Un nuevo voto de confianza

Por Gerardo Bilardo

Una fugaz y desapasionada campaña electoral llegó a su fin. El enigma de las urnas resolverá esta noche la ansiedad de políticos que ya no despiertan huracanes de pasión.

En la imperfecta democracia de los argentinos, aquella que se recuperó con mucho dolor en la primavera de 1983, se vuelve a poner hoy un voto de confianza. Y aun para aquellos que cayeron ante el desánimo, el cuarto oscuro sigue siendo el único camino para intentar salir de pozo.

Neuquén elige hoy a tres senadores, tres diputados y ocho concejales de la ciudad capital. Las encuestas han detectado una posible respuesta ácida del electorado, expresada a través del voto en blanco o impugnado intencionalmente.

Aunque algunos candidatos han criticado esta forma de opinión en las urnas, los votos negativos conforman una variante que ofrece la democracia. Y si ese dato que revelaron los encuestadores se comprueba hoy en las urnas, los dirigentes tendrán la obligación de prestar atención a este nuevo mensaje.

Las principales fuerzas políticas ponen en juego hoy buena parte de sus proyectos a futuro y aunque sus intenciones fueran las mejores, la angustia de la gente mañana continuará intacta.

Con su apetito político a flor de piel, el oficialismo apuesta a mantener sus posiciones en el Senado y en Diputados, pero también a recuperar el terreno que perdió en la ciudad de Neuquén cuando Luis Manganaro, actual presidente del Banco de la Provincia del Neuquén, cayó derrotado en la última elección de intendente.

Para Jorge Sobisch es tanto o más importante lograr el primer lugar en la lucha por los cargos de concejales que conseguir dos bancas en el Senado y una en Diputados.

El proyecto político del gobernador, un hombre que pretende proyectarse a nivel nacional para el 2003 apoyado en otras fuerzas provinciales, algunas de ellas de dudosa vocación democrática, como la fundada en Tucumán por el general retirado Domingo Bussi, puede robustecerse o debilitarse esta jornada, según el humor que marquen las urnas.

La Alianza tiene su suerte atada a la del gobierno nacional, una gestión con la casa desordenada a niveles insospechados.

Los dirigentes locales de este partido tienen la difícil misión de conservar la cuota de poder que lograron en 1999 en la lucha por los cargos a concejales y quitarle al peronismo la banca que ocupa en el Senado. De obtener este resultado, y mantener su puesto en Diputados, esta noche los aliancistas dirán «misión cumplida».

Flojos de memoria por su pasado menemista y el significado que cobra en la Argentina actual esa condición, los candidatos del justicialismo cavaron en la trinchera de la oposición y desde allí se sintieron seguros para hacer campaña y disparar contra los oficialismos nacional y provincial.

Con este esquema ortodoxo de proselitismo, los peronistas pretenden hoy obtener una buena cosecha y conservar sus lugares en el Senado y en Diputados, además de sumar peso en el Concejo Deliberante de la capital.

Los representantes locales de la fuerza que conduce de Elisa Carrió aspiran a construir cimientos propios en el Deliberante, a pesar de que cuando tomaron distancia de la Alianza aseguraron ante la opinión pública que no buscaban cargos.

No se sabe muy bien qué es lo que propone cada uno de los candidatos que hoy luchan por ocupar puestos legislativos. En la breve campaña se discutió muy poco acerca de cómo reactivar la economía, crear fuentes de trabajo, mejorar la educación o bajar los índices de delincuencia, por citar algunas de las preocupaciones más enraizadas en la sociedad.

El debate de ideas fue el gran ausente en esta campaña, un vacío que se completó con los conocidos golpes de efecto mediático, sospechados de oportunismo electoral.

Es difícil explicar el supuesto interés anticorrupción que disparó el justicialismo por los créditos otorgados por el Iadep, un ente creado para apoyar proyectos productivos con préstamos de fomento que llegaron a manos de funcionarios, ex funcionarios y empresarios vinculados con el poder. O la repentina inquietud del Movimiento Popular Neuquino por echar luz al oscuro manejo de los Aportes del Tesoro Nacional que hizo el peronismo en la década menemista, cuando ninguno de los dirigentes del partido provincial dijo una sola palabra en el momento en que su gente se vio involucrada en investigaciones judiciales por el mismo motivo.

La Alianza no quedó fuera de esta estrategia, porque también cuesta creer en la autenticidad de la denuncia de posibles despidos masivos en la administración pública que lanzó uno de sus candidatos a pocas horas de votar.

Los seguidores de Argentinos por una República de Iguales no hicieron más que mostrar a su principal figura, la diputada Carrió, y pasear por las calles de Neuquén a una estrella como Soledad Silveyra que se solidarizó con besos y abrazos con un grupo de trabajadores de una fábrica de cerámicos que no paga los sueldos y está al borde de bajar la persiana.

Esta campaña transcurrió opacada por el inquietante desajuste de la economía nacional, por los atentados múltiples criminales ocurridos en los Estados Unidos y por una guerra que se perfila a escala planetaria y angustia a todo el mundo.

Pero aun ante la amargura de un cuarto oscuro, la decepción colectiva se puede corregir. Para eso está el poder de la democracia, un domingo como el de hoy.

No debe olvidarse de que hace tiempo que las urnas no están guardadas, como pretendía un necio general golpista de la Argentina al que nadie había votado.

Gerardo Bilardo

gbilardo@rionegro.com.ar


Una fugaz y desapasionada campaña electoral llegó a su fin. El enigma de las urnas resolverá esta noche la ansiedad de políticos que ya no despiertan huracanes de pasión.

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