Un thriller en blanco y negro

Ayer, a los 50 años, sorpresivamente murió Michael Jackson de un ataque al corazón. Apogeo y decadencia del último rey de la música pop.

Dormido en su cápsula del tiempo Michael Jackson soñaba con vivir hasta los 150 años. No pudo ser. Se fue ayer de un paro cardíaco a los 50 y su final estuvo precedido por una interminable secuencia de transformaciones fantasmales.

Dicen que cuando la noticia se hizo pública en Times Square de Nueva York se escuchó un gemido colectivo que venía de la gente apostada en la calle.

Desde hacía varios años Michael Jackson era una caricatura de sí mismo. Una criatura a secas. Las noticias recientes lo ubicaban en escenarios extraños y en situaciones ridículas: cubierto de telas blancas en algún palacio de cuento en Oriente Medio, en silla de ruedas, con barbijo y el rostro lleno de cortaduras por las calles de Londres, en el balcón de un hotel en Berlín agitando peligrosamente a su hijo recién nacido. Quien fuera la figura máxima del pop mundial se había perdido en la laberíntica mente de un hombre desquiciado.

Fue en el momento más alto de su carrera que Jackson comenzó a comportarse de forma extraña. Pero qué importaba, su álbum «Thriller» era el más vendido de la historia y sus contratos publicitarios y sus giras no hacían más que recaudar incontables millones de dólares.

Entonces Michael se cambió el peinado. Se afiló la nariz. Después los pómulos. Y se blanqueó la piel. Un día anunció que con un poco de suerte tal vez no muriera jamás. Bueno, es una exageración pero sí es verdad que tenía proyectado continuar viviendo hasta los 150. Cada noche el artista ingresaba a una cápsula que lo mantenía a salvo de las garras del oxígeno. Por lo tanto, Michael se mantendría eterno y veloz.

Durante más de 10 años Jackson fue una auténtica y consagrada máquina de hacer dinero. Todo lo que el Rey del Pop tocaba se convertía en oro o en algo bastante parecido. Por primera vez un hombre de color parecía no tener límites para sus sueños.

Sin embargo, antes de que comenzara a desteñir, Michael ya era una estrella. Aunque una estrella menor dentro de un grupo, los Jackson Five, que también había captado multitudes. El pibito de movimientos elásticos, de voz delicada que parecía vivir en eterno falsete, el de mirada luminosa pero secretamente triste (su padre abusador sabía porqué): ese era Michael. Sólo por su participación en los Jackson Five su lugar en el Salón de la Fama estaba asegurada.

Terminada la entrega de los Grammys que consagraron a Michael (y a «Thriller») como un ícono del pop, Jackson inició un camino entre sombras. Primero, y a pesar de que los dólares cubrían el cielo de su mansión, Michael se arrepintió públicamente de haber grabado el video «Thriller». Entonces nos enteramos que Michael se había convertido a la fe cristiana en la Iglesia de los Testigos de Jehová.

El artista quedará grabado en la historia por más de un hecho puntual. Uno, los más de cien millones de discos vendidos con «Thriller», un récord que hasta hoy nadie ha podido desbancar. El otro, Jackson fue el primero en hacer verdaderas producciones cinematográficas con sus videos. Mientras los demás realizaban humildes grabaciones caseras, él estrenó en distintas épocas «Thriller», «Bad» (filmado por Martin Scorsese) y «Moonwalk».

Mientras se mantuvo en actividad, Jackson continuó explotando su saber popular arriba del escenario. Si hacía décadas que el paso «Moonwalk» estaba en la calle, el cantante lo volvió todo un hit cuando lo presentó en un escenario. Estar atento a lo que ocurría en los barrios humildes no fue la menor de sus virtudes. No sólo se apropió de ciertos movimientos (el «Breakdance» le sirvió de material básico para sus coreografías) sino que también hizo propias formas rítmicas de la cultura negra urbana.

Sería incorrecto decir que Jackson terminó viviendo de sus viejos éxitos como «Billy Jean», «Thriller» o «Beat it» pero es cierto que sus trabajos posteriores se fueron diluyendo poco a poco. Jackson también fue víctima del cambio de paradigma en la música contemporánea. Durante una larga temporada él y Madonna se repartieron los títulos nobiliarios de la aristocracia del pop. Hasta que llegó el día en sus pasos se volvieron de uso cotidiano y sus juegos rítmicos fueron revisados por gente cool como Justin Timberlake o la mismísima Breatny Spears.

Ahora suena irónico decirlo (y escribirlo) pero no es que «Bad», el álbum que le sigue a «Thriller», no fuera lo suficientemente «bueno», es que la dimensión del éxito anterior le hacía y le haría sombra al resto de su carrera.

El comportamiento de Michael también dejó que desear y sus publicitarios empezaron a encanecer. Jackson construyó un castillo («La tierra de nunca jamás») y entre sus paredes se escondió. Fue el éxilio de Peter Pan compensado con Prozac.

A sus desequilibrios estéticos le siguieron los constantes problemas de salud y de conducta. De pronto su metamorfosis era bastante más llamativa que la calidad de sus canciones.

En una sucesión de rarezas y decisiones torpes Jackson casi deja caer a uno de sus hijos desde el balcón de un hotel, se endeuda hasta niveles increíbles a pesar de tener ingresos constantes, emprende obras faraónica pero no graba ningún disco nuevo y, finalmente, se ve envuelto en un tremendo caso judicial por corrupción de menores que lo deja en la banca rota.

Aquel que alguna vez había sido ya no era ni podría volver a serlo jamás. Pensemos que en el principio de su carrera Michael tenía la nariz ancha y la piel negra y al final su piel se mostraba pálida y desmejorada y su nariz era uno de los tantos misterios del nuevo siglo. Simplemente no estaba allí.

Existe un paralelo entre estos cambios físicos y la decadencia su carrera.

Después de «Bad» fuimos testigos de constantes recopilaciones (alguien en la industria había confesado que sólo con sus recopilaciones Michael tendría dinero por muchos muchos años): «History: Past, Present and Future – Book I» (1995), «Invencible» (2001), «Number Ones» (2003), «The Ultimate Collection» (2004), «The Essential Michael Jackson» (2005), «Visionary – The Video Singles» (2006), «Thriller: 25th Anniversary Edition» (2007) y «King of Pop» (2008).

El último Michael Jackson sólo era material para la prensa amarilla y respiraba lejos de la crítica musical. Pero, claro, el Príncipe del Pop había dejado un legado que por estas horas se reactualiza.

¿Quién fue Michael Jackson? Básicamente el hombre que hizo bailar dos o tres generaciones. El creador de un estilo y el responsable de que el pop estuviera revestido de una energía y una química explosiva que aun sobrevive.

Aun hoy, You Rock My World, Michael.

CLAUDIO ANDRADE candrade@rionegro.com.ar


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