¿ Un golpe en la mesa ?

Arnaldo Paganetti

El argentino, decía Borges, no es un ciudadano, sino un habitante que no tiene idea de la Nación en la que vive. Contempla al territorio, que mal o bien le da cobijo, como un lugar al que la naturaleza dotó de riquezas y a las que, rápida y desaprensivamente hay que echar mano. Tanta viveza criolla no sirvió de mucho. Hoy, cuando los ricos del Primer Mundo son los que manejan el planeta a través de los fondos de inversión y las principales empresas nacionales han sido privatizadas, hay millones de connacionales que como caracterizó Alicia Castro, diputada de la coalición gobernante, más crítica aún que los peronistas opositores, oscilan entre la pobreza, la exclusión, la desocupación y la pertenencia a una clase media venida a menos.

No hay políticas inmigratorias que organicen racionalmente la distribución del trabajo. Los que no pagan sus obligaciones impositivas son premiados con continuos perdones y los cumplidores, injustamente castigados.

De la rabia al éxtasis. Apenas dos semanas atrás, los «piqueteros» se habían adueñado de varias rutas. A la siguiente, en un clima de amenazas y en medio de las negociaciones con el FMI, las tres centrales sindicales convocaron a un paro que logró un récord: sea por la razón que fuese, 6 millones y medio de trabajadores se quedaron en sus casas o salieron a protestar contra el modelo económico. Y los últimos siete días, en contraste inigualable, «la mitad más uno» salió a festejar la copa lograda por Boca en Japón, frente a Real Madrid. «Quince pesos es mucho para mí, pero por Boca doy eso y mucho más», dijo una humilde fanática del cuadro de la ribera, en el momento de comprar su entrada para el partido de hoy contra San Lorenzo. Quizá le falte el centavo para llegar a fin de mes, pero no se priva de una alegría sentimental. Otros guardan sus dólares debajo del colchón o los mandan al exterior.

¿Dónde depositar la confianza? El presidente Fernando De la Rúa ha tenido marchas y contramarchas en menos de un año de gestión. En el camino perdió, nada menos, que al vicepresidente y jefe del Frepaso, Carlos Alvarez. Todos se preocupan hoy por el estado anímico de «Chacho», pero se olvidan por qué se fue. Lo hizo impotente frente al grado de corrupción que él mismo denunció en el Senado, rebajado por De la Rúa y traicionado por algunos de sus compañeros, la mayoría de los cuales, una vez en el poder, se comportan como políticos tradicionales, amantes del clientelismo y el amiguismo.

Un desencantado dirigente del Frepaso le contó a «Río Negro» que en una reunión de dirigentes de la capital federal que responden al jefe comunal Aníbal Ibarra, se estudiaron diferentes alternativas para utilizar de contrapeso a las recetas liberales. No hubo una sola que contara con consenso. Para colmo, con un grado de autocrítica feroz, uno de los presentes pidió a los casi 50 participantes del encuentro: levante la mano aquel que no sea funcionario y no tenga gente a su cargo con sueldos estatales. Nadie lo hizo.

Las pequeñas y anecdóticas desgracias cotidianas presentan al país con dos rostros. Uno bello y juvenil como el de Dorian Gray, y otro oculto, desfigurado y violento, pero verdadero. La capacidad de objetar y destruir es inversamente proporcional a la incapacidad política. Hasta el politólogo Natalio Botana, descalificó a los que endiosan al mercado, al señalar que el mercantilismo se hace fuerte y dominante cuando los gobiernos son débiles. Este es el caso argentino. De la Rúa se muestra irresoluto, no termina de convencer. «Debería dar un golpe en la mesa y empezar a gobernar por decreto», aconseja una parte del nuevo equipo que se aglutina alrededor del jefe de gabinete, Chrystian Colombo.

Tras la aprobación del presupuesto, y con aprestos en materia de previsión social y desregulación de obras sociales, el gobierno apuesta a que el «blindaje» financiero internacional llegará antes de fin de año y, como mínimo, oscilará en unos 20 mil millones.

Marcos Makon, segundo de Colombo y nexo con «Chacho», sostiene que la Alianza se reacomodará y pondrá todas las fichas al crecimiento y a la reestructuración estatal. Los delegados del FMI se espantaron ante él cuando se enteraron que en el Presupuesto del 2001 se escondía una nueva moratoria.

Makon promete una lucha a muerte contra los evasores, pero aclara que el respaldo que obtenga la Argentina debe servir para alentar la competencia y la productividad. Sabe que el blindaje le conviene más que a nadie a los acreedores, a los nuevos acreedores. El país accederá a créditos más baratos y se alejará del peligro de la cesación de pagos, que provocaría un colapso mayúsculo, con efecto dominó en la región.

La modernización estatal fue frenada en el Congreso, pero igual el gobierno seguirá adelante con la intención proclamada por Colombo de eliminar dos organismos por semana. Hay que ahorrar, es su consigna, aunque el déficit presupuestario fue aumentado hasta siete mil millones de dólares, lo que le valió a la administración delarruista una ola de críticas de los economistas del establihsment.

Mientras Carlos Menem, vuelve a subir la cuesta y Raúl Alfonsín, sigue expresando ante militantes radicales «lo lindo» que sería no pagar la deuda externa durante dos años, el ex superministro Domingo Cavallo, insiste en que no hay que ahogarse en un vaso de agua, y subido a la euforia triunfalista de Boca, es el único que augura un crecimiento del 10 por ciento para el año próximo, «si se hacen los deberes».

Cavallo está más interesado en su carrera política que en ponerle el cuerpo a este gobierno.

«Siempre quiere todo. No se conformaría con ser ministro, jefe de gabinete o vicepresidente», le confió a este diario un técnico a quien «Mingo» sigue consultando.

Rudiger Dornbusch, el economista que irritó cuando afirmó que De la Rúa era un buen Presidente para los domingos soleados por la tarde, volvió a la carga contra el ministro José Luis Machinea. Le reconoció inteligencia, pero acotó que es un dulce, y no el «general Patton» que se requiere para lidiar con la grave coyuntura argentina.

«Hicimos todo, la reforma laboral, la desregulación de las obras sociales, el pacto fiscal con las provincias, y algunos siguen hablando como si no hubiéramos hecho nada», reprochó Machinea.

Esta semana se abre con la perspectiva de una reunión entre De la Rúa y «Chacho». ¿Se verá la luz?


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