Un clamor de justicia en el adiós

NEUQUEN (AN).- Dolor, mucho dolor. Es la única palabra que apenas alcanza para describir el último adiós que ayer le dieron familiares y amigos a María Alejandra Zarza en el cementerio central de esta ciudad.

El féretro sobre el carro fúnebre marchó a paso de hombre con dos coronas hacia el cementerio. Unas 300 personas acompañaron en respetuoso silencio el duelo de una familia destrozada.

«Que agarren a ese hijo de puta para que diga qué hicieron con mi hermana», dijo en medio de un llanto desgarrador la hermana de María Alejandra cuando la despedía. La gente luego empezó batir palmas, en silencio. Pero no hay dudas de que eran golpes que salían desde la bronca y la impotencia, y estaban dirigidos a un claro reclamo de justicia.

De los funerales participaron varios dirigentes del radicalismo neuquino. Rodolfo Quezada, que ya es el abogado de la familia y se constituyó en querellante, ayudaba a sostenerse en pie a la dolida Ema Bravo de Riquelme, la madre adoptiva de María Alejandra.

La diputada Mirta Domene, su colega Ricardo Villar y otros referentes de la Unión Cívica Radical estuvieron junto a la familia allí, en el momento más difícil, cuando no hay lugar para el consuelo.

Ema pertenece a la UCR y se transformó en una militante de referencia barrial, especialmente a partir de 1982 cuando las fuerzas políticas se organizaban para regresar a la vida democrática después de la última dictadura militar.

Edgardo Chervabaz, titular del gremio de los judiciales, también acompañó a Ema en su dolor.

María Alejandra tenía 25 años y una vida en su vientre a punto de alumbrar. Trabaja en mesa de entradas del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) y entre sus muchos sueños abortados quedó trunco su título de maestra jardinera.


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