Un fallo que utiliza el sentido común

«Si yo fuera uno de los imputados me iría buscando un país que no tenga extradición».

La frase corresponde a una de las fuentes que más de cerca padeció este expediente y resumía el ánimo de victoria que ayer se transpiraba en el Juzgado de Daniel Rafecas. No es para menos.

Antes de que asumiera este magistrado, por esta causa desfilaron tres jueces, hubo un manoseo de pruebas, se tomaron medidas compulsivas o con modorra de acuerdo a las necesidades políticas y se perdió un valioso tiempo para demostrar la independencia del Poder Judicial respecto del poder político.

El derrotero fue tedioso. En estos cinco años, el expediente estuvo a punto de cerrarse, al menos, en dos oportunidades. Ni la aparición de un testimonio inédito en la historia política argentina como fue el del arrepentido Mario Pontaquarto parecía alcanzar, a pesar de que este hombre se había autoincriminado.

En julio del año pasado, el expediente sufrió su último golpe: la Cámara Federal retó al anterior juez de la causa Rodolfo Canicoba Corral por su «investigación defectuosa» y le ordenó a su sucesor buscar más pruebas. Y Rafecas, contra todos los pronósticos, se lo tomó a pecho.

La resolución que ayer dio a conocer fue, quizás, la más completa y acorazada de todas las que se produjeron en este vapuleado juzgado. No sólo es sólida. También tiene una virtud pocas veces aprovechada en esta causa: sentido común. Los elementos de prueba no fueron analizados desde la frialdad de un dato aislado sino que se acomodaron en un contexto político, lo que permitió redescubrirles un significado más esclarecedor. Como, por ejemplo, el porqué de lo apretado y caótico de la sesión de la ley laboral.

Rafecas reconstruyó esta historia como un rompecabezas, como él mismo admitió. Se pregunta, se responde. Plantea una hipótesis y después la destruye. ¿Por qué a nadie se le ocurrió alterar los registros de la SIDE en los que figuraba el ingreso de Pontaquarto?, se atrevió a preguntarse. «Porque se confiaba en la impunidad. Ni en el peor de los escenarios iban a imaginar que un hombre altamente comprometido con esta empresa criminal se iba a poner a disposición de la Justicia», concluyó.

También usó la lógica, incluso, para valorar algunas contradicciones de horarios en las que incurrió Pontaquarto. Un testimonio perfecto no es creíble, repite varias veces a lo largo del fallo. La confesión de Pontaquarto es el pilar de esta investigación. Sin embargo, cambió la carátula que le habían asignado anteriormente por un delito mucho más grave.

Rafecas utilizó la ironía para ridiculizar algunas estrategias defensivas. Cantarero fue uno de los más castigados. El senador fue el que confesó a esta periodista haber cobrado las coimas, hace cinco años, aunque luego lo negó. «La verdad es que Cantarero, por sus particulares condiciones personales, ha hecho fácil la comprobación de un delito en el que rige, como regla general, la más amplia impunidad», escribió el juez.

El magistrado fue audaz en su resolución. Tuvo la voluntad política o la astucia de desarticular una maniobra de la defensa de De Santibañes -que en su momento llegó a confundir incluso a la Cámara Federal- ya que se falsearon datos de una pericia telefónica para rebatir los dichos del arrepentido.

¿Hubo nuevos vientos políticos para que este magistrado se jugara en la investigación? Quizás. Al menos, fue a fondo.

María Fernanda Villosio

Notas asociadas: COIMAS EN EL SENADO:El gobierno negó haber influido sobre el juez Rafecas

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