Un enfermo terminal se casó en terapia intensiva, en Cipolletti

Cumplió su deseo con su compañera desde hace 16 años, Margarita, con quien tiene tres hijos.

Alegría y angustia manifestaron ayer Hernán y Margarita, al mismo tiempo, tras casarse en terapia.
CIPOLLETTI (AC) – Hernán Muñoz tiene 42 años, padece un cáncer que -hasta él lo sabe- terminará con su vida en poco tiempo. Ayer, desde una cama de hospital, cumplió su más fuerte deseo: casarse con Margarita Riquelme, su compañera desde hace 16 años, con la que tiene tres hijos. Por unos instantes, una efímera felicidad regresó a los rostros de este matrimonio signado por el dolor.

Hace nueve meses que este hombre fue internado en el hospital de Cipolletti. No siempre estuvo en el servicio de Terapia Intensiva, porque hubo etapas en las que pasó a una habitación común, pero su salud es tan débil por estos días que su cuidado precisa atenciones especiales.

La crisis del sistema público de salud rionegrino no fue óbice para que Hernán y Margarita sintieran el hospital como un segundo hogar, para ellos y para sus tres hijos varones: Andrés (de 13 años), Fabián (12) y Pablo (9).

Hace años que el matrimonio, ahora legal, planea el casamiento, aunque lo soñaba distinto. Por ello lo fueron postergando: nunca había dinero para un festejo como el que deseaban.

Primero fue la necesidad del techo propio y la obligación de pagar las cuotas de la casa. El deseo de festejar como se debe la primera comunión de Andrés colocó el anhelo de casarse un poco más lejos.

Cuando la salud de él se deterioró más, tomaron la decisión de casarse ante la ley.

La complicidad solidaria de la gente del hospital y la del Registro Civil fue vital para poder llevar adelante este deseado proyecto.

Así que ayer a las 10 de la mañana, en una habitación individual de Terapia Intensiva, la delegada del Registro Civil en Cipolletti, Jacqueline Vittini, los declaró oficialmente marido y mujer.

Las lágrimas de ella tienen algo de emoción y de pena. Su marido no habló cuando «Río Negro» fue autorizado a ingresar a la habitación, pero se veía una mezcla de alegría y tristeza en sus ojos.

Cuando se estaban casando, quizás recordaron cuando Margarita llegó de Chile para visitar a un hermano que vivía aquí y conoció a Hernán. Ella supo entonces que nunca se iría de su lado.

A pesar de las carencias, la mujer no deja de agradecer la solidaridad de la gente que «siempre lleva algo a casa». Ella no tiene empleo y él era un trabajador temporario de un galpón de empaque.

En el agradecimiento de Margarita hay un capítulo muy especial para los trabajadores del hospital de Cipolletti. Hay que ver cómo, en medio de tantas carencias, los médicos y enfermeros del servicio de Terapia Intensiva mantienen viva la mística de seguir siendo útiles a los que más lo necesitan.

«En estos nueve meses, el hospital ha sido mi segundo hogar», no se cansa de repetir Margarita.

En la difícil doble responsabilidad de criar a tres niños y atender a su esposo, esta mujer tuvo la colaboración de enfermeras, mucamas y hasta cocineras, que la ayudaron a alimentar a sus hijos. «Los tres son excelentes estudiantes, por suerte», se ufana con lágrimas en los ojos.


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