unidos, fueron abandonadas en sucios burdeles y obligadas a trabajar como prostitutas.

Ahora que algunos de sus «clientes» están en la cárcel y que los fiscales necesitan sus testimonios, las tres han desaparecido en los umbrales de una comunidad de inmigrantes indocumentados que se vieron forzados a pagar un precio demasiado alto por venir a Estados Unidos, asegura el Portal «El Sentinel» de esta región.

Un funcionario de la embajada, que se entrevistó el año pasado con una de estas mujeres y que pidió permanecer en anonimato por lo delicado y peligroso del caso, señaló que nadie quiere cooperar ni declarar: «no contamos con ninguna información». «Nuestra gente no se queja. No lo consideran un crimen. Creen que tener la posibilidad de venir es una bendición», agregó.La mayoría de los casos nunca llegan a denunciarse a las autoridades, según han informado trabajadores de agencias de servicio social, por miedo a recibir golpes, enfrentar la deportación o que se tomen represalias contra los miembros de su familia. En otros casos, como en el de las prostitutas, la mayoría de las víctimas no reciben ayuda, dejan incluso a los fiscales sin testigos para inculpar a quienes infringen la ley.

En 1998, el FBI desarticuló a una red de prostitución que traía inmigrantes, incluso a niñas de tan sólo 13 años, para trabajar en prostíbulos en el sur de la Florida.

En un tercer caso, la policía de Lantana en el condado de Palm Beach rescató hace dos semanas a una joven guatemalteca, Susana José, de 18 años. Los dos sospechosos en este caso la trajeron cruzando la frontera mexicana, luego la amenazaron con «venderla» si sus padres no pagaban el dinero que se les debía por el viaje. La policía encontró dinero en el vehículo, junto a una lista de otros inmigrantes.

Son miles los inmigrantes que viajan a los Estados Unidos y a quienes se les obliga a trabajar en fábricas, campos de cultivo, por quienes se exige rescate, o, en casos extremos, son enviados a burdeles para que paguen por la deuda a su «coyote» o contrabandista, señalan expertos.

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