Un gigante que tapa el sol

Por Alicia Miller

El endeudamiento es a las finanzas públicas de Río Negro como un gran parásito que, sin dar beneficio ninguno, insume mes a mes enormes recursos, que resultarían valiosísimos para satisfacer necesidades básicas tales como pagar a tiempo los sueldos de los docentes y otros empleados, abastecer a hospitales y comisarías. En fin, cumplir con las obligaciones primarias e indelegables del Estado.

Esta semana, ya apagados los ecos de los actos de asunción del gobierno nacional y pasadas las fiestas, comenzó a plantearse en términos concretos cómo será la política de Interior y Economía para atender uno de los principales problemas que enfrenta la Nación: la deuda de 20.000 millones de dólares que acumulan las administraciones provinciales.

El jueves, luego de la reunión de ministros de Economía en Interior, el secretario de Provincias de esa cartera, Wálter Ceballos, ponderó la gestión de Pablo Verani en Río Negro diciendo que el gobernador «está haciendo todos los ajustes posibles, con reducción tanto en salarios como en la estructura de la administración», y adelantó que la Nación avalaría la refinanciación de la deuda de esta provincia, al parecer no sólo porque lo necesita sino además porque lo merecería.

En esto, no todo está dicho.

En principio, nadie duda de que Río Negro necesita refinanciar no sólo los 150 millones de capital de su deuda que vencerán este año, sino el total de 1.000 millones de pasivo que ha «sabido» conseguir.

En cuanto a sus merecimientos, el tema es relativo.

Por un lado, y como ya ha sido dicho, no es tan cierto que la provincia haya hecho «todos los ajustes posibles». Muy por el contrario, las cifras muestran que, pese a los planes de retiros voluntarios, a las privatizaciones y transformaciones de empresas públicas, a la ley de la Función Pública y a todo lo que ha significado en costo monetario para el grueso de los estatales de más bajos recursos, la masa salarial no ha disminuido. Es por eso que todavía hoy Verani sigue hablando de reducir gastos, y mira a diestra y siniestra hacia cada organismo, incluyendo a los poderes Legislativo y Judicial, para ver que de una vez por todas alguien haga lo que todos debieron hacer mucho tiempo atrás.

Por otro, está la gran esperanza que Verani mostró desde hace meses sobre un favor especial que beneficiaría a la provincia si su correligionario De la Rúa llegaba a la Rosada. Esa lectura fue la que surgió de los dichos de Ceballos. Pero la gravedad de la cuestión fue advertida de inmediato. Con los antecedentes de hiperinflación que tiene el radicalismo en el poder, el pulso psicológico debe ser cuidado al extremo por las autoridades nacionales. Y hablar de favores partidarios dista mucho de ser lo recomendable en momentos así. Sobre todo cuando la mayoría de las provincias son de signo contrario a la Alianza, lo que coincide con el elevado poderío opositor en el Senado, que es la llave para cualquier intento de consolidar poder de mando en términos políticos.

Es difícil saber si una u otra fueron la causa de que, el viernes, viendo ya sea la inexactitud, ya sea el riesgo que acarreaban sus palabras, el propio Wálter Ceballos puso en corset su verbo y amainó: «Hay que refinanciar las deudas provinciales pues muchas no pueden pagar y hay que encontrar una solución, pero ésa va a ser una decisión conjunta para todas las provincias, sin privilegios, que se tomará junto a la cartera de Economía».

No obstante, para ese momento, el alivio había campeado en los despachos rionegrinos.

El ministro de Economía, José Luis Rodríguez, tomó otro punto en favor de su optimismo: que la Nación le entregó los bonos para cubrir aquel añejo saldo pendiente del Gasoducto Cordillerano y que, en lugar de darle los 20 millones en bonos prometidos por Menem, le dio 26 millones en papeles para que -al venderlos- Río Negro tuviera casi el total de la deuda en dinero contante y sonante.

Es un gesto, sí lo es. Pero lo que verdaderamente marcará diferencia para la provincia será el tema de la deuda, ese gigante que tapa el sol.

Por ahora, el optimismo de los funcionarios rionegrinos augura que para fines de enero habrán cerrado con la Nación un acuerdo para que ésta avale la refinanciación de los 150 millones de capital de la deuda que ven-cen este año. No significa que la Nación los pagará. Sólo que postergará la obligación. Será oxígeno, pero no remedio definitivo.

Mientras tanto, la provincia deberá seguir solicitando préstamos en el mercado financiero para afrontar los 90 millones de dólares de intereses que vencerán este año y que, como un mecanismo perverso, seguirán agigantando la deuda. Si no logra eliminar su déficit operativo y generar ahorros en cantidades suficientes, su futuro sólo podrá ser el quebranto.

El aval político es importante, pero no lo es todo, aunque venga del presidente de la Nación. De eso saben mucho provincias como La Rioja o como Corrientes, alimentadas durante años por el favor de una Nación que quería conquistar a su dirigencia, pero que ni así pudo esquivar el destino de un desmanejo irresponsable.


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