Un reto a varias puntas

Redacción

Por Redacción

ARNALDO PAGANETTI arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

Todavía se puede revertir la situación. Ella está en condiciones de hacerlo. Cuenta con gente de la vieja guardia del kirchnerismo con capacidad de provocar un cambio estratégico. Pero algo de su carácter la traba y eso, a diferencia de Néstor, le impide modificar la forma de gestionar y la recuesta en los pibes de La Cámpora, que son ineptos y no dejan de decir estupideces”. La evaluación de un veterano peronista corrido de “la pingüinera” desnuda un debate sigiloso que se viene dando en las cercanías de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, con el telón de fondo de la impresionante manifestación del 8N en todo el país, convocada como el 13S a través de las redes sociales, aunque en esta ocasión se notó la mano invisible de estructuras organizativas. La protesta, que representa el hastío de miles de ciudadanos disconformes con el proyecto K y huérfanos de un líder opositor que los contenga, giró alrededor de disímiles consignas, las principales referidas a la inseguridad, la corrupción, la falta de libertad, las restricciones para comprar dólares y las presiones a la Justicia para acelerar la desinversión del Grupo Clarín, en virtud de la nueva ley de Medios Audiovisuales. No faltaron los exabruptos y agresiones menores por parte de gente que en los días previos se sintió provocada por algunas declaraciones. Por ejemplo, las de Luis D’Elía, Aníbal Fernández y Andrés Larroque. El primero llamó “tilingos” a los manifestantes, aunque luego moderó sus dichos; el segundo los encuadró en una suerte de ultraderecha, que si estuvo en la marcha fue minoritaria; y el tercero castigó a los seguidores del moderado y honesto excandidato presidencial Hermes Binner, al ubicarlos en una nueva categoría, la del “narcosocialismo”, a propósito de los vínculos de la Policía que se investigan en Santa Fe, administrada por el PS. Concluido el gigantesco cacerolazo, algunos voceros del oficialismo ensayaron un estilo más conciliador de comunicación. El intelectual Horacio González, de Carta Abierta, expuso que “a lo mejor habría que escuchar y dialogar con algunos círculos”, en clara referencia a la cerrazón presidencial. Y Fernando “Chino” Navarro, del Movimiento Evita, llamó a sus compañeros a no minimizar la importancia de la demostración pacífica y “hacerse cargo”. Cristina, quien se había mostrado intransigente en el mediodía del 8N en Ezeiza (al inaugurar el centro cultural “Amigo Néstor” avisó que “no aflojará nunca, jamás”), pareció ensayar una autocrítica al admitir “muchos defectos y errores” mientras trabaja las 24 horas del día los 365 días del año. Sin embargo, en ese contexto subrayó que “falta dirigencia política que represente un modelo alternativo y no nos pueden hacer cargo a nosotros que generamos el nuestro”. Tras lo cual ratificó que su compromiso “con este proyecto de país es inquebrantable”. En medio de la confrontación (que se extiende a otros planos, el de la fragata “Libertad”, por caso, retenida en Ghana por acción judicial de los “fondos buitre”, el pleito con Mauricio Macri por la basura porteña), Cristina decidió apoyarse en el ministro Julio De Vido, enlace con provincias y municipios en materia de obras públicas. De Vido, ponderado por exponentes del aparato tradicional del PJ, coordinó varias reuniones y la embestida contra las empresas eléctricas, a raíz del gigantesco apagón del miércoles. El ministro deslizó la posibilidad de un sabotaje, pero bajo cuerda está promoviendo inversiones porque ese sector puede convertirse “en el talón de Aquiles” del gobierno, según se acepta en el Palacio de Hacienda. Discípulo de Néstor Kirchner, De Vido es de los que opinan que hay que tener cintura para no ceder la agenda del gobierno a sectores dispersos y disconformes de la clase media. “Si Cristina hubiese leído y comprendido la realidad, tenía que haber imaginado algo para convencer a parte de la multitud de la inconveniencia de salir a la calle para cuestionarla”, deslizó a este diario un legislador, abierto a modos más razonables de vincularse con partidos no K y con el gremialismo, incluso el moyanismo, ahora en la vereda de enfrente. Si el reto del 8N es mayúsculo para la Rosada (de hecho reforzó algunos límites, como el cierre a una reforma constitucional para lograr la re-reelección), también lo es para la oposición. Expertos navegantes en mares tempestuosos, los peronistas de todo color se frotan las manos pensando en la sucesión que se irá abriendo a partir del 2013. Daniel Scioli sigue siendo el alumno obediente con ondas de amor y paz, al que se pone y se saca del bolillero. Pero en el PJ, también hay figuras como José Manuel De la Sota, quien hoy ya se comporta como un rival de Cristina, y el intendente de Tigre, Sergio Massa, al que todos tratan de seducir. Consciente de que está en desventaja en distritos como la capital federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, la presidenta habría dado luz verde para un acuerdo en la provincia de Buenos Aires que llevaría el año próximo como primer candidato al jefe comunal, seguido de Alicia Kirchner. Los justicialistas observan la desorientación de esa masa multiforme que encarnan el PRO de Macri, el fragmentado radicalismo posalfonsinista y el socialismo del políticamente correcto Binner. Y eso los anima a sacar de la cancha a los adversarios y buscar un nuevo conductor que tome la posta en el 2015. Como sucedió con Kirchner en el 2003, cuando era un desconocido y ganó con el 22% de los votos.

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