Trono vacante
El adiós de David deja un gran vacío (copero) y pone fin a la legión.
Los amantes del tenis, muchos de ellos, se quedarán con la espina. Será uno de los misterios del deporte blanco: hasta dónde hubiese llegado David Nalbandian si a ese enorme talento, innato, artesanal, lo aderezaba una alta dosis de profesionalismo. Nadie lo sabe a ciencia cierta, aunque es difícil olvidar lo que alguna vez dijo el maravilloso Roger Federer, víctimas tantas veces del Rey cordobés: “Tiene todo para ser número 1”. Nalbandian, tan controvertido como crack, tan polémico como popular, anunció ayer su retiro y dejó un enorme vacío: se retiró el abanderado de la Copa Davis, el último líder de una Legión que ganó mucho y fue, por sobre todas las cosas, la “culpable” de que hoy el tenis sea mucho más que un deporte de elite y sólo para entendidos en nuestro país. “Es un día triste, pero el hombro no me da más”, señaló quien supo ser 3 del mundo, el único jugador criollo que hizo semifinales en los cuatro Grand Slam, aunque no tuvo el honor de ganar alguno, privilegio sólo reservado para Guillermo Vilas (Roland Garros y US Open en 1977, y el Abierto de Australia en 1978 y 1979), Gastón Gaudio (Roland Garros 2004) y Juan Martín Del Potro (US Open 2009). Gabriela Sabatini sí obtuvo la corona en Nueva York (90), perdió la final en Londres (’1) e hizo semis en Melbourne (89, 92 y 94) y París (85, 87, 88, 91 y 92). Muy pocos se acercaron tanto a la verdad como quien escribió en 2009, desde la ATP, los motivos para entregar una mención especial a Nalbandian durante la ceremonia en la que fueron premiados los cinco mejores de la década pasada (Federer, Nadal, Hewitt, Agassi y Roddick): “Descontando que pocas veces ha estado al máximo de su potencialidad, el argentino merece una mención especial tras finalizar como Top 10 en el ranking ATP por cinco temporadas consecutivas entre 2003 y 2007 y alcanzando la final de Wimbledon 2002 –perdió con Hewitt–. En el 2005 remontó una desventaja de dos sets ante Roger Federer y ganó la Tennis Masters Cup. Además, en el 2007 sumó los títulos ATP World Tour Masters 1000 en Madrid y París”. “Yo siempre admiré el juego de Nalbandian, la decisión en sus tiros y su capacidad de poner la pelota en donde quiera el día que quiera, en cualquier cancha”, reconoció Federer en mayo de 2012, cuando el cordobés aún deambulaba por el circuito, pero a esa altura tenía sólo una obsesión: la Copa Davis. La realidad es que el físico de David no da buenas señales desde hace largos años y su historia clínica incluye problemas de hernia, cadera, hombros, espalda, piernas y abdomen. Lo operaron dos veces, lo atacó un virus, tuvo vueltas notables y verdaderas hazañas coperas, de local pero más afuera, como ante Australia, Rusia y en la recordada de Estocolmo cuando, descartado para todo el mundo, se tomó el avión un miércoles, llegó el jueves a la noche, ganó el sábado en dobles junto a Horacio Zeballos y el domingo, tras 2 horas y 40 minutos, metió un revés paralelo marca registrada para dejar en el camino a Suecia. No era la primera vez que hacía algo similar. Porque en 2005 estaba de pesca cuando se enteró de que tenía que estar en la cita de Maestros, viajó a Shanghai y venció en la final al gran suizo. Ayer, con 31 años, ojos tristes, mirada esquiva, anunció su retiro porque las lesiones lo vencieron. Lo eliminaron. La Davis es hoy un sueño inconcluso. Para Nalbadian y todos los argentinos. Su encono con JM del Potro hicieron desaprovechar una final histórica ante España en 2008. Ellos se involucraron en cuestiones extratenísticas como la elección de la sede, el dinero estuvo por encima de la gloria y hubo una suerte de autoboicot inconsciente. Por eso, y por tantas cosas más, Argentina sigue siendo la mejor nación (siempre hablando del deporte blanco) que aún no ganó la Ensaladera. Todo terminará el día que un equipo criollo levante la Copa, pero en esa foto no estará justamente Nalbandian, el jugador que daba todo por ello.
Archivo/Matías Subat
tenis
En 2002, David ratificó que tenía condiciones para pelear con los mejores. Con 20 años, llegó a la final de Wimbledon y perdió con Hewitt.
Una dulce venganza. En la Davis de 2005, el Rey logró una de sus victorias más resonantes: tumbó a Hewitt en Australia. Colosal.
Los amantes del tenis, muchos de ellos, se quedarán con la espina. Será uno de los misterios del deporte blanco: hasta dónde hubiese llegado David Nalbandian si a ese enorme talento, innato, artesanal, lo aderezaba una alta dosis de profesionalismo. Nadie lo sabe a ciencia cierta, aunque es difícil olvidar lo que alguna vez dijo el maravilloso Roger Federer, víctimas tantas veces del Rey cordobés: “Tiene todo para ser número 1”. Nalbandian, tan controvertido como crack, tan polémico como popular, anunció ayer su retiro y dejó un enorme vacío: se retiró el abanderado de la Copa Davis, el último líder de una Legión que ganó mucho y fue, por sobre todas las cosas, la “culpable” de que hoy el tenis sea mucho más que un deporte de elite y sólo para entendidos en nuestro país. “Es un día triste, pero el hombro no me da más”, señaló quien supo ser 3 del mundo, el único jugador criollo que hizo semifinales en los cuatro Grand Slam, aunque no tuvo el honor de ganar alguno, privilegio sólo reservado para Guillermo Vilas (Roland Garros y US Open en 1977, y el Abierto de Australia en 1978 y 1979), Gastón Gaudio (Roland Garros 2004) y Juan Martín Del Potro (US Open 2009). Gabriela Sabatini sí obtuvo la corona en Nueva York (90), perdió la final en Londres (’1) e hizo semis en Melbourne (89, 92 y 94) y París (85, 87, 88, 91 y 92). Muy pocos se acercaron tanto a la verdad como quien escribió en 2009, desde la ATP, los motivos para entregar una mención especial a Nalbandian durante la ceremonia en la que fueron premiados los cinco mejores de la década pasada (Federer, Nadal, Hewitt, Agassi y Roddick): “Descontando que pocas veces ha estado al máximo de su potencialidad, el argentino merece una mención especial tras finalizar como Top 10 en el ranking ATP por cinco temporadas consecutivas entre 2003 y 2007 y alcanzando la final de Wimbledon 2002 –perdió con Hewitt–. En el 2005 remontó una desventaja de dos sets ante Roger Federer y ganó la Tennis Masters Cup. Además, en el 2007 sumó los títulos ATP World Tour Masters 1000 en Madrid y París”. “Yo siempre admiré el juego de Nalbandian, la decisión en sus tiros y su capacidad de poner la pelota en donde quiera el día que quiera, en cualquier cancha”, reconoció Federer en mayo de 2012, cuando el cordobés aún deambulaba por el circuito, pero a esa altura tenía sólo una obsesión: la Copa Davis. La realidad es que el físico de David no da buenas señales desde hace largos años y su historia clínica incluye problemas de hernia, cadera, hombros, espalda, piernas y abdomen. Lo operaron dos veces, lo atacó un virus, tuvo vueltas notables y verdaderas hazañas coperas, de local pero más afuera, como ante Australia, Rusia y en la recordada de Estocolmo cuando, descartado para todo el mundo, se tomó el avión un miércoles, llegó el jueves a la noche, ganó el sábado en dobles junto a Horacio Zeballos y el domingo, tras 2 horas y 40 minutos, metió un revés paralelo marca registrada para dejar en el camino a Suecia. No era la primera vez que hacía algo similar. Porque en 2005 estaba de pesca cuando se enteró de que tenía que estar en la cita de Maestros, viajó a Shanghai y venció en la final al gran suizo. Ayer, con 31 años, ojos tristes, mirada esquiva, anunció su retiro porque las lesiones lo vencieron. Lo eliminaron. La Davis es hoy un sueño inconcluso. Para Nalbadian y todos los argentinos. Su encono con JM del Potro hicieron desaprovechar una final histórica ante España en 2008. Ellos se involucraron en cuestiones extratenísticas como la elección de la sede, el dinero estuvo por encima de la gloria y hubo una suerte de autoboicot inconsciente. Por eso, y por tantas cosas más, Argentina sigue siendo la mejor nación (siempre hablando del deporte blanco) que aún no ganó la Ensaladera. Todo terminará el día que un equipo criollo levante la Copa, pero en esa foto no estará justamente Nalbandian, el jugador que daba todo por ello.
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