Un tal Larralde

«¿Ustedes qué pensaban?, ¿Que se iban a encontrar en este escenario con un viejo malhumorado y antipático? Ese soy yo, mejor dicho, no tanto como eso, es la fama que me hicieron de viejo malhumorado, que llevo puesto el no».

Ese es José Larralde, el hombre que se llevó todos los aplausos de Roca y la región en su gira. Es que de verdad es para aplaudirlo de pie.

De impecable pantalón y camisa negra, pañuelo rojo, se instala en el escenario, mira, le da significado a sus silencios y dice.

Eso, dice, dice muchas cosas que pueden gustar o no, pero de las que se hace cargo.

Y para ver a Larralde hay que ir predispuesto. No es un show, no hay luces estridentes ni imponentes equipos de sonido. No hay publicidades ni despliegue escénico, no hay cosas que puedan romper el clima que es capaz de generar él y su público. Porque esa simpleza baja desde el escenario.

Allí arriba está Larralde, un par de sillas, un micrófono un gran escenario…, abajo el público, «al que le quiero ver las caras, quiero ver los gestos quiero adivinar si se aburren o si les gusta la guitarreada», dijo a la gente que llevó justamente la predisposición necesaria para escucharlo y disfrutar de su espectáculo.

Larralde crea climas, va y viene con el presente y la historia. Larralde crea complicidades con el público que en muchos casos piensa como él y no se anima o no sabe cómo decirlo. Larralde se mete en el público que conoce y a pesar de su fama de mal arriado, hasta genera humor.

Eso es lo que trajo a la región, con canciones, milongas y otros ritmos folclóricos que él mismo no sabe cómo definirlos. En realidad, hizo mención a los orígenes de nuestra música y puso en duda si realmente lo que llamamos nuestro folclore es efectivamente así. Genera polémica, pero explica y hasta en algunos casos convence.

De paso, Larralde tuvo tiempo para lo que él llama «folclorólogos», que no somos ni más ni menos que quienes escribimos de folclore.

Y sus frases son contundentes: «Pienso, vivo realidades, imagino un tema, lo escribo, le pongo música, lo grabo, lo difundo… en fin, hago todo y un folclorólogo me dice desde un escritorio si está bien o está mal, si le gusta o no le gusta y hasta me dicen qué es y cómo es lo que hago».

En una presentación de más de dos horas, Larralde maneja los tiempos y las emociones a su antojo. Deja para el final los temas más emotivos, esos que generan profundos silencios. Se mete en las emociones y saca a relucir temas viejos y no tanto que describen la realidad de nuestro país, porque en el fondo su presentación fue eso, recorrer el país y sus penas y plantear inquietudes.

Larralde le puso el toque de elegancia a la noche. Ante cada aplauso, se paraba, ponía la guitarra sobre sus pies y se inclinaba hacia adelante a modo de agradecimiento.

Valió la pena tenerlo en la región, su música puede gustar o no, al igual que sus mensajes, pero el que fue a verlo, lo hizo para ver a la persona, como en otros tiempos era ver a don Atahualpa. Larralde por sí sólo es parte de este folclore que yo llamo para predispuestos, porque no es para bailar ni saltar, pero que tiene el valor agregado del mensaje, de las emociones contenidas, el folclore que casi no se escucha en radios, pero el que mucha gente quiere escuchar.

Ese es un tal Larralde.

Jorge Vergara

jvergara@rionegro.com.ar


"¿Ustedes qué pensaban?, ¿Que se iban a encontrar en este escenario con un viejo malhumorado y antipático? Ese soy yo, mejor dicho, no tanto como eso, es la fama que me hicieron de viejo malhumorado, que llevo puesto el no".

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