Un chamán cubano para levantar la temperatura

Nelson Vargas vive su segundo invierno en la Patagonia. El y su banda animarán hoy una fiesta cubana en Roca.

Este es su segundo invierno en la Patagonia. Tiene frío, obvio. Nelson Vargas nació allí donde el clima es amable y acaricia la piel como una dulce ninfa desnuda, entre verdes intensos y sabores que emborrachan el espíritu. Vargas viene de uno de esos paraísos terrenales que las tarjetas de crédito tratan de vender en sus revistas por suscripción.

Tiene 26 años que parecen más cuando está al frente de la fiesta que arma sobre el escenario. Pero hoy, una excepcionalmente helada noche roquense, luce tal cual su calendario. Lidera un grupo, «Vargas y su tumbao». El nombre correcto. Lleva triple campera, pañuelo preparado en la mano. Está fresquito incluso para un patagónico. ¿Resfriado? «No, no siempre estoy es que… el clima», dice y extiende las manos en señal de impotencia.

Hasta antes de venir a la región y formar una familia, Nelson Vargas era profesor de la Escuela Internacional de Percusión en La Habana. Unos de sus alumnos extranjeros, el baterista Elvio Lochbaum, lo invitó a conocer el otro extremo del planeta y una cosa llevó a la otra. Hizo, sin escalas, o casi, La Habana el Alto Valle. No es fácil de digerir este tipo de cambios. Ni siquiera para un chico que imaginaba cómo eran las geografías que rodeaban su isla. «Cuando llegué a Buenos Aires me impresionó. Nunca había estado en una ciudad tan grande, enorme. La Habana tendrá 3 millones de habitantes», recuerda.

Luego vino el sur. Y supo que también existe. Otras formas cálidas encontró, distintas de la tierra. Por eso, y por la música que le dicta pautas constantes en el oído, cual un diablillo invencible, es que hace lo que hace: tocar para vivir.

-¿No extraña el calor?

-Mucho, pero se soporta. Además el clima acá es bueno, sufro el invierno.

-No debe ser fácil calentar el ambiente en una fiesta, por ejemplo, o en un recital.

-No, aquí la gente es más tímida. Antes me llamaba más la atención. Es que no entiendo cuál es el problema de salir a bailar. Digo, no va a pasar nada malo. Vas a moverte, pasarla bien. Y aquí uno le pide a la chica y… no… y no, no sale la chica.

– ¿Y cómo resuelve el problema?

– Bueno, ahora es distinto porque la gente ya se acostumbró a ver el espectáculo y baila, se suelta más. En Cuba la gente baila naturalmente. Tal vez tenga que ver con esto, el clima.

– O tal vez sea un mito lo del clima. En otros lugares del mundo hay menos timidez y mucho más frío.

– Sí, es también una cuestión cultural.

– ¿Se pregunta a veces cosas del tipo qué hago en la Argentina?

– No, es decir, sí pero no mucho. Vengo de tan lejos y mi familia está tan lejos que trato de no hacerme esas preguntas existenciales. Son algo natural. Me imagino que mucha gente de acá o Buenos Aires debe habérselas hecho en su momento cuando llegaron de Italia o España.

– ¿Encontró el calor humano, ya que el frío lo persigue en invierno?

-Sí, mucho. Estoy en una familia fantástica y eso es muy gratificante. Eso es importante en cualquier lugar.

– La vida se va haciendo de muchas formas. Es una lección que sabemos pero no entendemos.

– La vida es muy rara. Hoy estoy en Roca y antes en La Habana. Tiene que ver con ambiciones personales. En Cuba era profesor de un lugar importante, pero siempre estaba pensado en desarrollar otros aspectos de mi vida. Bueno, ha sido aquí. Estoy contento.

– ¿Saldó algunas de sus deudas artísticas?

– Quedan unas cuantas, no sólo artísticas. Pero mostrarme a mí mismo que era capaz de vivir otro estilo de vida, era una. Lo otro es la música.

– Que no deja de sonar. Al menos eso le pasaba a Beethoven y a otros compositores y músicos de los que nos han contado.

– Nunca, está todo el tiempo hablándome al oído. Es terrible y maravilloso. Cualquier artista sueña con dejar algo. Pienso mucho en el tema de un disco. Es uno de mis proyectos.

– Un disco de música caliente en la Patagonia. Suena raro pero interesante.

– Es una extraña combinación. Otra cosa que sabe el artista es que la recompensa es producto de mucho trabajo. Seguiré tocando y buscaré tantos horizontes como sea posible. Y tocaré más.

– Tuve la oportunidad de ver a otro músico cubano, Alexander Batista, en una de sus primeras presentaciones en Buenos Aires hace unos años. ¿Lo conoce?

– Sí, es un gran saxofonista.

– Desde otro lugar, usted me lo recuerda. Tal vez sea esa independencia, casi espiritual que logran ambos con su instrumento. Como cuando se deja llevar y pasa tres minutos corridos improvisando ritmos. Es un privilegio para cualquiera que haya pagado su entrada.

-Debes aprender a tener cierta independencia, pero también escuchar al que está al lado. La música siempre parece fácil, ésa es la idea, ¿no?

– ¿Se imagina viviendo en Miami? Lo digo porque es otra ruta posible para miles de cubanos.

– Me lo imagino, sé que allí la competencia de los músicos es muy fuerte y eso me atrae también.

– Este año viene a la región «Chucho» Valdés.

– Un maestro.

– Vive en Cuba, tengo entendido.

– Sí, tiene una casa hermosa. Forma parte de un grupo de artistas exitosos de Cuba pero no pueden ostentar. No creo que quieran hacerlo tampoco.

– ¿Se imagina volviendo a Cuba?

– Totalmente. Me imagino viviendo en Cuba sin ningún problema. Es también una posibilidad. Allí las cosas han quedado bien, tengo a mi familia. Me siento bien en Cuba. Es que ahora estoy, como dices, haciendo mi ruta.

Hoy por la noche Nelson Vargas seguirá con el imposible rito chamánico de cambiar el clima. Con tal fin interpretará la danza del sol a la medianoche en Casa de la Cultura de Roca en una fiesta cubana. ¿Será la primera en la historia de la Patagonia? Del encuentro participarán otros compatriotas suyos, su banda y todos los que tenemos, ya que no la geografía, la sangre caliente.

Claudio Andrade


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