Un crack en su laberinto
<b>Fue el mejor del equipo en la Copa, pero no marcó y sumó una nueva frustración con la Albiceleste.</b>
AP
Lio llegó a la Copa con el objetivo de rubricar su enorme momento en el Barcelona. Careció de socios y le faltó el gol.
Se suponía que fuera el Mundial de Lionel Messi, su chance dorada para finalmente brillar con la selección argentina como lo hace en el Barcelona, equipo donde se transformó en el mejor jugador del planeta. Pero La Pulga tuvo otra enorme decepción albiceleste, la más grande de su vida.
Es que llegó a esta Copa como la máxima joya y se despidió de ella demolido en lo anímico, sin goles, con otra eliminación mundialista.
Es la segunda Copa consecutiva en el que dice adiós en cuartos de final, y nuevamente el verdugo es Alemania. Hace cuatro años lo vio desde el banco en el estado Olímpico de Berlín. Esta vez era actor central, el abanderado de la ilusión que apagó la maquinaria teutona con un vendaval goleador.
No es cierto que Messi haya sido desde lo individual un fracaso. Nada más alejado de la verdad. Tuvo momentos brillantes, especialmente en la primera ronda, pero se le negó el gol porque se hicieron grandes rivales como el arquero nigeriano Enyeama.
Sus gambetas y la visión de juego estuvieron en su máxima expresión en el triunfo 4-1 sobre Corea del Sur, en el que participó en casi todos los tantos. Pero, nuevamente, tuvo la pólvora mojada.
No se preocupen, el gol llegará, repetían desde la Albiceleste. El festejo tampoco llegó en el 2-0 sobre Grecia para cerrar la primera fase, en la que se convirtió en el capitán más joven del seleccionado, con 23 años y dos días. Los griegos y los mexicanos escalonaron las marcas y a veces lo detuvieron, con marcas celosas y duras, pero generalmente se las rebuscó para influir en ataque.
Lo peor estaba por venir. Alemania, esta vez sin tener que recurrir a las repetidas faltas, le cerró las vías, lo aisló de sus compañeros, y Lio ni siquiera pudo rematar con claridad al arco.
Lo intentó, buscó una y otra vez la pelota. Frenó, pensó en milésimas de segundo, se lanzó solo a la epopeya, pero los nervios y un equipo alemán con una marca extenuante, lo asfixiaron.
Estuvo impreciso, erró tiros libres, pero intentó siempre. Ya no lució la sonrisa de los primeros partidos, feliz de poder vivir al fin su mejor momento albiceleste.
Las apuestas eran muchas. Maradona lo nombró primero su heredero, le dio la camiseta número 10 y le pidió que fuera “el mejor de todos los tiempos”. “Quiero ser campeón y tengo a Messi”, era su frase de batalla.
Messi cerró la historia parado solo en medio del campo, con la cabeza gacha, intentando soportar tanta tristeza. Maradona salió a buscarlo y lo abrazó, los dos “Diez” de la historia argentina comienzan a compartir ahora también el sabor de la derrota.
Será cuestión de esperar otros cuatro años para que el sueño de Lio se haga realidad, al menos con la camiseta argentina.
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