Un par de copas, ningún ladrillo y muchas trampas

El distraído que sólo mira las estadísticas lifuneras de primera división llegará a la conclusión de que Villa Iris es un club exitoso. Dos títulos, un par de subcampeonatos y varias participaciones en torneos federales en menos de una década es más que meritorio y hasta puede resultar envidiable para algunos. Sin embargo, en su corta vida Villa Iris se olvidó de todo lo demás. Sus dirigentes nunca pusieron atención en la infraestructura, se sentaron en sus sillas para esperar alguna hectárea desde “arriba” y cuando las consiguieron, sólo tuvieron tiempo para emparejar el terreno y prometer: “acá vamos a tener nuestra cancha”, “acá se pueden hacer muchas cosas”, “acá…” Ni acá, ni allá, se hizo nada. En medio de ese mix de éxito deportivo (en primera) y fracaso a la hora de levantar ladrillos, aparece el tema de los chicos. Ni más ni menos que el punto que “hundió” al Torito de Moreno. Las trampas en formativas son un clásico en la mayoría de las ligas, pero al Villero se le fue la mano. Fueron decenas de jugadores mal incluidos y luego de varias advertencias llegó la suspensión. Y la ligaron todos: desde el equipo de primera hasta el último pibe que soñaba con la vuelta olímpica. La sanción se dio antes del final del Apertura y no hubo vuelta en el Clausura. Serán siete meses de inactividad y un futuro más que incierto. El distraído del principio también se equivoca si piensa que la debacle villera se dio este año. Hace varias temporadas que se lo miraba de reojo y si se llegó a esta situación límite fue porque la trampa pasó de la “graciosa” continuidad a la alevosía. La situación, en realidad, fue la confirmación de lo mal que trabajó Villa Iris en las formativas. Salvo algunas excepciones, cuando hubo una especie de tercerización, el club descuidó las categorías más chicas y está claro que sin esa base es imposible trascender. De los casi 60 pedidos de clubes de AFA por jugadores de Lifune, sólo dos salieron de las menores de Villa Iris: Alejandro Sánchez (categoría 1991), Kevin Alarcón (1993), que se fueron a probar suerte a Racing entre 2005 y 2006. Antes y después de esos casos que evidentemente fueron aislados, el Torito tuvo otras prioridades: armar grandes equipos en primera, pagar “premios” como ninguno, jugar Argentinos sin sentido. De pegar un ladrillo, ni hablar. Y de armar una estructura sólida desde las categorías menores, menos. Todo lo contrario, hicieron trampa en el lugar donde más honestidad, ingenio y “juego limpio” se necesita.

cristian helou chelou@rionegro.com.ar

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