Una enfermedad negada por la sociedad moderna

Por Abelardo Zilvestein (*)

El Instituto de Seguridad y Eduación Vial, ISEV, organización no gubernamental, informa las muertes producidas por vehículos a motor y las edades de las víctimas:

Cabe mencionar que en 1999, el día de la semana en que ocurrió el mayor porcentaje de accidentes es el domingo con un 30% y el horario de mayor frecuencia es de 1 a 6 (o sea desde la medianoche del sábado) con un 33%. No debemos hacer un gran esfuerzo para adivinar la principal causa de los accidentes: el alcohol.

Más allá del significado humano, del cual no nos podemos evadir, corresponde analizar las pérdidas en términos económicos. Pues si tenemos en cuenta que la mayor proporción de muertes por accidentes de tránsito se produce entre los 16 y los 30 años y que la expectativa de vida útil es de 65 años, y tomando como edad promedio 23 años, por cada 1.000 muertes se pierden (65 – 23) x 1.000 = ¡42.000 años de labor!

Cifra no superada por ningún tipo de enfermedad. Si valorizáramos en pesos la productividad de un individuo en un año, obtendríamos para la totalidad una cifra infinitamente superior al costo de cualquier programa de difusión y concientización de la población.

Es indudable que el responsable directo de estos males es el conductor, pero habida cuenta del estado de desorden existente en el tránsito en el país, sólo caben fuertes campañas publicitarias y un estricto control. El cumplimiento con lo normado por las disposiciones que rigen el tránsito permitirá una mejor convivencia entre los conductores de vehículos que circulan por nuestras calles.

Una recorrida por la ciudad de General Roca permite reconocer:

• Vehículos estacionados en doble mano. Existen quienes creen que detenerse «por un minuto» en un lugar inadecuado no alcanza a entorpecer la circulación. Incluido el incumplimiento de detención de los taxis en los lugares predeterminados.

• La alocada carrera de las «motitos» que debe ser sancionada ejemplarmente, por el bien del conductor y los peatones.

• La inobservancia de las bicicletas y los peatones a los semáforos.

• La falta de respeto a las prioridades de paso.

• Teniendo a la vista los datos estadísticos que aquí se muestran, las picadas los sábados a la noche en plena calle Tucumán.

• Que por disposición municipal la velocidad máxima dentro de Roca es de 40 kilómetros por hora en todas las arterias. Los reductores de velocidad son casi inexistentes en sus calles, en contraste con lo que se ve en otras ciudades y rutas de la provincia de Buenos Aires y Córdoba, por ejemplo.

• Que es obligatorio circular por la derecha.

• Que es obligatorio circular con el cinturón de seguridad puesto.

• Que circular con «escape abierto» afecta a la salud de los habitantes.

• Que los grandes camiones no pueden circular ni ser estacionados en las calles de mayor tránsito.

Y hay mucho más.

Quien escribe esta nota ha analizado la Ley Nacional de Tránsito, artículo por artículo, con todo el personal afectado a la inspección de las calles durante 20 horas, constatando que el personal está capacitado para ejercer su misión.

El esfuerzo de las autoridades municipales de tránsito se tornará eficaz cuando:

– Exista una campaña de difusión, advirtiendo a los conductores que la intención de ordenar el tránsito es severa.

– Que la presencia de los inspectores sea frecuente y permanente.

– Que quien es sorprendido cometiendo una infracción tenga la honestidad de admitirlo, obviando los frecuentes términos inadecuados para quien está trabajando por el bien de la comunidad.

– Que los conductores con residencia en la ciudad de General Roca estén obligados a portar la licencia expedida por su propio municipio, con lo cual quedará asegurada la calidad del examen correspondiente.

– Que el certificado de salud y vista sea extendido por un médico destinado al efecto.

El doloroso saldo de los accidentes de tránsito nos obliga a un esfuerzo para parecernos a una sociedad que merece estar organizada.

(*) Ingeniero mecánico.

Seguridad e Higiene en el Trabajo.


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