Un refugio estratégico

El sitio arqueológico El Trébol es un abrigo rocoso de unos 22 metros de frente y siete de profundidad máxima, ubicado en la base de un cerro de rocas volcánicas. La superficie cubierta es de unos 110 metros. Su orientación no es casual: la galería de piedra ofrece refugio contra los vientos del oeste, que predominan en el lugar.

Actualmente el sitio se encuentra en una zona semiurbana que a su vez está dentro de un bosque en un bosque mixto de cipreses y coihues, junto con especies como el radal, maitén, maqui, calafate y parrilla. Durante los últimos 13.000 años el bosque estuvo presente en esta zona, luego de la retirada de los glaciares. Entre los hallazgos se encuentran objetos que evidencian la actividad del hombre, como lascas (deshechos de la fabricación de instrumentos de piedra), un punzón de hueso y restos de los animales que fueron era parte de su dieta: huemul, aves y de un zorro extinto. Todos estos huesos (más algunas espinas de pescados y moluscos del Pacífico) presentan huellas de corte producidas con una herramienta de piedra. El zorro extinto era más grande que el colorado y en ocasiones ha sido confundido con un perro prehispánico. También hay huesos de un ciervo de tamaño mayor que el huemul. Lo más llamativo es la asociación de los restos con huesos dérmicos (algunos quemados), fragmentos de huesos y un diente del mylodon, el perezoso gigante extinguido hace 10.000 años. En el museo de la Patagonia de Bariloche hay dos increíbles muestras del mylodon: un pedazo de cuero con cerda y huesos dérmicos y un bolo de bosta, hallados en el siglo XIX en el sur de Chile (Seno de Ultima Esperanza), y distribuidos a distintos puntos museos sudamericanos. El descubrimiento encendió una pequeña revolución. Por su increíble estado de conservación, se pensó que el bicho aún vivía.

El mylodon superaba los tres metros entre el extremo del rostro y el de la poderosa cola y un metro y medio de altura en la cruz. Su aspecto se asemeja al de un perezoso actual, aunque de contextura mucho más robusta y de hábitos terrestres. Se caracterizaba por la presencia de huesecillos incluidos en su piel (huesos dérmicos u osteodermos), de no más de dos centímetros y semejantes a porotos. Los tenían en número considerable, seguramente fortaleciendo al cuero como protección.

  Nota asociada: Hallan uno de los asentamientos más antiguos de la Patagonia  


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