Un amor a las palabras

El español Joaquín Sabina disfruta en estos días de un nuevo encuentro con los argentinos. Con "Río Negro" habló sobre su relación con Buenos Aires y el amplio público que lo sigue.

por :EDUARDO RUILLET

EDUARDO RUILLET

Joaquín Sabina, 57 años festejados recientemente en La Habana –donde presentó su libro de sonetos «Ciento volando de Catorce», y aseguró que continuará escribiendo otro de cartas en verso y un volumen con sus memorias– comenzó el martes 14 a transitar su gira «Ultramarina» con todas las plazas agotadas –acompañado por el bajo y las guitarras de Pancho Varona, por Antonio García Diego en teclados y otras guitarras, Olga Román en coros, y el baterista Pedro Barceló– entonando «Farewell y los sollozos»; aire de bolero sobre el poema de Pablo Neruda, con el que abrió el primero de los ocho conciertos programados para Buenos Aires: «Amo el amor de los marineros que besan y se van, dejan una promesa, no vuelven nunca más…».

Y Joaquín ha vuelto más sosegado–tras cuatro años de silencio forzoso debido a una depresión que lo alejó de los escenarios–para cantar en el Gran Rex el fin de semana pasado, el 28 y 29 de marzo, 1 y 2 de abril; el 21 se presentará en el Provincial de Rosario; el 23 en el Estadio Orfeo de Córdoba; el Polideportivo de Mar del Plata el domingo 26. Total que cuarenta y dos mil trescientas almas corearán las canciones de «Alivio de luto», su último compacto –doble platino ya, con más ochenta mil placas vendidas– pero también de «Nos sobran los motivos» (2000), «19 días y 500 noches» (99), «Física y química» (92), «Mentiras piadosas» (90), y «Malas compañías» (80). Un recital íntimo, acústico y algún que otro rock and roll, de veinte canciones y más diez bises con esa voz rasposa que lo caracteriza.

«Estuve cuatro años sin tocar la guitarra ni un día. No tenía ganas de enfrentarme al público. Cuando comencé a tocar en España me lo tomé como una terapia, aunque me costó mucho. Cuando me comentaron que se habían vendido ocho Gran Rex en Buenos Aires, se me vinieron todos los fantasmas encima. El argentino es el público más caliente y eso no tiene que ver conmigo, sino con como sois, completamente locos y disparatados. Sigue siendo el mismo país loco de siempre, no sé hasta cuándo ni cómo, pero… Fíjate Puerto Madero donde estamos, en este hotel absolutamente fashion y maravilloso; y luego está Raúl Castels y su comedor para quienes no tienen qué comer».

«A mí me gusta más el caos que el orden, por eso amo Buenos Aires, pero también me gustaría que a ustedes les dieran tiempo para que los pibes puedan crecer, que no haya esas diferencias brutales entre Puerto Madero y el interior de los interiores».

«Tengo un ya largo romance con Buenos Aires. Antes de venir por primera vez, para mí que soy de un pueblecito de la provincia de Jaén, Madrid era Nueva York y Buenos Aires, el planeta Marte. Es decir, en el guión de mi película fantasiosa de la adolescencia no estaba para nada cruzar el charco. Pero tenía mi mitología porteña venida del tango, de Jorge Luis Borges, de Julio Cortázar, de Don Atahualpa Yupanqui; los oí, los leí de joven, incluso toqué en mi guitarra. Tenía la intuición absurda de que era una ciudad hecha para mí. Por ese tiempo, Madrid empezaba a llenarse de Mc Donald's, a globalizarse de un modo atroz y a perder toda la memoria… Cuando vine aquí, vi cafetines en las esquinas, quioscos llenos de periódicos a las seis de la mañana, unas putas fantásticas. Todo el verso de Buenos Aires», señaló el cantautor.

«Una vez salí de un boliche cuando amanecía y el taxista que me llevó era un teólogo de la liberación y nos quedamos hablando horas. Inmediatament sentí que esta ciudad se relacionaba con mi fantasía, mi modo de ser. Luego la fui conociendo más y más. Me enamoré de muchas cosas, desde Charly García hasta Diego Maradona, de Juan Carlos Baglietto a Raúl González Tuñón, yo que sé… Hasta de los últimos que escriben como Reinaldo Sietecase con quien estuve anoche». Es jueves de lluvia abrumadora; Puerto Madero Este, donde está el hotel del encuentro con «Río Negro», luce irreal, distante del Buenos Aires que Sabina acaba de invocar.

– Mientras no venías a la Argentina, un montón de músicos desconocidos anunciados como Tributo a Sabina o tal Canta Sabina, en afiches oficio pegados en los postes de luz, mantuvieron tu música más allá de la difusión, de los discos que cada uno tiene. Sostuvieron tu obra durante tu ausencia…

– Me encanta que me lo recuerdes, porque esta tarde estuve pensando en ellos luego de ver un reportaje en un canal de televisión. Me habían llegado algunas noticias… Creo que algo debo y voy a hacer. Lo digo desde ya, los voy a citar para invitarlos a subir al Gran Rex, a cantar conmigo «Princesa», una de estas noches. Y les estoy muy agradecido. Si han encontrado en lo que yo escribí un medio para calentarle el corazón a la gente de los boliches y para ganarse unos mangos, pues benditos sean.

– Habrás observado entre el público que chicos muy jóvenes seguían tus letras. Una generación nueva ha incorporado tu música, tu poesía para nada complaciente…

– Pues, por un lado no lo entiendo. Por otra parte es muy emocionante. Pienso en los padres, es decir, esos pibes y esas pibas de quince, dieciséis, diecisiete años me han oído en su casa; se lo ha puesto mi generación. Y de alguna manera, milagrosa–aunque no creo en los milagros– encontraron ahí algo que la gente de su edad no les estaba dando; canciones escritas con el corazón y no con la calculadora… Y un amor a las palabras, como si fueran gardenias. Para que esta carencia se dé en los jóvenes, está fallando muy gravemente, por la base, la educación; y los modelos que enseña la televisión que para mí es el opio de un pueblo. Jamás pensé que eso podía suceder, ¿no? Es más, a veces echo de menos–te lo confieso– un público un poquito más tranquilo y más adulto. (Risas) Y más adúltero… (Carcajadas).

Tanto fervor me parece un exceso y siempre dudo, pienso que voy a defraudar, no voy a estar a la altura.

El caso es que el público me empuja realmente; los cánticos de los primeros días estimularon tanto que acabé entrando en eso. Pero, se agradece aunque me llevan a una suerte de éxtasis, que a mis años no es demasiado competente. Cuando comenzamos a enterarnos que había esa cuestión inconcebible de las colas y tal, pensamos qué podíamos hacer… En diciembre vamos a retornar con un espectáculo más de estadio, más tribal, más de cánticos, con más rock and roll.

Trataremos de ir a todos los sitios donde alguna gente se ha quedado fuera.

Cada concierto lo dedico a todos los que vienen a verme y también a los que no pueden hacerlo.


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