Tribulaciones del año seis en Río Negro y Neuquén

Una mirada simultánea y retrospectiva a los territorios del norte patagónico, sería una evocación "de película" que narra cómo era un siglo atrás el poblamiento plagado de conflictos en las lejanías del poder central.

FRANCISCO N. JUAREZ

fnjuarez@sion.com

ntre las fantasías –irrealizables, claro- de algunos indagadores de la historia, suele prevalecer la ilusión de someterse a un imaginario túnel del tiempo. Seguramente porque mejor que en un documental que narre una historia lineal determinada, esa estrechez se ampliara para saber qué sucedía al mismo tiempo en comarcas cercanas entre sí aunque lejos de Buenos Aires. Un caso: a la manera de una cámara cinematográfica de altura, la aproximación con poderoso zoom podría detectar, por ejemplo, el golpeteo impulsado por el telegrafista Merardo Morelli en el mismo instante de su primer mensaje desde la naciente Esquel.

Tras grabar el suceso fundador, un «traveling» mayúsculo mostraría la majestuosa cordillera patagónica del Chubut, Río Negro y Neuquén. Esa imagen gigantesca podría valorar la época en un escenario cargado con sucesivos paraísos andinos, pero casi despoblado y virginal. Incluiría la vida de los pioneros en su doméstica jornada, plagada de pequeñas proezas, abundantes conflictos y peligros constantes. En un valle quizás avanzaría una caravana de carros transportadores de los últimos fardos de fin de temporada con tardíos envíos laneros a la costa.

 

Fin del verano de 1906

 

¿Pero qué sucedía concretamente en el verano de hace un siglo en el Alto Valle, en Neuquén, en Viedma, en Bariloche, simultáneamente, o poco después del surgimiento del Esquel recién amojonado? (Con los datos que siguen, imaginar cada escena).

El mismo domingo de 1906 en el que el telegrafista Morelli concretó la primera transmisión desde Esquel, desembarcó en el muelle lacustre de Bariloche desde Puerto Montt, Chile, por el paso Pérez Rosales –y embelezados por la bucólica travesía de varios lagos-, un grupo de encumbrados personajes de la región.

Se produjo en momentos en que la empresa trasandina cuya instalación junto al Nahuel Huapi en 1895 había dado origen al poblamiento del pequeño San Carlos, estaba demandada por 400.000 pesos en un juicio por contrabando de mercaderías y explotación clandestina de bosques, acción impulsada por el entonces Ministerio de Hacienda de la Nación.

«Bariloche, febrero 25. Llegaron de Chile –consignaba La Prensa del lunes 26-los señores Federico Hube, uno de los principales accionistas y director de la Compañía Anó

nima Comercial y Ganadera Chile-Argentina establecida en ésta; el cónsul argentino en Puerto Montt señor Enrique Schlotfeldt, sugerente de la misma y señora; L. Debius, de la casa E. J. W. Hardt, de Valparaíso; señor Ziegele de Valdivia; Pexattore, capitalista de Luxemburgo y la señorita Pelfrig».

Tras la crónica en el estilo de las «sociales» de la época, la nota del corresponsal barilochense deslizaba sugestivamente que «entran grandes cantidades de productos para la compañía mencionada, que se exporta a Chile» a la vez que los vecinos y escasas autoridades lugareñas aguardaban la llegada del capitán Víctor Brunetta desde San Martín de los Andes.

El cuestionado gobernador rionegrino -teniente coronel Félix Octavio Cordero-, a su vez, prometía llegar al lago con el juez letrado del territorio, mientras tramitaba ocultamente, y como condenarían más tarde los diarios, el nombramiento de un sobrino como jefe de policía del territorio (todo en los territorios nacionales necesitaban la aprobación del ministro del Interior y el correspondiente decreto del presidente de la República). Cordero también tenía entre manos el candente asunto de la Chile Argentina, pero se nutría de suficiente desenfado para enfrentar las críticas con costo político.

 

Nepotismo con piel de cordero

 

Para el domingo 18 de marzo, un corresponsal en Viedma telegrafió que «el público condena el nombramiento del señor Juan Anchezar para jefe de policía de este territorio, tramitado sigilosamente por el gobernador Cordero, quien conocía el desagrado que inspiraba el recién nombrado. El gobernador no inició su anunciada gira hasta no obtener el anuncio telegráfico del nombramiento hecho por el ex ministro Castillo, que fue el último que firmó» (LP del l9/3/1906).

El trabajo para la designación fue tan cauteloso que nada sabían los íntimos de su entorno gubernamental. No aceptaba advertencias de buen consejo. El diario continuaba: «El señor Anchezar es cuñado del sobrino del gobernador, Juan Sánchez, también empleado de esta gobernación. Otro sobrino, Lorenzo Ramasco, hace las veces de secretario privado acompañando al tío en sus giras por el departamento. Como se ve, el nepotismo santiagueño se arraiga también en este lejano territorio».

El corresponsal parecía aludir a una proverbial política de familias del poder en el Norte argentino, aunque el gobernador Cordero, que tenía 55 años y había nacido en Buenos Aires un año antes de la caída de Rosas, moriría en 1824 precisamente en Santiago del Estero de donde provenía su origen familiar.

El panorama de los territorios del norte patagónico no era halagüeño porque la distancia desde el poder central entorpecía en Buenos Aires conocer puntualmente las prevaricaciones de algunos de sus funcionarios, y solían cometerse injusticias con los que eran probos, pero se los denunciaba por intereses que conseguían colarse en los pasillos del poder para desalojarlos de sus funciones mientras que a otros con vida escandalosa y desacierto funcional permanecían en sus cargos hasta que su situación se hacía insostenible. También estaban los que se amparaban en alguna corporación que ejercía poder y allí se cobijaban hasta que su proceder –que deshonraba al grupo- era descubierto. A todo esto se sumaban las desgracias inmanejables como las rencillas que terminaban con la vida laboral y hasta física de emprendedores progresistas (el asesinato en Comodoro Rivadavia del administrador de la colonia alemana de Río Pico, por ejemplo). Décadas después, ciertos rescatadores de la historia regional cometían omisiones que pusieron lustrosos a personajes que no lo merecían y dejaron en olvido a pioneros nada próceres tesoneros y progresistas.

Revisar los hechos lejanos con las versiones y la documentación sobreviviente, ofrece seguramente un panorama que parece caótico, pero en realidad supone abrir portales a futuros indagadores que sin tapujos sean afortunadamente desvanecidos por la verdad más aproximada.

La baja policial de Eduardo Beovidez en aquel primer tramo del complicado año 6, lo toma después de tres reelecciones como juez de paz rionegrino de predicamento vecinal que pedirá revindicarlo. Simultáneamente, las andanzas, desplantes y conflictos creados por la conduct del juez letrado de Neuquén, Patricio J. Pardo, entorpecía el funcionamiento de la justicia y alimentaba las crónicas de los diarios de Buenos Aires.

 

Chaneton preso y juez alcohólico

 

El jueves 15 de marzo de aquel año 6, cuatro días después de la primera elección en Neuquén para autoridades municipales, asumía el concejo presidido por Pedro Linares y Eduardo Elordi lo hacía como gobernador interino por viaje de Bouquet Roldán a Buenos Aires (para arreglar un nuevo cargo y renunciar). El mismo día también en Viedma anunciaban la inminente gira del gobernador rionegrino y desde Neuquén se telegrafiaban las secuelas del conflicto entre el juez Pardo y Abel Chaneton. Este último «sigue preso» (decía LP de 15 y 16 de marzo) y era su tercer encarcelamiento en el territorio. Y según los diarios, el juez Pardo seguía con su cotidiano raid alcohólico por boliches de pésima reputación. Era el momento secreto pero encumbrado de la nativa logia masónica Obreros Luz del Neuquén N° 95 que había reclutado no pocos funcionarios locales. Dos semanas antes había sido iniciado en la logia -con las ceremonias de rigor- el médico de la gobernación Julio Pelagatti. Y a través del gobierno central de la Masonería en Buenos Aires –que conseguiría destronar al juez Pardo, y rechazó los antecedentes para incorporar al profano Chaneton como cofrade-, cooptaría a Elordi.

El 10 de mayo la logia pidió a la central que intercediera influencias para confirmarlo como gobernador y el 12 de julio siguiente propuso iniciarlo, como sucedió en la tenida del 24 de agosto, el mismo día que los cofrades se enteraron que Pardo, finalmente presentó en Buenos Aires su renuncia.

A principios de abril renunció el eficaz juez de Río Negro, Dr. José Luis Ruiz Guiñazú y en Viedma los vecinos lo lamentaban y pedía que fiscal -decano en los territorios- Domingo Guglialmelli (tío del general que dirigiría la revista geopolítica Estrategia) lo reemplazara. Al mismo tiempo que el diputado nacional Juan A. Argerich legaba por Roca en tránsito hacia El Cuy, y en Paso Limay y en Bariloche se pedía por Beovidez. En Viedma, Guglialmelli estudiaba con su esposa –Etelvina Meabe- la propuesta para juez en Río Gallegos y el gobernador rionegrino Cordero intentaba nombraran secretario letrado a su hijo Octavio. Pero estaba en gira y llegaría a Bariloche –ajeno a las suspicacias- para arreglar con la Chile Argentina.

(Continuará)


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios