¿Un viejo lobo con piel de cordero?
Su imagen pública está en manos de su esposa, la 'compañera' Rosario Murillo, como si su partido, el antes guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), fuese un asunto familiar estructurado en torno al caudillo. Y es que el sandinismo revolucionario que llegó al poder en 1979 ha ido desvirtuándose bajo la férula de Ortega para convertirse en el 'danielismo' actual, más cercano a la izquierda populista.
De los nueve comandantes de la otrora todopoderosa dirección nacional, sólo quedan en el FSLN tres: el rico hombre de negocios Bayardo Arce, Tomás Borge y el propio Daniel, que ha cambiado el traje verde olivo por camisas blancas y se ha quitado los gruesos anteojos. Otros tres integran las filas del Movimiento Renovador Sandinista (MRS) una escisión del FSLN, uno ha muerto, otro ha abandonado la política y el noveno, Humberto Ortega Saavedra, tiene una enemistad tan grande con su hermano Daniel que ambos le llegaron a organizar funerales separados a su fallecida madre.
El chico revolucionario de familia media es ahora un aburguesado político, reconciliado con la influyente Iglesia Católica, por cuya vicaría pasó hace unos meses después de vivir 'en pecado' durante décadas con Murillo, con quien tiene ocho hijos.
El respaldo de Ortega fue definitivo para que, hace unas semanas, el Parlamento acabara contra uno de los derechos que las nicaragüenses disfrutaron durante cerca de un siglo: el aborto terapéutico, renegando de uno de los principios del sandinismo. Fiel a su metamorfosis, el viejo marxista, amigo de Fidel Castro y Hugo Chávez, ha sustituido el estribillo del himno del FSLN («Luchamos contra el yankee enemigo de la humanidad») por la pacifista consigna de John Lennon: «Dale una oportunidad a la paz».
Además, ha querido convertir su campaña en una marea rosa chicle, intentando apartar la bandera rojinegra sandinista que se resiste a morir en una militancia prusianamente disciplinada. Desde la sombra y sin desgaste, Ortega ha dirigido los hilos de la política desde que, en el 2000, alcanzara un pacto con el Partido Liberal Constitucionalista (PLC, derecha) del ex presidente Arnoldo Alemán, condenado por corrupción a 20 años de cárcel domiciliaria.
No hizo mella en su popularidad la denuncia de violación y abusos sexuales de su hijastra Zoilamérica Narváez, quien en mayo de 1998 lo acusó sin éxito en la Justicia por violación y abuso deshonesto desde que tenía 11 años.
Tampoco lo afectaron las afirmaciones de la disidencia sandinista, que lo acusa de adueñarse del partido y sus bienes, de acumular poder y fortuna y vivir con grandes lujos, aunque Ortega promete acabar con «el capitalismo salvaje».
¿El cambio es real o se trata de un lobo con piel de cordero? Estados Unidos, que no logró derrocarlo por las armas en la década de 1980 a través de la Contra, no ha escatimado esfuerzos para impedir su victoria.
En vano: el 38,4% de los nicaragüenses, haciendo gala de independencia y madurez política, ha preferido el discurso de Ortega al del liberal Eduardo Montealegre, la baza de Washington, que recela de las «amistades peligrosas» con Chávez y Castro.
Aunque el fervor antiimperialista de antaño se ha ido difuminando con fuertes dosis de pragmatismo y doble juego bajo la presidencia de un sandinista el Parlamento nicaragüense ratificó el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, Nicaragua parece estar interesada también en integrar la Alternativa Bolivariana para América (ALBA) que promueve Chávez.
ANA FERNANDEZ
AFP
Comentarios