Un crudo retratista que puso al desnudo el alma humana
Para algunos eran fascinantes y bellos, mientras otros los consideraban provocadores, repelentes y feos. Pero para todos los expertos y los amantes del arte estaba claro que los desnudos de Lucian Freud eran únicos. El nieto de Sigmund Freud no conocía compromisos ni adulaciones. Sus representaciones a veces excesivamente sinceras no resultan siempre fáciles de ver, aunque le han asegurado al pintor “un lugar único en el hall de la fama del arte de finales del siglo XX”, considera el director de las galerías Tate en Reino Unido, Nicholas Serota. Lucian Freud buscaba rara vez a gente conocida por su atractivo físico para sus desnudos. Las modelos Kate Moss o Jerry Hall, ex esposa del músico Mick Jagger, fueron excepciones. Sus motivos preferidos eran familiares o amigos, que debían posar durante horas para él. Su fama crecía cada vez más en los últimos años, en los que se convirtió en uno de los artistas contemporáneos más importantes. Sus obras alcanzan precios exorbitantes y eran vistas por las casas de subastas como una garantía de ingresos. Al comienzo de su carrera, sin embargo, tuvo que oír a menudo que no era lo suficientemente moderno. Inspirado primero por el surrealismo, el pintor se mantuvo después fiel a su amor por los contornos humanos en medio del furor por lo abstracto. Usuales eran también algunos comparaciones con su célebre abuelo: mientras Sigmund Freud bajaba a las profundidades del alma, Lucien Freud la exhibía hacia afuera. Bolsas de grasa, arrugas, venas marcadas bajo la piel pálida o los pechos caídos son algunos de los rasgos que le gustaba reflejar al pintor en sus cuadros. “Deseo que mis retratos sean la gente misma, no sólo su apariencia exterior”, dijo alguna vez. “Mi trabajo es puramente autobiográfico”, aseguró en su día Freud. “Habla de mí y de mi entorno. Es una manera de tener un registro”, añadió el artista. “Pinto a la gente”, dijo Freud, “no por lo que son, no cómo son exactamente, sino cómo se encuentran”. En círculos ajenos a las vanguardias artísticas Freud era visto como un rebelde, otros lo consideraban incluso sólo un pornógrafo. Freud se convirtió en el artista vivo más caro del mundo. La obra “Benefits supervisor Sleeping” (1995), en la que representó a una mujer obesa tumbada completamente desnuda sobre un sofá, fue adquirido en 2008 por el millonario ruso Roman Abramovich por 33,6 millones de dólares. El mes pasado, su obra “Woman Smiling, 1958-59” fue vendida por 4,7 millones de libras (7,6 millones de dólares). En tanto, un autorretrato con un ojo morado, consecuencia de una disputa con un taxista, se remató el año pasado en más de 2,8 millones de libras (más de 4,5 millones de dólares). (DPA)
Freud, un maestro del retrato que prefería pintar gente común.
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