Una estructura grande y poco ágil
Por su Estatuto, la UNRN tiene un gobierno tan compartimentado que sólo el rector y la Asamblea Universitaria tienen poder de decisión sobre toda la estructura. Si bien los consejos colegiados centrales pueden definir por mayoría la creación o eliminación de sedes y carreras, la mayoría de sus miembros es elegida por el rector, lo que plantea un condicionante. El rector es elegido en lista única con los vicerrectores de las tres sedes. Cada vicerrector tiene poder sólo sobre su zona. En julio de 2011, Del Bello fue elegido en una lista que completaban como vicerrectores Raúl Monetta –Zona Andina–, Anselmo Torres –Zona Atlántica– y Pablo Bohoslavsky –Alto Valle–. No hubo otra lista, y ésta obtuvo respaldo amplio. Por debajo de esa estructura, cada sede tiene un secretario y funcionarios: un director por cada Escuela de Docencia, un coordinador por cada Programa de Docencia de Grado y Posgrado, un director de Departamento y un director de Instituto de Investigación. Éstos son designados por el rector “en consulta con el vicerrector, sobre la base de una terna propuesta por los docentes ordinarios efectivos” o “a propuesta del vicerrector, en consulta con el director de la Escuela” o del Instituto de Investigación. Es decir que no ser del agrado del rector pesa más que el puntaje académico. Paralelamente, la UNRN cuenta a nivel central, con tres Consejos: – uno de Programación y Gestión Estratégica, integrado por el rector, los vicerrectores, representantes de los Departamentos, Escuelas e Institutos de Investigación, los docentes, los estudiantes, los no docentes, el gobierno de Río Negro, legisladores provinciales, representantes de instituciones científicas estatales, gremios, entidades empresariales, colegios profesionales y ONG. – uno de Docencia, Extensión y Vida Estudiantil, – y uno de Investigación, Desarrollo y Transferencia de Tecnología. Todos ellos, a su vez, integran la Asamblea Universitaria. A nivel de sedes, se repiten esos tres Consejos. A su vez, un Consejo Asesor rodea a cada director de Escuela, de Departamento y de Instituto de Investigación. A nivel central, el rector design a tres secretarios, actualmente Carlos Domínguez de Programación, Roberto Martínez de Docencia, Extensión y Vida Estudiantil y Aldo Calzolari de Investigación, Desarrollo y Transferencia de Tecnología. Corresponde a la Asamblea “dictar su reglamento interno y reformar total o parcialmente el Estatuto de la Universidad, en sesión extraordinaria convocada al efecto”. Para suspender o separar al rector y a los vicerrectores se requiere el voto de los dos tercios de los miembros de la Asamblea Universitaria, que debe reunirse “al menos una vez al año”, debiendo ser convocada por el rector, y deberá atenerse en forma estricta a tratar el orden del día previsto por él. Para sesionar de manera extraordinaria, la Asamblea sólo podrá reunirse si es convocada por el rector o “a solicitud fundada de al menos dos tercios de sus miembros”. Una mayoría especial difícil de reunir sin aval del rector. La Asamblea se constituyó –es decir designó a todos sus miembros– en junio. Pero nunca se reunió, pese a que debe deliberar una vez al año para aprobar la Cuenta del Ejercicio. Existe el convencimiento de que el Estatuto debe ser reformado, pero los lineamientos para la modificación estarían siendo manejados en reuniones reservadas, sin un debate amplio. Vacíos normativos El clima interno de la UNRN se ve afectado por ciertas zonas grises en cuanto a competencias de directores de Escuelas y de Departamentos, es decir entre las funciones de docencia y las tareas de investigación. Si bien el Estatuto asigna esas funciones, en la práctica la Escuela avasalla al Departamento: ante la urgencia de cubrir cátedras, los investigadores deben resignar su tiempo de investigación. En Bariloche, la mayoría de las decisiones se concentran en Dora Riestra, directora de la Escuela de Humanidades y Estudios Sociales. En la práctica, los otros coordinadores de carreras han perdido autonomía. El Consejo de Docencia, a fines del año pasado, decidió incrementar la carga horaria de los profesores, y lo hizo sin dar participación al Consejo de Investigación. Más allá de este caso puntual, la existencia de Consejos separados para cada tipo de decisiones se revela como engorrosa, porque éstos se reúnen con escasa frecuencia y su participación suele ser sólo a modo de consulta. “Para qué montar una gran estructura si la decisión pasa por una sola persona. El resto hace coro”, se quejan directivos de la universidad. “No hay institucionalidad, porque no se respetan los reglamentos. No hay reuniones de debate. Se trabaja sobre hechos consumados y las decisiones a veces son contradictorias. Los miembros del equipo se sienten tironeados”, opinó una investigadora y docente que pidió que su nombre no fuera revelado. Respecto de las razones por las cuales prefieren mantener el anonimato, afirman: “Tememos represalias. Desde la conducción se ha naturalizado el silencio. La tónica es no contestar notas ni pedidos de reunión. Ignorar, ningunear, no respetar a las personas. Bajo la consigna de que “hay que ejecutar”, o “esto no es el Comahue (por la UNC), se aplica el verticalismo. Del Bello suele decir, golpeando la mesa: “Y al que no le gusta, se va”, o “el que no quiere hacer ésto, no es parte de mi proyecto y se jode, se va”.
Por su Estatuto, la UNRN tiene un gobierno tan compartimentado que sólo el rector y la Asamblea Universitaria tienen poder de decisión sobre toda la estructura. Si bien los consejos colegiados centrales pueden definir por mayoría la creación o eliminación de sedes y carreras, la mayoría de sus miembros es elegida por el rector, lo que plantea un condicionante. El rector es elegido en lista única con los vicerrectores de las tres sedes. Cada vicerrector tiene poder sólo sobre su zona. En julio de 2011, Del Bello fue elegido en una lista que completaban como vicerrectores Raúl Monetta –Zona Andina–, Anselmo Torres –Zona Atlántica– y Pablo Bohoslavsky –Alto Valle–. No hubo otra lista, y ésta obtuvo respaldo amplio. Por debajo de esa estructura, cada sede tiene un secretario y funcionarios: un director por cada Escuela de Docencia, un coordinador por cada Programa de Docencia de Grado y Posgrado, un director de Departamento y un director de Instituto de Investigación. Éstos son designados por el rector “en consulta con el vicerrector, sobre la base de una terna propuesta por los docentes ordinarios efectivos” o “a propuesta del vicerrector, en consulta con el director de la Escuela” o del Instituto de Investigación. Es decir que no ser del agrado del rector pesa más que el puntaje académico. Paralelamente, la UNRN cuenta a nivel central, con tres Consejos: - uno de Programación y Gestión Estratégica, integrado por el rector, los vicerrectores, representantes de los Departamentos, Escuelas e Institutos de Investigación, los docentes, los estudiantes, los no docentes, el gobierno de Río Negro, legisladores provinciales, representantes de instituciones científicas estatales, gremios, entidades empresariales, colegios profesionales y ONG. - uno de Docencia, Extensión y Vida Estudiantil, - y uno de Investigación, Desarrollo y Transferencia de Tecnología. Todos ellos, a su vez, integran la Asamblea Universitaria. A nivel de sedes, se repiten esos tres Consejos. A su vez, un Consejo Asesor rodea a cada director de Escuela, de Departamento y de Instituto de Investigación. A nivel central, el rector design a tres secretarios, actualmente Carlos Domínguez de Programación, Roberto Martínez de Docencia, Extensión y Vida Estudiantil y Aldo Calzolari de Investigación, Desarrollo y Transferencia de Tecnología. Corresponde a la Asamblea “dictar su reglamento interno y reformar total o parcialmente el Estatuto de la Universidad, en sesión extraordinaria convocada al efecto”. Para suspender o separar al rector y a los vicerrectores se requiere el voto de los dos tercios de los miembros de la Asamblea Universitaria, que debe reunirse “al menos una vez al año”, debiendo ser convocada por el rector, y deberá atenerse en forma estricta a tratar el orden del día previsto por él. Para sesionar de manera extraordinaria, la Asamblea sólo podrá reunirse si es convocada por el rector o “a solicitud fundada de al menos dos tercios de sus miembros”. Una mayoría especial difícil de reunir sin aval del rector. La Asamblea se constituyó –es decir designó a todos sus miembros– en junio. Pero nunca se reunió, pese a que debe deliberar una vez al año para aprobar la Cuenta del Ejercicio. Existe el convencimiento de que el Estatuto debe ser reformado, pero los lineamientos para la modificación estarían siendo manejados en reuniones reservadas, sin un debate amplio. Vacíos normativos El clima interno de la UNRN se ve afectado por ciertas zonas grises en cuanto a competencias de directores de Escuelas y de Departamentos, es decir entre las funciones de docencia y las tareas de investigación. Si bien el Estatuto asigna esas funciones, en la práctica la Escuela avasalla al Departamento: ante la urgencia de cubrir cátedras, los investigadores deben resignar su tiempo de investigación. En Bariloche, la mayoría de las decisiones se concentran en Dora Riestra, directora de la Escuela de Humanidades y Estudios Sociales. En la práctica, los otros coordinadores de carreras han perdido autonomía. El Consejo de Docencia, a fines del año pasado, decidió incrementar la carga horaria de los profesores, y lo hizo sin dar participación al Consejo de Investigación. Más allá de este caso puntual, la existencia de Consejos separados para cada tipo de decisiones se revela como engorrosa, porque éstos se reúnen con escasa frecuencia y su participación suele ser sólo a modo de consulta. “Para qué montar una gran estructura si la decisión pasa por una sola persona. El resto hace coro”, se quejan directivos de la universidad. “No hay institucionalidad, porque no se respetan los reglamentos. No hay reuniones de debate. Se trabaja sobre hechos consumados y las decisiones a veces son contradictorias. Los miembros del equipo se sienten tironeados”, opinó una investigadora y docente que pidió que su nombre no fuera revelado. Respecto de las razones por las cuales prefieren mantener el anonimato, afirman: “Tememos represalias. Desde la conducción se ha naturalizado el silencio. La tónica es no contestar notas ni pedidos de reunión. Ignorar, ningunear, no respetar a las personas. Bajo la consigna de que “hay que ejecutar”, o “esto no es el Comahue (por la UNC), se aplica el verticalismo. Del Bello suele decir, golpeando la mesa: “Y al que no le gusta, se va”, o “el que no quiere hacer ésto, no es parte de mi proyecto y se jode, se va”.
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