Un goleador que se fue apagando
Comienza el Nacional de 1979 y Boca necesita cumplir una actuación más que destacada para borrar la pobre imagen que dejó el campeonato Metropolitano y en la Copa Libertadores de América, trofeo que pierde en su propio estadio.
En ese instante surge un joven hecho en las divisiones inferiores que rompe esa monotonía de hombres intrascendentes con la casaca número nueve. Era Carlos Damián Randazzo.
A partir de ese partido contra Rosario Central que lo tuvo como el jugador que definió el encuentro, todas las tapas de las revistas lo tuvieron como protagonista principal y todos fueron en busca del goleador que hacía tanto tiempo Boca no tenía.
En ese momento y sorpresivamente dio una respuesta que sorprendió a todos: «No, yo no soy un goleador. Conmigo se confunden».
Quienes lo requerían creyeron que se trataba de una subestimación hacia sí mismo las palabras del delantero, pero con el correr del tiempo se comprobó que era realidad.
Pero fue tan espectacular su aparición, que no dejarse seducir por esa seguidilla de goles era imposible. Fueron seis goles en cinco partidos y a partir de entonces la llama goleadora pareció apagarse. Luego pasó sin trascender por River y San Lorenzo.
Randazzo tenía propiedades en Villa La Angostura, donde en 1997, Diego Maradona llegó junto a Guillermo Cóppola para hacer su preparación con vistas a su retorno a Boca. Randazzo había gestionado aquella estadía en la villa cordillerana neuquina.
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