Un libro evoca la muerte de Susan Sontag

Su hijo, David Rieff, publicó "Nadando en un mar de muerte", donde cuenta la agonía de la gran intelectual que cumpliría hoy 75 años.

BUENOS AIRES.- Cuando se cumplen 75 años del nacimiento de la escritora y ensayista Susan Sontag -una de las figuras centrales del pensamiento contemporáneo- su hijo David Rieff acaba de publicar un libro en el que relata cómo fue la agonía de su madre, que murió en diciembre de 2004.

«Vivan conscientemente -incitaba la autora de «Contra la interpretación» a sus lectores-. Hagan algo, fíjense una meta, sean curiosos».

Sontag era considerada a nivel mundial una de las mujeres más polifacéticas del siglo, una maestra de la provocación. Ya en 1992, años antes de su muerte, había aclarado en una entrevista con la revista «Time»: «Todo mi trabajo es un llamado a la sinceridad, la compasión y la apertura».

Nacida el 16 de enero de 1933 en el seno de una familia burguesa judía como Susan Rosenblatt, ya a los 14 años fue invitada a tomar el té por Thomas Mann. Era la época en que devoraba enciclopedias y se fanatizaba con Edgar Allan Poe.

Con 16 años, Sontag asistió a la Universidad de Chicago, donde estudió Filosofía, Francés y Literatura. Un año después se casó con su profesor y fue madre.

Justamente, su hijo David Rieff -también autor de varios libros- acaba de publicar «Nadando en un mar de muerte», un ensayo en el que narra cómo fue la agonía de su madre, que falleció de cáncer el 28 de diciembre del 2004.

«Mi madre amaba la ciencia y creía en ella, así como creía en la razón, con una tenacidad feroz, inquebrantable, rayana en la religiosidad. Había un sentido en el cual la razón era su religión», escribe Rieff en su obra, publicada por Simon & Schuster.

El hijo de Sontag asegura que mientras ella luchó contra su enfermedad, al mismo tiempo le hizo la guerra a la mortalidad: la escritora aceptó su enfermedad, el dolor, el sufrimiento y las pérdidas horribles, todo fue tolerable para ella en tanto su conciencia permaneciera animada, viva.

«Para mi madre, cuyo placer en su propio cuerpo había naufragado de manera irrecuperable por su operación de cáncer de mama, la conciencia era finalmente todo lo que importaba», relata Rieff en el libro.

«Creo que si le hubieran ofrecido la posibilidad de una inmortalidad que consistiera en nada más que la conciencia, es decir, en seguir sabiendo indefinidamente lo que sucedía, aun si fuera la inmortalidad de la ciencia ficción -la cabeza desmembrada del cuerpo-, la habría aceptado con alivio y gratitud, incluso hasta con ganas», acota.

Para Rieff, Sontag «fue siempre una servidora de aquello que admiraba, y estoy seguro que su admiración por la ciencia -de niña, la vida de Madame Curie fue la primera de sus modelos- y sobre todo por los médicos, la ayudaron a mantener su convicción de que en algún lugar por allí afuera había algo mejor a mano, ya fuera una nueva vida o un nuevo tratamiento médico».

Sontag ha cimentado su prestigio en títulos como «Contra la interpretación», «Sobre la fotografía», «El sida y sus metáforas» y «Ante el dolor de los demás», que le valieron distinciones como el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y el Premio de la Paz concedido por los libreros alemanes.

La escritora se consideraba esencialmente una novelista, a diferencia de la mayoría de los críticos, que consideran sus libros de ensayos como sus aportes más significativos.

A lo largo de su vida, también se dio tiempo para incursionar en el cine, ya que filmó películas como «Duet for Cannibals» en Suecia, se puso ante la cámara para Woody Allen y Andy Warhol, y montó en 1992 en la destruida Sarajevo «Esperando a Godot» de Samuel Beckett.

La vigencia de sus ideas se revela en la permanente reedición de sus obras, entre ellas la reciente «Cuestión de énfasis» (Alfaguara), que reúne más de cuarenta textos escritos durante las dos últimas décadas que ilustran el rango y la profundidad de sus ideas.

El libro permite seguir el pensamiento de la autora en distintas etapas de su vida intelectual y detectar a sus escritores predilectos, entre los que se cuentan Robert Walter, Witold Gombrowicz, Joseph Brodsky y Juan Rulfo.


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